INVICTUS

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Andrew.

Me desordeno el cabello desesperado tratando de controlar la ira que me carcome las putas venas mientras recibo por el auricular el reporte de la misión.

Otra que la mafia ha ganado.

—Comandante...

Al sentir el toque en mi hombro le sujeto la muñeca con fuerza a la secretaria de la central haciendo que suelte todos los papeles que llevaba en su mano, sus ojos se cristalizan debido al llanto que acumulan y transforma su rostro a uno de terror cuando le doy a entender que no quiero recibir molestias de parte de nadie con una mirada fulminante.

—Recoge tu mierda y lárgate.

En vez de desaparecer se queda estática como un muerto de hambre suplicándote con los ojos un plato de comida.

—Comandante...

—¡¿Qué esperas, un regalo?! —me exaspero— ¡Acata la maldita orden! ¡Tú y todos, lárguense!

Tan solo eso basta para que todos recojan sus porquerías como si un demonio los persiguiera y me dejen solo en la sala que me ha dado cientos y cientos dolores de cabeza.

Camino de un lado a otro tratando de pensar en cómo hacer que los soldados sean más eficientes. Joder, siento un nudo en la garganta debido a la histeria. Golpeo la pared varias veces tratando de drenar la ira hasta que los nudillos me sangran.

Apoyo las manos y la frente en la pared, hilos de sangre bajan por mi antebrazo manchando el traje de rojo carmesí. Agradezco que el traje sea negro.

Me limpio el sudor que me empapa la frente con la parte de la manga del traje que no está manchada de sangre hasta que la sala se ilumina de pronto, indicando que han abierto la puerta.

Giro un poco la cabeza y de reojo observo una silueta masculina en el umbral de la puerta. Todavía tiene la mano sobre la perilla y una parte del vaquero rasgado con un trapo envolviéndole el músculo inferior de la pierna.

—Comandante —reconozco la voz. Es Halstead— ¿Recibió el informe de lo ocurrido?

Suelto un suspiro.

—Ocho soldados muertos y un teniente herido —canturreo tratando de disminuir la ira.

Tengo la vista fija en la mesa donde apoyo ambas manos.

La luz de la sala vuelve a su estado normal, siento una mano en mi hombro y...

Por reflejo desenfundo mi arma y le apunto entre ceja y ceja a Jack, quien levanta ambas manos en señal de paz.

—Tranquilo, Andrew. No siempre se puede vencer.

Trata de quitarme el arma pero retrocede dos pasos cuando le quito el seguro.

Primero me pego un tiro en la cien antes que aceptar una derrota.

—Esa manera de pensar es para mediocres —espeto— Y yo no soy uno de ellos.

—Venga, baja ya esa arma.

No puedo pensar con claridad y me siento como un alacrán inyectándose su propio veneno.

Desde pequeño me enseñaron que en la vida se guerrea hasta el cansancio, de lo contrario, de nada vale robarle el oxígeno a otro que sí está dispuesto a partirse el lomo.

—Andrew....

Estrello el arma contra el suelo y un disparo retumba e ilumina la sala en un abrir y cerrar de ojos.

Aprieto la mandíbula tratando de sopesar todo esto que estoy sintiendo «jodida mierda»

—Tengo una idea —habla Halstead después de unos minutos— ¿Qué tal si vamos a un club esta noche? Así nos olvidamos un rato de toda esta mierda. ¿Qué dices?

EFÍMEROS (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora