V. La última orden (1ª parte)

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El viento frío de mediados de Enero mecía los cabellos canos y desordenados del Rokudaime, que sentado sobre el tejadillo de la ventana de su despacho suspiró pesadamente por enésima vez esa madrugada. Las cartas de orden estarían de camino a sus destinatarios, en manos de los ANBU que estaban directamente bajo su mando. En la oscuridad patente tras el crepúsculo, las luces tímidas que iluminaban las calles nocturnas de la Aldea parecieron ser el único testigo de sus dudas. Su taza de té terminó por quedarse fría, y las primeras luces del alba le obligaron a entrecerrar sus ojos, dándole la información de que debía volver al interior de la oficina.

El olor a café recién hecho invadió las estancia con la entrada de Shikamaru, que restregándose los ojos mientras refunfuñaba por la idea de convocar una reunión urgente a aquella hora de la mañana sirvió un par de tazas, para él y su superior. Tras el joven consejero del Rokudaime, una mujer bajita, de cabellos rubios recogidos en dos coletas se adentró en el despacho que había sido suyo con el pequeño cerdo domesticado entre sus brazos, seguida de Shizune que durante el mandato de Kakashi había continuado trabajando allí. Y por último, casi sincronizados, entraron apresurados un hombre de cabellos morenos y máscara de gato seguido del director de la Academia Ninja de Konoha que ligeramente confuso todavía sostenía el pergamino encriptado que había servido para citarle a la reunión entre sus manos.

Unos minutos antes, el golpeteo rítmico en la ventana de la cocina había sobresaltado a un chunin a medias de despertarse que trataba de obviar el hecho de que no había dormido un solo minuto por que en su esperanza vana e inocente había querido esperar a Kakashi para recibirle antes de irse a la cama. El único inconveniente es que no había tenido noticias del ninja copia al margen de la nota que el propio Yamato había llevado hasta él a través del cristal. Con una mueca ligeramente ansiosa, le había ofrecido amablemente una taza del brebaje oscuro mientras él leía el comunicado del pergamino con premura; únicamente, para descubrir la convocatoria urgente por parte del Sexto Hokage.

Aquello extrañó a Iruka, que ligeramente molesto siguió al ANBU hasta el despacho del amor de su vida sin entender por qué había convocado una reunión así. Si hubiera pasado algo importante se lo hubiera contado a Iruka, o la Aldea estaría ligeramente revuelta o ambas opciones anteriores. Sin embargo, las calles tranquilas con los primeros rayos del alba saludaron al director de la Academia Ninja de Konoha casi desiertas y amistosas; demostrándole que nada parecía haber cambiado desde que él había vuelto a casa de la Escuela la tarde anterior.

Un carraspeo nervioso y de sobra conocido devolvió al moreno a la situación actual, al despacho del Sexto Hokage que haciendo un gesto suave, se levantó de su silla para ponerse por delante del escritorio sentándose en el borde con una sonrisa nerviosa plasmada bajo la tela oscura de su mascarilla. Después de cosechar la atención de todos los presentes, que habían estado mirándose entre ellos intrigados tratando de entender que estaba pasando, la voz calmada y aparentemente controlada del Hokage se hizo presente en la sala.

- Gracias a todos por acudir con la poca antelación acaecida. Tengo algo de lo que informaros, no es nada grave en relación a la seguridad de la Aldea, pero es necesario que todos vosotros entendáis mi decisión de antemano.-- anunció el ninja copia sacudiéndose ligeramente cansado los cabellos tomando una bocanada pequeña de aire.--

Los presentes guardaron silencio, al tiempo que Iruka cruzaba los brazos extrañado con su propia presencia allí. Una cosa era que él y Kakashi llevaran juntos tanto que ni recordaba casi como era su vida antes de convivir con el ex ANBU, pero si aquella reunión era para poner en conocimiento alguna nueva información no entendía qué hacía él allí cuando ya estaban las personas más cercanas al Hatake y, sobre todo, los más altos rangos de Konoha. Al fin y al cabo él era un mero chunin. ¿Qué podía aportar él a toda esa reunión? Durante unos segundos, sus ojos de avellana refulgente se clavaron en Kakashi Hatake, y se dio cuenta de lo intranquilo e inseguro que parecía. Puede que el resto no lo notase, pero él sí. El tic nervioso de controlar sus respiraciones, medidas al milímetro. Los gestos cuidados de sus manos, el movimiento forzosamente natural de sus pupilas... Hasta su parpadeo parecía normal, excesivamente normal. Tanto que Iruka Umino era consciente de que Kakashi Hatake estaba haciendo un gran esfuerzo por aparentar normalidad, uno que él sí detectaba. Y no tenía nada que ver con la negligencia supuesta del ninja copia tratando de ocultar sus fallos, puesto que si no el resto de poderosos ninjas en la sala lo hubiera notado antes que él en la alteración de su chakra. Iruka Umino se percató por que lo vio en sus ojos oscuros e inteligentes, aquel brillo presionado de sus pupilas que distaba mucho de la mirada cansada, inteligente y amorosa que normalmente portaban.

El sabor de la felicidadWhere stories live. Discover now