El sabor de la felicidad

IV. El faro

Disclaimer: menciones a la sangre típicas del canon de Naruto.

El sol de mediodía entraba con suavidad a través de los stores del jardín, y la brisa cálida mecía suavemente las hojas del sauce milenario del centro del mismo. El olor a té verde recién hecho y la salsa de los noodles fríos salía de la cocina, y recibió a Iruka que tomó una enorme bocanada de aire saboreando olfativamente la comida. Dejó el maletín sobre la mesa de la entrada y con descuido tiró sus sandalias en el escalón de la entrada, al entrar al pasillo Kakashi estaba en la cocina silbando tranquilamente mientras terminaba de preparar la comida. El chunin sonrió en silencio, ante la imagen del ninja copia con una de sus viejas camisetas del ANBU y los pantalones de chándal, el trapo de la cocina sobre el hombro y la sonrisa satisfecha y menuda después de comprobar que los fideos estaban bien cocidos. La sensación hogareña que invadió el corazón del Umino era de sobra conocida para él, y es que aún siendo ellos dos, su familia se sentía completa. Escuchó los ladridos del niken en el jardín, y el reflejo suave del cabello grisáceo del amor de su vida reflectando el sol caluroso de mediados de Junio, y se sintió el hombre más afortunado del mundo.

En la cotidianidad cómoda y hogareña, Iruka volvió del dormitorio después de ponerse ropa más cómoda que el uniforme de servicio y fue recibido en la cocina con una taza de té verde recién hecha y un beso sincero, partiendo aquella sonrisa misteriosa y enigmática del hombre de su vida. En una danza calculada y rítmica, la mesa del salón fue adecentada para que comieran juntos, como casi todos los mediodías del martes desde que Kakashi Hatake había dejado su cargo como Hokage. Los palillos colocados, la brisa suave trayendo los olores de la tardía primavera desde el jardín del completo Hatake y el ladrido dicharachero del niken que pasaba el tiempo a la sombra del álamo milenario junto al pequeño estanque frente al dojo de la propiedad. El chunin estaba doblando cuidadosamente las servilletas de cada servicio cuando el silbido suave de aquella melodía de ambiente se cortó repentinamente, y los pasos relajados de Kakashi se desvanecieron en el espacio diáfano de las amplias habitaciones de la que era su morada. Aquello extrañó al Umino, normalmente el exANBU trataba de ser lo más "ruidoso" posible al desplazarse por la casa para evitar sobresaltos innecesarios, puesto que no era la primera ni sería la ultima vez que había aparecido aparentemente de la nada haciendo que el exmaestro se sobresaltara innecesariamente para preguntarle si prefería beber algo distinto al té junto a su comida. Precisamente por ello le extrañó, dejó las servilletas junto a los cuencos de sopa recién emplatados y caminó lo más sigilosamente posible hacia la cocina, donde suponía que Kakashi debía de estar.

Cuidadosamente, tomó uno de sus rollos de invocación que llevaba siempre en el bolsillo del pantalón de estar por casa y conjuró un kunai por si acaso. No notaba ningún tipo de chakra, ni hostil ni amigable, y eso solo podía significar una cosa, si había alguien en casa o Kakashi había sido convocado, siempre había un ANBU de por medio.

Cuando llegó al pasillo que comunicaba el comedor con la cocina, el Hatake estaba parado en medio del alargado receptáculo, con la taza de té en su mano y los ojos oscuros perdidos al frente. Sus pupilas oscuras cubrían casi por completo sus ojos, e iruka no entendió al inicio que estaba pasando. De repente, el de cabellos canos murmuró algo ininteligible que el director de la academia ninja de konoha no entendió, y la taza de té que sujetaba entre sus manos comenzó una caída libre hacia el suelo. Antes de que estallase en un millón de pedazos el vuelo silencioso de un kunai atravesó el pasillo, y el escozor de un corte recién abierto en su hombro izquierdo apareció sin ser llamado. El sonido sordo del arma clavándose en el panel de madera que estaba a sus espaldas, al mismo tiempo que la taza de cerámica se destrozaba contra el suelo.