Capítulo 25: Te quiero para siempre.

1K 55 12
                                    

—Espera, Natalia, no corras.

Pero corro, corro porque no sé hacer otra cosa, porque no entiendo qué está pasando, no entiendo cómo llegué hasta aquí pero tampoco tengo ganas de cuestionarmelo. Paso por un grupo de personas al grito de "perdón". Cruzo un portón enorme y de repente estoy en el estacionamiento. Entonces, oigo que sus pisadas se detienen y me abandonan. Corro un par de metros más pero me obligo a parar.

—No tenía que pasar así, no deberías ser tú la que corre atrás mío —digo, jadeando.

Las lágrimas me empañan la vista y el cansancio por mi carrera me impide decir cualquier otra cosa. Ella no dice nada y yo no me giro a verla. Me da vergüenza. Me estruja el corazón esta situación. Pero entonces sus pasos se acercan hacia mí y mi corazón empieza a latir más y más rápido. Sus pies se detienen antes de que estemos demasiado cerca pero puedo sentir su perfume y su respiración a menos de dos metros. Mis rodillas se vuelven débiles de repente y tengo que esforzarme por mantenerme de pie. Aun así no me animo a decir nada.

Alba toca mi hombro y la sola sensación de tenerla junto a mi me dispara mil quinientas sensaciones y emociones por segundo, tantas... pero todas se resumen a una sola y esa es la que siempre fue: amor. Por un momento ni siquiera respiro. Después, retira su mano y cuando parece que se va a ir, las ganas de darme vuelta le ganan al miedo y le tomo la mano para girarla y ahora nos estamos viendo a los ojos por primera vez en no sé cuántos meses. No me salen las palabras pero sé que sus ojos pretenden decirme que a ella tampoco.

—Perdóname —le pido en un susurro. No responde—. Tuve miedo, me asusté. Me asustó tenerlo todo por primera vez. Mi carrera yendo viento en popa, mi familia unida, los fans que me querían y toda esa presión y tú... encontrarte ahí fue... algo mágico y no hay un día en que no me arrepienta de echarlo a perder por miedo. Porque fue miedo, Alba, te lo juro, no fue otra cosa. Ni lo quise ni estuve cerca de quererlo y... cuando te vi cantando en ese escenario hoy supe que tenía que decirte todo esto aunque para ti ya no signifique nada.

Alba me mira por un par de segundos mientras proceso todo lo que acabo de exteriorizar.

—Yo...

En realidad mis rodillas nunca dejan de flaquear pero en ese momento siento que estoy llegando a un punto cúlmine de nerviosismo.

—No hace falta que digas nada, Alba, yo es que necesitaba decirte esto pero ahora... puedes... puedes volver al reci.

—Déjame hablar, por favor, yo también lo necesito

—Vale, vale.

—Cuando te fuiste... yo... no pude evitar preguntarme si yo era el problema y eso... eso me mantuvo despierta por muchas noches y... ahora que estás aquí me pregunto si todo eso nos lo hubiéramos ahorrado simplemente... no sé, comunicándonos. Y no sé si ahora... no sé si con él te comunicas pero yo... no puedo volver a eso, no puedo volver a dudar de mí misma, Natalia, ¿lo entiendes?

—Yo... —Alba me mira expectante -ya no estamos juntos, y la verdad es que no sé si alguna vez lo estuvimos realmente. Alba, tú siempre estabas en mi cabeza, ni por un momento pienses que pude olvidarme de ti.

—¿Entonces por qué te fuiste? ¿Por qué me hiciste creer que era más fácil huir de nosotras?

—Nunca quise lastimarte.

—¿Qué pretendías, Natalia? ¿Qué pensaste que iba a pasar cuando te fueras? Mejor aún, ¿qué piensas que va a pasar ahora?

No sé. No pensé esto, no analicé cada uno de mis movimientos. No tengo una respuesta para darle. Así que me quedo parada en donde estoy, estática. Esperando un milagro. Esperando que no eche a correr a la primera. Rogando que no me deje a mitad de este estacionamiento. Y no sé por qué pero no lo hace. Aunque tampoco dice nada. Carraspeo para motivarme.

—No lo sé —digo finalmente, sin encontrar una mejor respuesta —Cuando te vi ahí... Y no pensé que me seguirías, simplemente corrí porque me di cuenta de que es lo único que sé hacer.

—Ya... y yo te seguí porque es lo único que sé hacer pero, Natalia, esto termina aquí y ahora.

Sus palabras me caen como un balde de agua fría pero al mismo tiempo sé que lo supe todo este tiempo. Todos estos meses con Polo, todas esas noches sin dormir, el día en que me fui, mis cajas en su portal, las llaves y la nota que pasé por debajo de la puerta, su unfollow en todas las redes, sus amigos evitándome, nuestros amigos guardando silencio...

—Lo sé.

No puedo decir nada más y aunque parece que ella quiere hacerlo se nota que tampoco puede. A pesar de la oscuridad, puedo ver sus ojos llenándose de lágrimas, puedo sentir su pulso acelerado, el viento alborotando su pelo, mis ojos empañándose.

Me acerco por instinto. Un paso a la vez. Si alzo mi brazo podría tocar su hombro y si lo subo un poco más quizás acariciar su mejilla. Me mira a los ojos y me detengo en seco.

—No sé por qué lo hice pero me arrepiento, Alba y sé que me voy a arrepentir siempre.

—No sé por qué te seguí hasta acá pero... sé que no puedo volver a hacerlo.

El frío comienza a soplar en mi pecho. Me mira una vez más. Parece que no tiene ningún apuro y yo sinceramente nunca he querido retener tanto los segundos. Pero se escurren entre mis dedos, así como Alba, que se da media vuelta y comienza a alejarse. La veo hacerse pequeña ante mis ojos, sé que es lo que toca, sé que así tiene que ser y aún así el corazón me escuece como nunca.

—Te quiero —susurro cuando estoy a punto de perderla de vista —te quiero para siempre.

el amor después del amor | albaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora