Por la Anécdota

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A mitad del camino empezó a llover, cómo podía un día llegar a ser más deprimente. Corrí por la calle en la que había camiando muchas veces antes de que todo se jodiera.

Necesitaba escuchar esos comentarios fríos y desinteresados hacia mi vida, necesitaba a alguien que me hiciera entender lo idiota que estaba siendo.

Necesitaba un abrazo.

Toqué a la puerta varias veces porque no podía estar más desesperado por estar en un lugar con un ambiente menos frío. Joy abrió la puerta quitándose los lentes para su vista cansada.

—Jack...

—¿Puedo pasar? —mi tono era desesperado que no pudo negarse—. Lo lamento, no he querido incomodar... Pero me he peleado con mi padre y...

Me corto yo solo, sé que mis problemas no son de su interés, así que me ahorro lo que tengo que decir.

—¿Y?

—Necesito un abrazo —mi pie golpea el piso rápidamente antes de tomarla entre mis brazos para abrazarla.

Joy no es del tipo de personas que le gusten los abrazos, por eso es que la obligué a que me abrazara cada vez que se sintiera todo menos feliz o cómoda.

—No sabía a dónde ir... —susurré—. En verdad, lamento haber venido. P-pero... Ay Dios, todo... todo ha estado mal, sin ti todo está mal.

Me sentía indefenso, como un niño pequeño buscando refugio en los brazos de alguien que quieres, que extrañas y deseas que también esté ahí para ti.

—Jack... yo.

—Lo sé, me dijiste que todo se había acabado y lo acepto. Pero te necesito, al menos por este momento, prometo dejarte en paz. S-solo —solloce—. Déjame abrazarte un minuto más.

Ella me devolvió el abrazo, parecía incómoda. Yo me sentía más relajado aunque las silenciosas lágrimas aun salían de mí, como las traidoras que eran. Joy me apretaba con tanta fuerza que podía incluso sentir como mi cuepo dejaba de estar tenso.

Me alejé de ella, solía tomar su espacio personal muy en serio.

—Lamento haber llegado así... Pero —me interrumpe.

—Jack, te presento a mi papá. —Eso me deja helado.

Volteo y veo a un señor muy alto y pelirrojo en el marco de la sala, que estaba a un lado de la puerta principal, donde estabamos nosotros.

—Mucho gusto, señor Kinkle.

—Llámame John —sonrió de lado, y yo hice lo mismo.

—Claro, mucho gusto John —estrecho su mano de inmediato—. Soy Jackson, pero dígame Jack.

—¿El famoso Jack Morrison?

Fruncí el ceño tratando de asimilar como el Sr. Johm Kinkle sabía mi nombre, porque por Joy no podía ser; puede que Kara le haya dicho de la existencia del chico que está loco por su hija, lo cual era más creíble y probable.

—Papá —fue reprendido por su hija.

Él rió y caminó lejos de nosotros. —Estaré con tu madre. Mucho gusto, Jack Morrison.

Originales del EBDLFDonde viven las historias. Descúbrelo ahora