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Estaba apoyada en la pared mirando por la ventana.

Apareciste en mi campo de visión.

Te quedaste frente a mi. 

Un metro nos separaba.

Nunca habíamos estado tan cerca y no me he podido dignar a mirarte a los ojos.

Y maldigo mi estúpida decisión porque hubiese descubierto de qué color eran tus ojos.

La maldigo de veras.

Espero que mañana se repita y que pueda suceder lo que tanto tiempo llevo esperando.

Si ocurre, mis pequeñas lectoras quizás sean felices.

¿Probamos a rezarle al ente que hace que la gente se enamore?

Recemos pues.

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