𝐋𝐘𝐂𝐎𝐑𝐈𝐒 ━━━ 𝐇𝐞𝐫𝐦𝐚𝐧𝐨𝐬 𝐇𝐚𝐢𝐭𝐚𝐧𝐢

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No recordaban cuando habían entrado al mundo de la delincuencia, pero de lo que si recordaban era estar pegados a aquella niña de cabellos rojizos desde pequeños.

Al igual que ellos, ella también venía de una familia disfuncional así que se juntaban los tres para llenar ese vacío que sentían cuando estaban solos, todo sin darse cuenta que los hermanos estaban desarrollando una pequeña obsesión por la niña.

—Hazlo despacio—un quejido salió de sus labios, el contrario gruñó mientras volvía a pasar el algodón con alcohol sobre su labio y esta volvía quejarse—dije despacio, Rindo.

—Lo estoy haciendo despacio—bufó—mira cómo te dejo ese hijo de puta—agarró el mentón de la contraria y alzó ligeramente su rostro. Llegaron a su casa cuando ella le marcó a Ran para decir que necesitaba que la ayudaran—un labio roto, un ojo morado y varios moretones en tu cuerpo.

—¿Qué lo hizo enojar esta vez? — preguntó Ran, recostado sobre el marco de la puerta desde hace una hora, su voz ronca hizo temblar ligeramente a la fémina, su mano fue agarrada por el menor de los Haitani.

Ella suspiró antes de hablar.

—Mi loba apareció, pero al no le gustó lo que era—Ran se acercó y se sentó frente a ella como su hermano.

—No nos importa si eres Omega—habló Rindo por los dos, eso no sería un problema para ellos, eran alfas puros, la seguirían cuidando.

Ella negó.

—No soy una omega, no del todo... soy una omega Dominante—soltó su aroma.

Un quejido quedó atrapado en la garganta de los hermanos al oler tan exquisito aroma para ellos; lavanda y limón.

Tal aroma comenzaba a hacer estragos en sus cuerpos, sobre todo en sus entrepiernas.

—Quieta—Ran usó su voz de mando mientras se acercaba a ella y enterraba su cabeza en la curvatura de su cuello y hombro.

Rindo hizo lo mismo en el otro lado. Ambos soltaron un gruñido bajo cuando sus narices quedaron en el lugar exacto de donde salía más fuerte el aroma.

Sus instintos los hacía querer desnudarla y follarla ahí mismo, escuchar sus gemidos mientras la embestían.

—E-esperen—un gemido se escapó de los labios de la fémina cuando sintió varios besos húmedos.

Un portazo en la puerta principal hizo que se detuvieran, ambos alfas gruñeron ante la interrupción.

El olor a tabaco y alcohol llegó a los tres, provocando que la fémina soltara un gemido asustada mientras encogía sus hombros como auto reflejo al saber que su padre había llegado temprano.

Su gemido provocó que los lobos de los hermanos se descontrolaran al verla tan asustada, vulnerable a causa de otro alfa.

Los hermanos Haitani se miraron con complicidad, tendrían que eliminar al sujeto que ponía a su omega de esa forma. Porque sí, ella era de ellos desde el momento en el que cruzaron palabras.

—Sube a tu habitación y no salgas—Rindo sonrió, su personalidad sádica había salido y sus ojos brillaron ligeramente.

— Cúbrete los oídos cuando escuches el primer golpe—Ran tronó sus dedos antes de mirarla, acarició su mejilla mientras soltaba su olor para tranquilizarla—ve.

Ella asintió rápidamente antes de subir corriendo por las escaleras y encerrarse en la habitación.

—Rómpele las piernas—Rindo asintió ante la orden de su hermano—me encargare de devolverle el golpe que le dio a nuestra flor en el ojo—sacó una navaja de su bolsillo. — sin compasión.

Los dos salieron de la cocina, directo al abusador, cobrarían cada uno de los golpes que había recibido su dulce y linda flor.

Esa noche, fue el primer crimen con brutalidad que cometieron los hermanos Haitani. Con doce años de edad, lograron matar y descuartizar a un hombre adulto con facilidad.

Suceso que volverían a cometer varias veces con tal de tener a su pequeña flor; ellos habían jurado protegerla y si tenían que matar, matarían.

Harían lo que fuera necesario para que ella estuviera bien.