Midoriya caminaba con pasos vacilantes, sus botas resonando en el suelo empapado de la caverna. El aire era pesado, cargado de un hedor a putrefacción y humedad que se pegaba a su piel como una capa invisible de suciedad. Sus manos temblaban, no solo por el frío que se filtraba en sus huesos, sino por el temor que le atenazaba el pecho. Cada sombra parecía tener vida propia, danzando y retorciéndose en los rincones de su visión, como si el inframundo mismo se burlara de su presencia. Con cada paso que daba, sentía el peso de cientos de almas perdidas observándolo desde la penumbra, susurros inaudibles rozando su oído y desvaneciéndose antes de que pudiera comprender su significado.
—Tienes miedo —comentó Todoroki, su voz suave, pero cargada de una gravedad que se mezclaba con el aire sombrío que los rodeaba.
Midoriya lo miró, sus ojos verdes brillando con la humedad de lágrimas contenidas. No quería admitirlo, pero cada fibra de su ser temblaba de terror. Su cuerpo lo traicionaba, y aunque intentaba mantenerse firme, sus manos seguían temblando. Apretó los puños, clavando las uñas en sus palmas en un intento desesperado por recuperar el control.
—No sé lo que está pasando aquí, y eso me aterra —respondió Midoriya, su voz apenas un susurro. Las palabras parecían arrastrarse por su garganta, como si el aire mismo en el inframundo fuera demasiado denso para hablar—. Todo es tan... frío, tan oscuro. Y... esos gritos. No puedo soportarlo.
Todoroki lo miró en silencio durante unos instantes, y aunque sus emociones estaban ocultas tras su mirada helada, Midoriya percibió un destello fugaz de dolor en sus ojos. Un dolor profundo y antiguo, uno que solo los que habitaban el inframundo podían conocer.
—Este es mi hogar —dijo Todoroki al fin, su voz amortiguada por el eco que resonaba en las paredes de piedra. —El dolor, el miedo... son parte de lo que somos aquí.
Midoriya sintió que algo se quebraba en su interior. La desesperanza lo invadía, envolviéndolo como un manto pesado e implacable. Se tambaleó un poco, como si el suelo bajo sus pies hubiera cedido un poco, y su respiración se volvió irregular, entrecortada. Su instinto de héroe, esa chispa que lo había guiado durante toda su vida, estaba siendo apagada por la negrura opresiva que lo rodeaba.
—No quiero quedarme aquí —dijo Midoriya, con la voz quebrada por el miedo y la tristeza. —Esto... no es donde pertenezco.
Todoroki no respondió de inmediato. En lugar de palabras, extendió su mano hacia Midoriya, lentamente, como si dudara. El bicolor acarició la mejilla de Midoriya con el dorso de sus dedos, su tacto frío pero sorprendentemente reconfortante en la penumbra. Midoriya sintió un escalofrío recorrer su espalda, no solo por el frío que emanaba de Todoroki, sino por la intensidad del contacto. Había algo en el gesto que lo confundía, una mezcla de ternura y posesión que no podía entender completamente.
—Lo sé —susurró Todoroki finalmente, con un tono que llevaba la carga de siglos de soledad. —Pero aunque quieras escapar, el destino ya está escrito. Te trajeron aquí por una razón... y esa razón es conmigo.
Midoriya lo miró fijamente, su mente enredada en una red de preguntas, miedos y emociones contradictorias. Sabía que había algo en el fondo de todo esto, algo más profundo que las sombras que lo rodeaban. Pero las respuestas aún se le escapaban, y mientras sentía la presencia de Todoroki cerca de él, una sensación de impotencia se apoderó de su pecho.
El sonido de un gruñido interrumpió el tenso momento. Cancerbero apareció de las sombras, su pelaje negro absorbiendo la poca luz que había en la estancia. Las tres cabezas del can gigante lo miraban con ojos brillantes y penetrantes, como si estuvieran evaluando su alma. Las garras del perro rasparon el suelo con un sonido bajo y ominoso, y cada uno de sus movimientos era un recordatorio de su poder bestial.
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Perséfone [Tododeku] [Corrigiendo]
FanfictionPerséfone es la diosa de la primavera y soberana del inframundo junto a su tío y esposo Hades. Ellos, a diferencia de los hermanos del dios, viven un fiel matrimonio, pero un día dos mortales se habían prometido secuestrar y desposar a hijas de Zeus...