La figura encapuchada avanzó lentamente desde las sombras, su presencia era como una bruma fría que ahogaba cualquier atisbo de esperanza en el aire. La voz que emergió de la oscuridad no era solo amenazante, era como el susurro de la muerte misma, helada y cargada de un poder ancestral que hacía vibrar el suelo bajo sus pies.
—Al fin te encontré —murmuró, con un eco que parecía resonar en el mismo tejido de la realidad, distorsionando el espacio alrededor.
Los que estaban cerca no pudieron moverse. El miedo no solo los paralizó, sino que parecía atraparles el alma. Uraraka sintió cómo el sudor frío bajaba por su espalda, mientras sus músculos se congelaban en su lugar. Su corazón latía tan rápido que pensó que se rompería en cualquier momento. Intentaba gritar, pero solo el silencio gobernaba su garganta, como si cada intento de hablar quedara sofocado por la opresiva presencia.
Los ojos de Izuku, aún perdidos en un trance, apenas registraban lo que sucedía a su alrededor. Pero, poco a poco, la voz de Uraraka, que había logrado reunir el valor suficiente, perforó esa niebla mental que lo aprisionaba.
—¡Suelta a Deku, villano! —exclamó, su voz quebrándose por la tensión acumulada. El eco de sus palabras resonó brevemente antes de ser tragado por el vacío oscuro que los rodeaba.
Izuku parpadeó, como si estuviera despertando de una pesadilla, y finalmente volvió a la realidad. Intentó mover sus brazos, pero la mano del encapuchado lo sostenía con una fuerza que no correspondía a su aparente fragilidad. La fuerza de esa mano era como un grillete hecho de sombras y acero, implacable y asfixiante. El sudor empezó a perlar su frente, la adrenalina inundando su cuerpo. Sabía que debía escapar, que sus compañeros estaban cerca y que los héroes profesionales no tardarían en llegar, pero algo en el aire estaba mal.
El ambiente no solo era oscuro, sino que parecía absorber toda la luz, como si el mismo mundo se estuviera desvaneciendo a su alrededor. El olor a tierra húmeda y flores marchitas lo envolvía, creando una atmósfera lúgubre. Cada respiración traía consigo una extraña mezcla de miedo y nostalgia, como si estuviera a punto de ser tragado por una tragedia inevitable.
Izuku calculó que usar el 5% de su poder sería suficiente para liberarse sin dañar a sus amigos. Sus músculos se tensaron mientras preparaba el ataque, pero justo en ese momento, fue depositado en el suelo del carruaje con una suavidad casi desconcertante. El contraste entre la fuerza brutal y la delicadeza lo desorientó. Sus piernas temblaron al tocar el suelo, y por un momento, dudó de la realidad que lo rodeaba.
Una mano fría tocó su mejilla. El contacto lo paralizó. Aquella mano, tan helada como la muerte misma, se deslizó suavemente por su piel, pero lo que más lo desconcertó fue lo familiar que se sentía ese toque. El frío no era solo físico, sino que parecía congelar algo dentro de él, un recuerdo que no lograba alcanzar.
—Tu mano está fría... —murmuró, casi sin darse cuenta. Sus dedos, temblorosos, se aferraron a la mano que lo tocaba, como si intentara compartir un poco de su propio calor, a pesar de que esa sensación lo llenaba de una inquietante calma. El toque era a la vez reconfortante y aterrador, como si estuviera interactuando con algo que pertenecía a un reino más allá del suyo.
Mientras tanto, Uraraka y los demás observaban con creciente desesperación. La luz en los ojos de su amigo parecía desvanecerse, como si algo lo estuviera tragando desde adentro. Iida frunció el ceño, su mente calculando cada posibilidad de ataque, buscando la forma de distraer al encapuchado. El frío en el aire hacía que su piel se estremeciera, pero sabía que no podía fallar.
—Voy a crear una distracción —susurró Iida con urgencia, mientras su mirada se encontraba con la de Uraraka.
Ella asintió, pero sus manos temblaban, a pesar de que intentaba mantener la calma. El plan era peligroso. Si cometían un error, Izuku podría quedar atrapado para siempre en esa pesadilla.
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Perséfone [Tododeku] [Corrigiendo]
FanfictionPerséfone es la diosa de la primavera y soberana del inframundo junto a su tío y esposo Hades. Ellos, a diferencia de los hermanos del dios, viven un fiel matrimonio, pero un día dos mortales se habían prometido secuestrar y desposar a hijas de Zeus...