4. Mensajero

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Una gota sucia caía una tras otra de las tuberías oxidadas en la estación del respiradero, las abundantes coladeras destilaban una neblina espesa y grisácea que salía disparada cada poco tiempo mientras que las personas que caminaban abarrotadas en las calles eran por decir un adjetivo "diversas".

Cuando los casquillos pisaron por primera vez el suelo de la "ciudad naciente de Zaun" lo primero vio fue la agarradera mohosa que ya nadie usaba para descender del transportador. Había escuchado historias del lugar, el distrito suburbano que servía como cimiento para la dorada Piltover. No la despreciaba, de hecho, era bastante similar a muchos de los pueblos que habían conquistado, pero el tiempo en que tardaron en revelarse fue... bueno, más lento de lo que esperaría de un sitio orgulloso, eso tampoco lo ayudo a alzarlo entre sus opciones más obvias, sin embargo, sí había algo que les reconocía y respetaba, era su manera directa de enfrentar los problemas.

—No me gustan los rodeos...— advirtió la regente de la casa Medarda quitándose la capucha mientras revelaba un respirador de aire recién adquirido.

—Y no los tendrá Lady, la nueva "gobernadora" está dispuesta a recibirla de inmediato—aseguró el muchacho al que ya todos acostumbran llamar por su nombre artístico y que fungía como su enlace e informante más eficiente hasta ese momento.

En la ciudad industrial, pese a ser observados por ojos peligrosos, nadie se atrevió a acercarse y mucho menos a atacarles, cortando el tiempo hasta llegar a una especie de bar lleno de gente extravagante y ruido exagerado, la base en donde la nueva líder de Zaun los estaba esperando.

Atravesaron a las personas, subiendo por las escaleras que le indicaba un hombre lleno de tatuajes y goggles de lentillas oscuras hasta llegar a una modesta oficina en la cuarta planta de aquel local. Cordero estuvo a punto de tocar la puerta, pero tras ella, una conversación o mejor dicho, una discusión se estaba llevando a cabo.

—¡Yo no soy Silco!—fue una voz mujer, una dura y con tintes de enfado.

—Eso ya lo sé— hubo otra voz también femenina, más dulce y suave, pero que transmitía mucha más emoción que la primera.

—¡Vete!, ¡No quiero ver tu cara ahora!—Ordenó la mujer de dentro y se escucharon los pasos pesados en su dirección.

Al abrir la puerta de golpe, una chica de cabello azulado y largas trenzas paso junto a ellos sin reparar en su existencia. Cordero frunció el ceño, disgustado por los pocos modales, pero no muchos en Zaun estaban dispuestos a hacer enfadar a la bala perdida.

—Pasen—Se escuchó una voz desde dentro, Ambessa observo a la chica marcharse con un ápice de curiosidad. En esas ciudades el peligro parecía tener más de una forma— ¿Qué es lo que quieren?—preguntó sin demora la anfitriona mientras se quitaba una mano del entrecejo.

—Señora Zevika ella es...—intentó presentarla Cordero, sin embargo, la mujer se adelantó, quitándose parte de la túnica para mostrar la armadura y colores de su pueblo.

—Ambessa Medarda, general de Noxus—se presentó y Zevika frunció el ceño lanzándole la primera mirada agresiva de aquella conversación, no obstante, no duro mucho, cambiando rápidamente a una más indiferente después de un suspiro— déjame sola Cordero, y has lo que te ordené—El chico se inclinó, saliendo de lugar a la brevedad.

—Escogió un mocoso para ser su enlace—lanzó Sevika cuando el muchacho se fue mientras la invitaba con su mano a sentarse al frente de ella.

—Por lo que vi no soy la única que acoge niños en sus filas—contestó y ambas, después de un silencio moderado, asintieron aceptando una sutil tregua verbal.

—¿Qué es lo busca en Zaun, Ambessa?—preguntó otra vez Sevika, sentándose también.

—Nada que no puedan darnos, pero, específicamente, necesitamos armas, las que ustedes bien saben proveer— afirmó mientras miraba por la ventana el paisaje lleno de fábricas clandestinas.

Cicatriz Noxiana | JayVikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora