Capítulo 17

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Mario

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Mario

Será como tiene que ser, sucederá lo que tenga que suceder. No estaba dispuesto a no ver la realidad en la que vivía y cierto es que mi realidad siempre tuvo un nombre y ese es el de la mujer que ahora mismo estaba tumbada junto a mí y en su cama.

—¿Y cómo supiste que Volker no estaba en casa? —su pregunta llega a mis oídos haciendo que vuelva del trance en el que me encontraba.

—Lo supe y ya, no tienes que preocuparte de eso, Leyna.

Mis palabras no fueron suficientes para que comprendiera que ahora mismo deberíamos disfrutar del momento y no perder tiempo en otra cosa. Alza su rostro que estaba recostado sobre mi pecho y me mira bajo la luz de la luna.

—¿Estabas en el hotel con él y las españolas?

Me pierdo por un momento en sus hermosos ojos—. No—contesté muy seguro.

—¿Y entonces?

Bailo sobre sus labios mientras su respiración se acelera y su piel la siento arder. La deseaba tanto o más que ella a mí. La besé por unos segundos y luego suelto sus labios hinchados por el beso y contesto:

—Volker me llamó mientras salía de la casa, me comentó sobre un asunto de la empresa y de paso me dijo que iba a pasar la noche en el hotel con su novia. Claro está que me afirmó sin darse cuenta de que ibas a estar sola y que él volvería en la mañana temprano para que no notes su ausencia.

Y entonces su expresión se relajó y volvió a recostarse sobre mi pecho, pasando su mano por mi cintura y su muslo sobre el mío.

Sé que nuestra relación lo van a ser iguales que las otras, no puedo llevarla a cenar, ni a caminar por el lago agarrado de la mano. Al igual que sé que no voy a impresionarla con adquisiciones o mis triunfos del día a día. Pero tampoco no voy a permitirme que lo que estemos creando se forme en lo común, porque prefiero tomar impulsos hacia adelante en medio de la oscuridad para poder tocarla y besarla en silencio que esperar a que salga el sol lejos de ella.

—Entonces ¿serás abogada? ¿Ese es tu sueño?— conversamos de casi todo.

—Ajá... mis padres fueron abogados, Volker es abogado y yo debo serlo también. Es una tradición familiar.

—A veces las tradiciones están hechas para romperse, no debes de hacerlo si no quieres.

—Tienes razón, nadie me obliga a serlo, pero amo estudiar derecho. Lo llevo en la sangre.

Sonreí le di un beso en la frente mientras la apretaba más a mi cuerpo—. Serás una gran abogada. — Arquea una ceja y me mira—. Lo llevas en los genes— sonrió y ella me besa lentamente, muy suavemente y posicionándose sobre mi cuerpo. Mis manos se dirigen hacia sus caderas y el chasqueo de nuestros besos llenan la habitación, poco a poco la excitación se apodera de mi ser y me olvido de quien es y me apodero de su nuca para sostenerla sobre mi boca con intensidad, profundizando más ese beso que inició ella y terminó por llevarla a mi manera. Con fuerzas me incorporo y la tumbo sobre el colchón y con mi pierna entre sus muslos, dibujo líneas sobre su cuello y con los ojos cerrados gime mi nombre.

Hasta que salga el solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora