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Caminaron hasta la pequeña oficina en uno de los rincones del museo, la puerta tenía una ventana traslúcida y en su parte superior señalaba a quien pertenecía.

Guatemala tomó el pomo y empujó hasta que se pudo ver el interior de aquella habitación con claridad, como Brasil lo había previsto gracias a las dimensiones de la puerta, el espacio era bastante reducido, apenas había una mesa con una computadora encima, y, en general, todo era un desastre de papeles, muestras y diferentes artilugios que seguramente usarían para estudiar los objetos, que luego presentaban en vitrinas.

_¿Quieres pasar de una bendita vez?- Brasil dió un paso adelante mientras su gesto se fruncía un poco, y una vez estuvo dentro, el más bajo hizo lo mismo y cerró la puerta tras ellos para dirigirse a su computadora.

Después de un rato tecleando y rebuscando en la máquina de escritorio, el de bandera azul dio un largo suspiro cansado _Como te dije, no esperes encontrar la gran cosa, yo mismo miré esto desde un inicio- Brasil se acercó para ver detenidamente las grabaciones mientras quien le acompañaba adelantaba y retrocedía según conveniese o se viera algo interesante.

Las cámaras apenas apuntaban a aquello que estaban buscando, la vitrina que contenía a la piedra se podía observar únicamente en algunas pocas esquinas con suerte, además de que la imagen estaba bastante borrosa para el gusto de cualquier investigador.

Guatemala dió un puñetazo a la mesa, el cual sobresaltó al de bandera verde, por evidentes razones, pero antes de que pudiera quejarse de su actuar impulsivo, el más pequeño ya se encontraba señalando a la pantalla con una mirada de rabia absoluta.

_¡Ahí están los desgraciados!- Brasil enfocó mejor su vista, y logró divisar un conjunto de manchas acercándose a la vitrina por uno de sus lados, para que luego esta estallara en pedazos y no quedará rastro de la piedra en los segundos siguientes.

_esto no ayuda en absoluto...- El de bandera azul se masajeó la frente intentando tranquilizarse _¡y tú tampoco aún siendo policía!- Brasil lo miró con los nervios acumulándose de nuevo _¡¡intento todo lo que puedo, pero este caso es imposible y tonto!! ¡¡¡A NADIE LE INTERESA ESA PIEDRA!!!-

_¡¡¡¡A MI SÍ!!!!-

El silencio reinó entre ambos, aunque sin que ninguno apartase su mirada de la del otro, estaban demasiado tensos y Brasil juraría que esos ojos turquesa empezaban a romperse. El más pequeño se levantó de su asiento por fin rompiendo el intercambio de miradas de odio y se acercó a la puerta por donde habían entrado _Necesito respirar lejos de ti, más te vale no tocar nada o juro que soy capaz de degollarte-

El portazo que dió no le importó en absoluto a Brasil, que se fuera solo le daba la paz mental, que necesitaba desde que lo vio entrar más temprano en su lugar de trabajo.

El de bandera verde respiró profundo hasta que finalmente se le pasó el enfado. En vista de que el otro no parecía que volvería pronto, decidió ver más tranquilo las cámaras repitiendo en bucle el cómo se rompían los cristales de la vitrina que guardaba la susodicha piedra.

Sus ojos vagaban en las pequeñas manchas que mostraban la imagen borrosa de lo que era un humano. Acercó la imagen del vídeo lo que le permitió la pobre computadora, pero era inútil, la imagen no se aclararía por mucho que hiciera más grande sus siluetas.

Brasil se echó hacia atrás dando un largo suspiro, lo intentó al menos, mínimo eso era lo que pasaba por su cabeza, daría la investigación como imposible de llevar a cabo por la falta de pruebas, y con suerte sus días volverían a ser normales, o mínimo lo que él entendía como normales.

Un pequeño sonido salió de uno de sus bolsillos, lo cual sin duda indicaba que había llegado un mensaje. Tras desbloquear su teléfono vio que se trataba de México.

°•Aroma a café y chocolate•°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora