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Hoy es uno de los días en los que me siento tan vacía que no soy capaz de sonreír, ni siquiera al cielo gris, el que proporciona felicidad a la que está escribiendo estas líneas...

Te vi de lejos, mientras bajaba las escaleras, pero lo agradecí porque me relajé un poco, y la tensión que había en mi interior comenzó a salir.

Y quién diría que una mirada puede causar tanto bien.

Tuve que esperar dos horas para verte más de cerca y... solo de pensarlo una sonrisita aparece en mis labios. Estabas parado, de pie, con las manos en los bolsillos hablando con el chico de ojos vacíos; levantaste un poco la mirada y me viste.

Echaste la cabeza hacia atrás y dejaste un hermoso cuello a la vista, con una marcada nuez en la mitad de este. Volviste a colocar la mirada en el sitio inicial, te mordiste el labio y sonreíste tímidamente. Tu mirada en ese momento era digna de observar, hasta que el chico de ojos vacíos te despertó de ese mini paraíso de miradas que habíamos creado.

Me has alegrado el día, gracias.

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