CAPÍTULO 07

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Tentación.

Atlanta.

Una masacre, Atlanta —espeta Edmundo al otro lado de la línea. Lleva media hora reprochandome el encuentro con Sullivan y O'Donnell como si hubiera sido yo la que comenzó todo— Y a pocos metros del london tower —suspira y me lo imagino pellizcándose el puente de la nariz— La EMG ya debe estar buscando indicios, pistas y cualquier cosa que dé con nosotros.

—Lo único que podemos hacer por ahora es continuar con la misión pautada.

Un murmullo se escucha del otro lado de la línea.

Arregla tu lío con Sullivan o tendré que tomar medidas, y ten cuidado, no creo que la gente de O’Donnell esté tranquila con lo sucedido —cuelga.

Frunzo el ceño con incredulidad luego de lanzar el móvil en la cama.
¿Cuidado? ¿Yo, Atlanta Hamilton? ¿Cómo se tiene cuidado cuando eres el jodido peligro personificado?

Me saco el albornoz y echo andar al cuarto de baño completamente desnuda y con la cien palpitándome. Ahora que mi jefe de seguridad y parte de mis escoltas están muertos, el trabajo que antes tenía se multiplicó y casi no tengo tiempo para nada.

«Para de llorar, te haré una mujer de verdad y deberías estar agradecida por eso…»

Sacudo la cabeza para que aquel desagradable recuerdo desaparezca. Siento que mi piel se eriza y caigo en cuenta de que me he quedado estática en el umbral del cuarto de baño.

Parece que ha sido ayer y han pasado diecisiete años.

Todavía recuerdo el tacto de sus asquerosas manos sudorosas sobre mi piel, su aliento a licor barato y el balanceo sobre mis caderas.

Ese hijo de puta me arrebató la niñez. Bien merecido tiene el balazo al corazón que le dio mi padre.

Mi padre… Su solución a esta guerra con los Sullivan hubiera sido un debate de diálogos cargados de veneno. Él sabía cómo atacar con palabras, y yo también, pero prefiero las balas.

Me paro frente al espejo mirando la gasa ensangrentada que cubre la herida de bala en mi hombro. Quien haya el pendejo que hizo eso, tendrá que pagar un precio alto.

Camino hacia el ventanal, no me importa si estoy desnuda frente a él. Con los vidrios polarizados nadie puede ver hacia dentro.

Doy unos pasos más hasta que doy un respingo cuando siento una punzada repentina en la planta de mi pie derecho. Hago el pie a un lado pero no veo nada en el suelo, me agacho tratando de ver mejor y…

—¡Señorita Hamilton!

Trato de entender qué sucede pero parece que todo pasa en cámara lenta. Solo sé que ahora estoy tumbada en el piso con un fuerte dolor desde la cabeza, pasando por mi hombro hasta mi espalda, un pitido retumbando en mis oídos y la cien y el hombro húmedos.

Mis párpados pesan y por un momento se me dificulta abrir los ojos nuevamente. Pero me niego, trato de mantener los ojos abiertos y de llevar una mano a mi cien asegurándome de que no haya sido un golpe tan fuerte.
Hasta los brazos me pesan y me desespera estar lenta en un momento como este.

Agradezco que Ataliah esté en el instituto, no me perdonaría que le pase algo ni que me viera en este estado tan vulnerable.

El frío ya se está haciendo presente, el dolor se hace más fuerte y mi respiración cada segundo se hace más rápida al igual que los latidos de mi corazón.

Escucho un portazo.

—¡Mi señora! —logro reconocer la voz de uno de mis escoltas.

—¡Trae el botiquín, rápido!

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⏰ Última actualización: Mar 14, 2022 ⏰

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