Iba caminando feliz por el pasillo, llevaba un par de globos con helio. Inclusive el día estaba un poco más soleado, y las nubes le daban al cielo un toque muy lindo, creando figuras. Era hermoso, y la brisa era espectacular, golpeaba mi rostro dulcemente.
Pero ahora estaba mucho más emocionada, era el cumpleaños de Francis y por eso eran los globos. Quería desearle un muy feliz cumpleaños antes de ir a clase. Sabía que él no querría tenerme a su lado, por eso lo haría ahora.
La gente por lo particular me veía extrañada, como si estuviera loca. Pero eso yo también lo pensaba, así que no era muy importante.
Y entonces lo vi, con su uniforme muy bien planchado y su cabello muy bien peinado. Se veía tan atractivo.
—Ay no lo puedo creer —escuché a uno de sus amigos.
—¿Ya viste quién viene? —le dijo otro y éste volteó hacia mí. No les tomé importancia.
El único que me importaba ahí era Francis. Era raro porque era un amargado y apático, pero me parecía interesante como podía haber tanta amargura en un chico de diecisiete años.
—¡Francis! ¡Hola! —mordí mi labio inferior demostrando mi emoción.
Él estaba con sus amigos así que estos igual me miraron raro, inclusive con una sonrisa divertida. Francis se acercó a mí, yo le mostré los globos.
Pero su reacción no fue lo que yo esperaba.
—¿Qué haces aquí, Katrina?
Cuando decía mi nombre completo, significaba que estaba molesto.
—Es por tu cumpleaños. Feliz cumpleaños —sonreí, eso no le agradó—. Sabía que estarías con tus amigos todo el día, así que para no...
—Me haces pasar el ridículo, Katrina.
—Me gusta más cuando me llamas Kat... —susurré.
Mi sonrisa desaparecía cada vez que él hablaba.
—¿Y qué es esto? ¿Uhm? —no respondí—. Por favor dime que no los traes para mí.
—¿Qué? Claro que no... —no tenía palabras—. Hoy es el día de traer globos. Disculpa, tengo clase.
No iba a dejar que siguiera hablando, no quería que la poca sonrisa que me quedaba desapareciera por él. Yo no lo había puesto en ridículo, él a mí sí y...
Me escondí en un pasillo y sollocé cubriendo mi boca. Reprimí las ganas de llorar que tenía y caminé hacia clase.
Me di cuenta que... Francis Reed no tiene remedio.
[...]
Recordé que papá siempre estaba en su oficina, obviamente para comer. Así que, llegué a la cafetería por mi almuerzo, todos me miraron por la alegría que llevaban aquellos globos.
Con la mirada hacia al frente caminé por las mesas para tomar una bandeja. Las miradas de todos no me gustaban, era incómodo saber que todo el mundo te ve y cuchichea sobre lo ridícula que te ves.
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Originales del EBDLF
Teen FictionBienvenida a los adelantos de las próximas historias del EBDLF.