Park Seogwha

313 53 27
                                        


No le salían las palabras. No sabía qué responderle a su supuesto padre. Solo calló y dejó que continuara hablando.

—Me hizo tanto daño… Y más cuando los vi en la puta casa que yo pagaba para ella y nuestro hijo. En la misma cama donde solíamos dormir. Había tenido un celo, y quien estuvo ahí, para mi mala suerte, fue mi amigo.
Ella me había llamado esa mañana, pero mi padre tenía unos negocios pendientes en los que yo debía involucrarme, así que no pude ir con ella.

Me dijo que ya estaba harta de esconderse, que estaba molesta por todo, que eso no era vida. Y siendo sincero, nunca la culpé. Sabía que tenía razón… pero pudo habérmelo dicho con palabras, no jodiendo con quien yo creía que era mi amigo.
Después de ese suceso, me dijo que cuando quisiera podía verte. Que no iba a prohibírmelo. Después de todo, eras mi hijo.

—¿Y entonces qué sucedió? —preguntó San, con una mezcla de rabia y dolor—. ¿Por qué vengo a conocerte ahora y no durante mi crecimiento? ¿Por qué nunca apareciste en mi vida? ¿Por qué mierda me abandonaste? ¿Por qué, si era todo tu mundo, simplemente me dejaste?

San no podía evitar sentir un nudo en la garganta. Eran demasiadas cosas que necesitaban aclararse. Todo era tan complicado.

—Mi padre supo de ti. Supo todo lo que pasó con tu madre.
Quien pensé que era mi amigo, delató todo sin darse cuenta de que eso le costaría mucho… a él, y a mi familia.

Mi padre amenazó con matarte a ti y a tu madre si no me alejaba de ustedes. Le dijo a mi amigo que también lo mataría si volvía a verlo por cómplice, y que así como me delató, podía delatarlo a él, si lo dejaba trabajar para el.

Mi padre no era un imbécil. Era un maldito genio… un jodido cerebro.

San empezaba a comprender a dónde llevaba toda esta historia, pero no podía evitar sentirse molesto con todos, con todo.

Extrañaba a su madre, a pesar de todo. Extrañaba lo paternal, lo maternal. Extrañaba tener una familia.

—Después de eso… tuve que alejarme con todo el dolor del mundo, San. Te vi crecer sin poder acercarme, sin poder dirigirte la palabra.
San, estos años han sido una mierda sin ti…

Lágrimas caían por sus mejillas. Se veía impotente, dolido, arrepentido. Tenía una mezcla de tantos sentimientos.

San se levantó y lo abrazó.

Jamás en su vida imaginó abrazar a alguien así, pero sabía que, tanto como él, también necesitaba un abrazo. Necesitaba sentir que, al fin, alguien estaba con él en un momento triste.

Luego de un rato, ambos se separaron y se miraron por unos segundos, hasta que vino la pregunta:

—¿Si eres mi padre… entonces cuál es tu nombre? ¿cuál es la mafia a la que perteneces?

Se notaba la curiosidad en sus ojos. San quería convencerse de que, al fin, podía estar con su verdadero padre. Con alguien que, por la razón que fuera, lo buscó al fin. Y eso le hacía sentir agradecido.

—San, antes de decirte eso, quiero terminar la historia.

San comprendió que todavía faltaba mucho más de lo que había imaginado. Se sentía agotado mentalmente, pero su curiosidad era más fuerte. Así que solo asintió y volvió a su asiento, dándole a entender que podía seguir contándole cada detalle de lo sucedido.

—Mi padre murió hace unos días. Bueno… hace unas semanas. Yo heredé el cargo que le pertenecía.
Y ahora estoy cambiando reglas… cambiando cosas. No quiero que te veas involucrado en esto, San.

San comprendía el mensaje. Sabía que todavía era peligroso que muchas personas supieran que él era hijo de ese hombre. Estaba muy claro que ahora había personas que querrían matarlo, aprovechando que su abuelo ya no estaba vivo para protegerlo o saldar cuentas pendientes.

—Mi supuesto padre… —dijo San, haciendo una pausa, intentando procesar todo lo que había descubierto—. ¿Él era tu amigo?

Quería saberlo. Tenía esa espina. A pesar de todo, ese hombre había estado allí. Fue una lástima que muriera cuando San tenía tan solo doce años. Había sido un buen padre, después de todo.

—Sí. Era mi amigo.

Hubo una pausa. Una larga. Pero no incómoda. Era un silencio necesario para procesar cada palabra, cada revelación. Eran muchos sentimientos, demasiadas emociones en tan poco tiempo. El ambiente estaba cargado de tristeza, de memorias, de una historia que dolía.

Después de un rato, San estaba por hablar, pero su padre lo detuvo.

—Mi nombre es Park Seonghwa… y ahora soy el líder de la mafia Yakuza.

¿Un Traidor Como Tú? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora