Seis.

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Christine escuchó por horas a su abuela, le confesó secretos jamás contado de la ópera, escudriñó entre los libros llenos de fotos y cartas a la verdadera y única Christine. 

Rió, lloró y tembló ante los relatos. 

Todo, para que al final sólo una pregunta saliera de sus rojizos labios entreabiertos:

-Entonces, no soy ella, ¿verdad?

La abuela interrumpió abruptamente su charla y junto los labios con fuerza.

-No -se limitó a responder-. Me temo que no.

-Pero, ¿qué hay de él? Él...

-El es el verdadero Erik Destler -la interrumpió de golpe-. Igual que Meg y la señora Giry.

-Pero, ¿cómo es posible, abuela, cómo?

La abuela se levantó del sillón en el que había permanecido sentada por horas y caminó hasta la ventana frente a Christine, la puesta de sol estaba en su esplendor, a punto de caer la noche.

-Cuando dejó ir a su verdadero y único amor, no sabía que estaba sellando su destino. Cuando supo que su amor era verdadero para Raoul, no le quedo más remedio que dejarla ir, no deseaba convertirse en el monstruo que todos decían que era. Así que la dejó marcharse, aún con el vestido de novia y el anillo de promesa.

Christine derramó una lágrima antes de que la abuela continuara.

-Sin embargo, conforme pasaban las horas, comenzó a necesitarla casi de manera enfermiza y conforme pasaban los días, al darse cuenta de que no podía escribir nada sin ella, confirmo la manera en que la amaba: celosa. La quería sólo para él y para su reino de tinieblas.

-Dios mío... -susurró Christine con el sabor salado de su llanto.

-Así que cuando se recostó sobre su lecho, meses después de apenas haber probado bocado y bebida, sabiendo que iba a morir... -la abuela se giró a la chica de nuevo-. Le pidió a aquel dios misericordioso en el que nunca creyó, que lo dejara volver a nacer. Juró encontrarla, sin importar cuanto tiempo le llevara y ser bueno por ella, para ella... Y murió, tan solo como lo estuvo toda su vida.

-Al parecer aquel dios misericordioso lo escuchó -se burló con amargura Christine.

-Y no sólo eso, borró su cicatriz, casi definitivamente.

-¿Qué hay de Raoul? ¿Por qué si Christine huyó con él como quería, está aquí?

-Conoce la historia, igual que tu ahora y no perdona a Erik. Quiere quedarse contigo a toda costa y deshacerse de él.

-¿Por qué querría eso? ¿Qué gana? -Christine empezaba a impacientarse.

-No gana nada y sus razones sólo el las sabe, pero debes de detenerlo.

-Debo dejar que Erik viva.

-Así es, piensa mi niña, ¿para qué?

Christine repasó en su cabeza todo lo que ahora sabía y se levantó a dar vueltas con las estrellas a su espalda. Sabía sin duda que tenía que mantener vivo a Erik y sin embargo, desconocía la razón. Sin duda, ella no era la Daaé, así que el juramento de Erik no tenía validez.

-Yo no soy a quién busca, ¿cierto? -la abuela asintió-. Entonces tengo que mantenerlo vivo para que...

Christine paró de golpe cuando lo entendió.

Sus ojos brillaron con las lágrimas contenidas y la abuela supo que ahora lo sabía.

-No... -susurró la castaña apenas de manera audible.

-No tienes que hacerlo -trató de reconfortarle la abuela.

Sintió que iba a llorar, sin embargo ninguna lágrima resbaló por sus mejillas.

-Tengo que dejarlo ir, ¿cierto?

-Es un sacrificio.

-Lo es -dijo desahuciada.

 -Piénsalo. Puedes quedarte aquí o puedes volver ahora mismo.

Christine tomó su bolso de la sala.

-Yo no soy la Daaé -dijo con firmeza mientras caminaba hacia la puerta- Yo lo amo. No lo voy a dejar solo.

En cuanto estuvo dentro del auto, supo que si iba no había vuelta atrás y sin embargo, no lo dudo ni un segundo.
















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Arriba el link de la playlist con todas las canciones que sean mencionadas en la novela y con las cuales me inspiro al escribir.

Gracias a los que siguen aquí, de verdad. 

A time for us/The Phantom Of The Opera.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora