Siete.

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Christine condujo por horas, sin paradas, casi olvidando que estaba conduciendo. La radio se mantuvo apagada, el sol le golpeaba la cara ojerosa llena de pecas apenas visibles y los ojos rojos fueron desapareciendo conforme se acercaba a su destino.

Lo haría bien, fingiría por él, para algo había estudiado actuación, ¿qué no?

Paró en el estacionamiento de la escuela y tomó su maleta y todo lo que había llevado consigo, excepto su alma, esa se había quedado junto al beso de despedida que le dió a la abuela. Suspiró y salió del auto con calma, caminó por el estacionamiento y tomó una bocanada de aire antes de entrar al recinto.

Al abrir la puerta el bullicio la tomó por sorpresa, pero le reconfortó en la misma medida.

- ¡Christine! -exclamaron Paulo y Erik al verla.

Raoul fue más rápido y tomó su maleta con delicadeza, Meg corrió a abrazarla mientras los dos maestros caminaban hacia ella.

- ¿Dónde estuviste criatura? -preguntó Paulo sosteniendo su mano cuando Meg la soltó-. Pensé que no llegarías al estreno, casi me vuelvo loco.

Christine sonrió con simpleza.

- Tuve que visitar a mi abuela de emrgencia -respondió mirando los ojos cielo de Erik, este le sonrió, después volvió la vista a Paulo-. Todo está bien, lamento haberme marchado sin dar explicaciones.

- Pues a ensayar, querida, que tenemos el tiempo encima.

Christine sonrió y caminó hacia los vestuarios seguida por Meg. La rubia la miró incrédula mientras Christine se cambiaba rápidamente.

- ¿Qué ha sido toda esa felicidad fingida frente a todos? -preguntó la rubia.

- Tengo que mantenerme estable, al menos hasta el estreno, no puedo ponerme a llorar por los pasillos.

- ¿Qué te ha dicho tu abuela?

- Que no soy la Daaé - respondió cortantemente mientras se ajustaba el corsé-. Pero eso tu ya lo sabías, ¿no?

Miró a Meg con dolor y la rubia miró al suelo.

- Perdóname, Christine, quise hacerlo, pero mi madre no me dejó.

- ¡Debiste contarme lo que pasaba!

- ¡No podía hacerlo!

- ¡Tenía la esperanza de ser ella!

- ¡Yo también, Christine, eres más mi hermana que ella!

Christine sonrió por encima de sus lágrimas al escuchar eso y abrazó a Meg con fuerza, trató de contenerse, pero se desplomó sin previo aviso. Meg la sostuvo con todas sus fuerzas y la cubrió con sus alas de ángel protector sobre el suelo mientras Christine sollozaba.

- Me estoy muriendo, Meg -susurró apenas audiblemente-. Pero no quiero alertarle, quiero liberarlo, que encuentre la luz.

- ¿Qué dices?

- Que tengo que encontrar la forma de hacer que viva para que él pueda reencontrarse con ella algún día.

- Pero la Daaé jamás ,lo amará, ¿no lo entiendes?

- Lo único que entiendo es que yo no soy lo que él ha buscado por tantos años.

- Podrías serlo...

- Meg, ya he tomado la desición, no voy a llenarme la cabeza con cuentos de hadas. Ahora si me permites -dijo levantándose del suelo-, tengo que ir a mi ensayo.

Meg asintió siguiéndola, pero antes de salir Christine se giró a ella y dijo:

- Tu también eres mi hermana, Meg Giry.

Y salió a encontrarse nuevamente con el bullicio del lugar.

Más tarde fue al comedor de la escuela, no había probado bocado desde hacía un día y el ensayo casi la hace desmayar. No había tenido oportunidad de hablar con Erik, el estaba ocupado ensayando con las coristas y ella con Paulo, así que internamente lo agradecía.

Tomó un poco de ensalada con pollo, un suero hidratante y un refresco para recuperar azúcar, se sentó en una de las mesas y comenzó a comer tranquilamente. Aunque a los pocos minutos apareció Erik con una charola de comida y ella maldijó para sus adentros.

- ¿Te molestaría si cenamos juntos? -preguntó amablemente.

-No, por supuesto que no -le sonrió.

Erik se sentó frente a ella y le sonrió antes de comenzar a comer junto a ella. Christine dio un sorbo a su suero para deshacer el nudo en la garganta.

- ¿Te encuentras bien? -preguntó Erik.

- De maravilla -mintió.

- ¿Ya no te encuentras asustada?

- Jamás lo estuve, sólo estaba procesando -volvió a mentir.

Erik sonrió.

- Me alegra, eso quiere decir que estamos bien, ¿verdad?

- Por supuesto -sonrió.

-Mañana es tu gran día, no podría encontrarme más feliz. Te lo mereces más que nadie en este lugar y en este mundo.

Erik acercó su mano con cautela a la de ella y la sostuvo suavemente, Christine creyó que se derretía bajo su toque y por un momentó se olvió de todo su dolor. ¿Cómo podrían no estar destinados?

- Gracias, Erik.

- Gracias a ti, Mi ángel.

Christine lo miró con ternura y sus ojos se iluminaron con dolor que el interpretó como amor.

- ¿Quisieras que hiciéramos oficial lo de nosotros mañana después del estreno? -preguntó Erik tomando a Christine por sorpresa.

La castaña quiso gritar que no, aunque ese no significaba en realidad sí, ¿qué pasaría? ¿Cómo iba a manejar esto?

No había tiempo para pensar, tenía que responderle, así que tan sólo susurró:

- Sí, claro que sí.

Erik se levantó y se arrodilló junto a ella, tomó su rostro con delicadeza y ella el de él y unieron la promesa con  un beso tierno, de enamorados de secundaria.

- Mañana -prometió Erik.

- Mañana -sentenció Christine.

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⏰ Última actualización: Jan 09, 2022 ⏰

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A time for us/The Phantom Of The Opera.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora