Discalimer: smut (se marca inicio y final entre asteriscos), semipúlico.
El arrepentimiento sincero de Iruka se cerró ligeramente amargo en la boca de su estómago, sabor que se diluyó como si nunca hubiera existido cuando las palabras de amor sinceras del ninja copia rozaron sus labios en aquel susurro familiar y sensual. Y es que los besos del Rokudaime siempre sabían bien y olían mejor. Aquella fragancia suave, entre el pino, la tinta y la humedad del bosque en invierno; el toque a aftersave y el champú mentolado que descansaba silencioso en el baño que compartían desde hacía décadas. Sabían sus labios al más sabroso de los manjares, a fidelidad ilimitada, sinceridad absoluta y sacrificio personal; a valentía real. La reminiscencia lejana del regusto de los fantasmas compartidos quedaron prendados al fondo de su lengua, como el buen café. Aunque si Iruka tenía que comparar algún alimento con el sabor de aquellos labios recreándose en delinear los suyos; si ese fuera el caso, entonces tenía claro a qué sabía el ninja copia. Y los besos de Kakashi sabían como el whisky caro, cuanto más tiempo pasaba más sabrosos era y más le gustaba al ex maestro.
El ninja copia se dejaba arrastrar en los labios del director, colonizando sus besos con cuidado mientras sus dedos curiosos y experimentados se deshacían de los cierres de su chaqueta azul marino. Al abrir la prenda, la camisa blanca e impecable surgió bajo la misma, resaltando aquella piel de canela en la que el Rokudaime quería perderse hasta el último segundo de su propia vida. Las manos bronceadas del Director recorrían la espalda trabajada del Rokudaime, entre la chaquetilla de Hokage y el chaleco gris con su título bordado en la espalda. Y una sonrisa sincera y agradecida se instaló en los labios carnosos del moreno.
Entre caricias sinuosas y tentadoras, sus yemas canelas notaron los costados del ninja copia; y se dio cuenta que durante los últimos años había cogido algo de peso, provocado por el cambio en sus rutinas. Desde que Kakashi había vuelto de la 4ª Guerra ninja, Iruka había tratado de ayudarle a que se cuidara mejor, cuando normalmente era en el otro sentido. Había bajado la cantidad de comidas basadas en barritas de ración, se habían reducido los largos periodos de tiempo de misión durmiendo a la intemperie y sobreviviendo sin dejar señales durante largos meses de invierno. Había conseguido regular (más o menos) sus horas de sueño, consiguiendo alguna noche tranquila más a la semana. En definitiva, pequeños detalles que habían cambiado su calidad de vida, haciendo que su cuerpo musculado perdiese menos tiempo en hacerle sobrevivir a circunstancias extremas y permitiéndole vivir de un modo mucho más cómodo. Y la mayoría de aquellos cambios, habían sido culpa del chunin, que durante unos segundos lúcidos entre la lujuria y la pasión de la temperatura volcánica de sus cuerpos rozándose enfundados en los uniformes, se dio cuenta de lo feliz que le hacía saber que Kakashi estaba bien. Estaba mejor desde que ambos compartían sus vidas.
Las manos bronceadas del de menor rango se entretuvieron en el cierre del chaleco gris pardo, mientras los labios del ninja copia se deshacían en besos húmedos y apasionados por su cuello, como intentando saborear cada milímetro de canela bajo su boca. Con aquellas atenciones, las manos bronceadas perdieron concentración en su tarea al tiempo que la respiración de Iruka se aceleraba suavemente, y sus caricias bajaron desesperadas rodeando la cintura estrecha del ex ANBU. Sus dedos bronceados palparon por encima del pantalón del uniforme, siguiendo la cintura del mismo, salteando sus dedos en los cuadraditos de piel cálida y lunar que se mostraban tímidos bajo la camiseta de rejilla de compresión estándar del equipamiento de cualquier shinobi, después de haber levantado y doblado la parte más baja del chaleco del uniforme del Hokage. Las yemas cálidas recorrieron en silencio, mientras dos pares de ojos de chocolate seguían sus propios movimientos con una mezcla hambrienta de pasión e impaciencia en la mirada.
Al mismo tiempo, los labios pálidos del Rokudaime se deshacían en pequeños besos húmedos en la piel canela tras la oreja derecha del maestro. Como consecuencia, Iruka se atragantó con su propio gemido mordiéndose el labio inferior, y centró su atención en cómo su tacto descendió sorteando las líneas oscuras de la rejilla dibujando aquel caminito de vello grisáceo que iba desde su ombligo hasta quedar escondido bajo la cinturilla de la parte inferior de sus vestimentas.
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El sabor de la felicidad
FanfictionSéptima parte de la colección "El Camino del Buen Shinobi" Han pasado unos meses desde que Naruto ha sido nombrado Séptimo Hokage de la Aldea de Konoha, y aunque las cosas hayan cambiado y la vida de Kakashi e Iruka se haya modificado con la renunci...