Capítulo 18.- Liberando la Luz (879)

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Alaia

—¿Te falta algo más hija? —preguntó mi madre que nos había ayudado a empacar aquel día.

—Aunque quisiera llevarme algo más, no tenemos mucho espacio —mire al suelo asustada—, mamá, muchas gracias por permitirme hacer esto… yo… yo prometo no dejarte sola.
Me sonrió, y me abrazó, sabía que no necesitaba palabras para esto.

—Se feliz hija, aunque no estoy segura de que esta sea la mejor opción, y me duele dejarte ir, pero sin un poco de egoísmo en esta vida no se puede vivir. —le sonreí, aunque no puede evitar que mis ojos derramaran sus lágrimas, me sentía como si fuera una despedida permanente, aunque estaba decidida a que no fuera así. Ella tenía que trabajar ese día por eso no nos acompañaba.

Solo unos minutos después subí la última maleta al taxi que habíamos solicitado para que nos ayudara con la mudanza.

Habíamos firmado por el lugar donde nos quedaríamos una semana antes, o bueno, Alan había firmado, pues yo no era mayor de edad aún para poder hacerlo.

—Se ve más lleno de lo que esperaba —dijo Alan mientras acomodábamos nuestras pertenencias.

—Supongo que Lucero y yo compartiremos lado de la habitación para nuestra ropa —le explique, mientras abría una de mis maletas.

—Es lo más conveniente —me respondió acomodando lo suyo.

Esa noche dormimos juntos, se sintió como la primera vez, extendimos nuestras bolsas para dormir en el suelo, y aunque sentía el impulso de estar cerca de él me alejé en lo posible. Me sentía súper rara, ese día había sido el cumpleaños de Lucero, y por alguna razón sentía que no podía dormir junto a él hoy.

Al día siguiente fue sábado, y ambos nos escabullimos hasta su casa.

—¿Recuerdas el plan? —me encontraba sumamente nerviosa, ya era la cuarta vez que se lo preguntaba desde que habíamos salido de casa para venir acá.

—Ya te dije que si —me respondió, mirando la hora en su celular, era casi media noche. Las luces estaban apagadas, faltaba una hora aún para el momento, pues habíamos acordado que sería a las una.

Ella fue puntual en encender la luz de su habitación a esa hora, era casi imposible que sus padres estuvieran despiertos pero igual no pensábamos hablar. Habíamos quedado en que cada quién haría su parte lo más silenciosamente posible.

Alan y yo habíamos atado una piedra a varias sábanas cómo una especie de cuerda y la lanzamos hasta su habitación, la vimos cogerla para atarla a otras sábanas adentro. Pronto empezó a bajar la otra punta con su mochila repleta de cosas, la abrí y metí todo a una de las maletas que habíamos traído.

Tuvimos que hacerlo tres veces hasta que finalmente ella nos dio la señal de que finalmente bajaría ella. La sujetamos con fuerza para que no se lastimara. Aunque golpeó por accidente una ventaja al bajar y sus padres notaron el ruido entre los tres sacamos las sábanas tan rápido como pudimos y salimos corriendo con las dos maletas rodando.

Corrimos tres cuadras antes de tomarnos un descanso, nos faltaba un par de cuadras más para llegar a donde nos esperaba el taxi que habíamos contratado para esto. Lucero estalló en risas.

—Esto es tan divertido, nunca pensé que haría algo como esto.

—Yo tampoco, pero debemos darnos prisa, que el taxi cobra por hora —le respondí.

—Cierto, además, creo que nos vieron —señaló Alan hacia atrás, y en efecto, dos figuras oscurecidas nos seguían a prisa.

—Tienes razón, nos debemos apurar —respondió Lucero con una sonrisa traviesa—, no queremos que capturen a su princesa de nuevo en esa torre.
Me reí antes de que los tres continuáramos corriendo, llegamos a una plazuela y ahí vimos al taxista que observaba su reloj aburrido. Abrió el maletero del taxi al vernos y ni bien lo alcanzamos subimos las maletas para luego correr dentro yo, fui delante, pues me pareció que tras tanto tiempo merecían un rato para ponerse al día.

—¿Y porque la prisa? —preguntó el taxista tras que le pidiéramos que arrancara rápido, aunque no se tomó demasiado en acatar nuestra petición— ¿No están haciendo nada ilegal verdad? —añadió— pregunto para saber si tendré que contratarme un abogado.

—No es nada ilegal, ya soy mayor de edad —respondió Lucero antes de continuar su charla con Alan.

—¿Un secuestro por amor?

—Bueno, mi novio no podía vivir sin ella, y sus padres no estaban muy de acuerdo con esto —le respondí.

—Vaya, a mis cuarenta a penas si logró mantener mi relación con mi esposa, y este chico tiene a dos chicas que se aceptan mutuamente —se río.

—Bueno, la verdad el no está tan enamorado de mi, originalmente eran solo ellos dos, y yo era solo amiga de Lucero, pero bueno, uno no controla sus sentimientos y Lucero se dio cuenta y le rogó a él que me diera una oportunidad también.

—Vaya, eso no se suele ver. Supongo que mientras todos sean mayores de edad, no pone en riesgo mi trabajo —lo decía con un tono que denotaba que le parecía que esto solo era un capricho adolescente.

—Yo aún no lo soy, pero mi madre está de acuerdo en que lo intentemos.

—Bueno, prefiero fingir que no escuché eso, solo por si acaso.

El Novio de mi Mejor Amiga Donde viven las historias. Descúbrelo ahora