Que comience el juego.

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Si a un niño desde antes de aprender a hablar se le enseña que jugar es el significado de matar, y matar es el significado de jugar, el niño crecerá creyendo que así es, claramente que muy pronto descubrirá que está en lo incorrecto al escuchar que todas las personas que lo rodean le cambien su manera de pensar, por el simple hecho que son mayoría. Tarde o temprano siempre seremos influenciados por lo que la mayoría de las personas piensen o hagan, pero en mi familia eso es la excepción, no enseñaron a ser independientes en nuestra manera de pensar, a tener dominio propio. Nos da igual que vivamos en un mundo donde todos prefieran el azul, si nosotros preferimos el rojo, así será a menos que se nos antoje cambiarlo, muchas veces podría ser simplemente por algún interés social, politico o personal.

Me crecí creyendo que matar era jugar, y que jugar era matar, entonces crecí y entendí que las palabras no son nada más que un código abstracto para mantener un orden y así poder entendernos, pero que un lápiz tenga por nombre "Lápiz" solo es un nombre que el mismo hombre le dio para así poder identificar lo que es ese trozo de madera con carbón en su interior, claramente pudo haber tenido muchos otros nombres, sin embargo el hombre optó por nombrarlo "Lápiz". Es bastante parecido al lenguaje de la computación, un click puede tener muchas funciones si cambiamos los códigos, la "Z" podría convertirse en "A" aunque la letra en la que hayamos dado click haya sido la "Z"

Yo pude a ver tenido muchos otros nombres, si embargo me nombraron Arleist. Y así como al dar click en teclado se activa una orden solicitada ya programada, así también al decir mi nombre completo se activa una versión de mi que por años intente destruir. Después de años nuevamente ha sido dicha, y ya no hay vuelta atrás, ahora entiendo que jamás se irá.

La maldición de los Maquiavelo a resucitado, y yo soy el último heredero.

Después de haber intimidado al asistente con mi elegante y siniestra risa, sigo mi camino casi al final de túnel que lleva directo al campo juntándome con mi equipo, los hermanos Coffman.

—¿Y ahora que sigue? —sale mi pregunta uniéndome entre ellos que están esperando con ansias el momento. Literal estamos a tres pasado de pisar con nuestros pies el campo de batalla.

Los tres están con sus miradas puestas en el campo, y Zoé al escuchar mi pregunta da un paso atrás acercándose a mi. —Vamos a salir al campo hasta que mencionen nuestros nombres, siempre lo hacen, por eso es importante ir a anotarnos y más si eres nuevo. Pon mucha atención a las reglas que el presentador dará antes de que comience el partido. Estoy exageradamente nerviosa, siempre lo estamos antes de comenzar una pelea.

Zoé se escucha bastante calmada, me doy un breve momento para verla, y solo puedo decir que es muy tierna, sus ojos claros le quedan tan especiales en su rostro que la hacen lucir como una persona delicada y frágil, cosa muy opuesta a lo que existe en su interior, es muy fuerte y tiene una actitud bastante firme y segura de si misma, aún así somos seres humanos y los nervios siempre van de la mano.

Estamos a segundos de ser llamados por nuestros nombres para salir al campo, nunca en mi vida había participado en un deporte, y menos en un estadio, y si algún día lo imagine, puedo decir que nunca creí que iba a ser de esta manera, en un mundo extraño, con amigos, y en un partido de ¿Tequila?, me da tanta gracia, estoy a punto de jugar ¡Tequila! sigo sin entender el nombre. Como sea puedo decir que por primera vez puedo sentir el espectáculo que sienten los jugadores antes de salir al campo, este túnel, que me envuelve entre los vestidores y el campo, no es más que un espacio sagrado, cada segundo que se vive en este lugar antes de salir a jugar se transforma en un terreno oxigenante libre de tensión manteniendo una introspección calmada y tranquila.

Por lo general siempre antes de salir se comparte un mensaje final de motivación, pero en este caso el silencio es nuestra inspiración, y manteniéndolo Zoé abraza a Lacey su hermana mayor, apoyando su cabeza en el hombro de ella, en el mismo momento Lacey me toma de la mano izquierda y me acerca hacia ella sin la necesidad de hacer contacto visual. Que ella tome de mi mano después de llamarme animal, solo puedo decir que es de lo mas maravillosamente contradictorio que me he sentido en la vida, provocando un sonrisa estúpida en mi rostro. Por último Klayton se une abrazando a sus dos hermanas manteniendo una profunda paz.

Arleist Maquiavelo el liberador de las once bestias Donde viven las historias. Descúbrelo ahora