Capítulo 46

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Mario

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Mario

Y al final, no nos damos cuenta de cómo empezó hasta que te enteras de cómo quieres que acabe, entonces es cuando entendiste que no se elige si no se acepta lo que ya estaba predestinado para nosotros. Hoy en día puedo decir que mi destino siempre estuvo al lado de ella. Que si no fuera por su valentía, quizás no hubiéramos llegado a ser lo que éramos ahora mismo, mi prometida, mi amiga, mi amante, mi mujer, mi futuro.

—¿Dónde está? — Leyna llega a mí al verme parado frente a la casa de la madre de Amelia.

—Está con tu hermano, cálmate. Ella está bien y solo fue un susto.

—Gracias a Dios— acaricié sus mejillas mientras siento como su cuerpo descargaba esa tensión que nos azotó a todos.

—¿Estás bien?

—Solo un poco confusa, no entiendo por qué Amelia no me llamó.

—A veces estar solo es la mejor compañía que necesita uno.

—No sé, pero estaba rara desde que llegamos a casa la noche de mi cumpleaños.

Sonreí.

—Quizás tu hermano tenga algo que ver con eso. Pero todo a su tiempo. Que ellos mismos confirmen lo que tenga que confirmar.

Curvó sus labios y asintió. Atraje su rostro al mío y la besé—. Ahora veámonos. Avísale a esa señora que su hija está bien, y recoge tus cosas. Te espero aquí.

La vi marcharse para hacer lo que le había pedido, ella era perfecta para mí porque a su lado sentía lo que tanto me faltó.

Esa noche me la pasé conquistando su cuerpo, rozando su piel hasta que el calor alcanzó su punto más alto. Leyna es mi consuelo, mi luz, mi sol.

—¡Buenos días, princesita!

—Nooo... Mario, deja de llamarme así— sonreí y mordí el lóbulo de su oreja, con mi barba de tres días empecé a hacerle cosquillas y las risas no tardaron el nublar mi casa.

Me di cuenta también que ella es y será mi válvula de escape. En ella puedo acudir para sentirme arropado en mis días malos. En los momentos que me sienta cansado y con tan solo mirarme me dé cuenta de que vale todo tipo de cansancio si es a su lado.

—Sabes aún recuerdo cuando le dijiste a mi hermano que no sentías mariposas por mí, sino elefantes golpeándote con fuerzas.

—Así es, contigo, no solo tengo un nido de mariposas en mi estómago. Si no pisadas de elefantes que arrasan con todo a su paso.

Se sonrojó y sonreí.

—Eso es lo que causas en mí.

—Uf... se me hormigueo la piel— me enseñó su brazo al erizarse.

Entonces sostuve ese brazo que me enseñó y caminé sobre él con mis labios, haciendo que esta reaccionara más y más a mi tacto.

—Tú eres la calma y a la vez el huracán que puede conmigo.

Dicen que el mejor negocio es el que llegarás a compartir con la persona que él mismo corazón escogió para ti. Que las ganancias de este son compartidas incondicionalmente, que no esperas a que un contrato te separe, que no tiene fecha de caducidad si esa persona es la correcta y que, en vez de perder, ganas. Es lo mismo a decidir, tomar una decisión en nuestra vida no es tan complicado como llegamos a creer, solo hace falta saber elegir entre las opciones que llegamos a tener. Sin prisa, pero sin pausa. Eso es.

—Hola— saludé a Volker con el ceño fruncido. Este estaba confuso, raro o no sé qué narices pasaba por su cabeza.

Leyna salió a su casa, y Volker vino a verme.

—No sé por dónde empezar, Mario.

—Desde el principio.

—Es que, no es tan fácil y a la vez si lo es, pero siempre lo complico todo.

—¿Qué te pasa?, dime lo que necesites decir. Seguimos siendo amigos— me empecé a preocupar.

—Es que es ella.

No entendía.

—Ella es mi problema.

—¿Leyna? ¿Amelia? — hago una mueca de confusión.

—Amelia, ella es mi dolor de cabeza.

—¿Y cuál es el problema?

—El problema es que me enamoré. Y se lo dije ayer.

Sonreí y me sentí aliviado, parecía que le pasaba algo grave.

—¿Y qué hay de malo en eso?

Este se queda pensando, mirando a un punto fijo.

—Volker, no necesitas encontrar una palabra exacta para eso porque no la tiene. Es solo dejarse llevar por lo que uno siente y ya. No tiene nada de malo amar a alguien menor a ti. Solo es un número.

—Que no es la edad lo que me tiene así. Joder, parece que dejé a todo el mundo que la edad era lo importante cuando no es así.

—¿Y qué es, entonces?

—Tengo miedo de lastimarla, de hacerle daño, de que no sepa cómo llevar lo que siento o que simplemente le corte las alas porque quiera que esté más tiempo conmigo.

—En ese caso, tendrás que saber qué pasarás días sin verla, sin tocarla, sin olerla— pienso en Leyna mientras hablaba—, sin tenerla de frente y comerle los labios. Será difícil, pero todo pasará. Mientras ella construya su futuro, tú la estarás esperando con ansias y aprenderás a esperar y tener paciencia.

—Esto también lo estás diciendo por ti.

—Así es, también lo digo por mí. Porque después de una espera necesaria, me queda una larga vida a su lado y un fueron felices para siempre. Con mis hijos creciendo y llenándome la casa de amor.

—Joder— musitó.

—Hemos esperado muchos años esperando a la indicada, qué más da esperar unos cuantos más. Al menos esta vez la espera será diferente, porque ellas estarán ahí esperando ese día también.

—Al parecer ambos teníamos que vivir lo mismo, parece surrealista.

Asentí con los labios curvados.

—Eso parece.

Susurré, como dije antes, no es difícil tomar una decisión cuando tenemos muchas opciones para escoger, pero a la buena elección no son fáciles, por eso es mejor crearlas y armarse de paciencia. Porque la paciencia es el arma secreta de cualquier dificultad.

 Porque la paciencia es el arma secreta de cualquier dificultad

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Hasta que salga el solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora