Capítulo 3

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Respiré profundamente y solté todo el aire de golpe dándome la vuelta. Obligué a mis piernas a que empezasen a andar así que en menos de lo que yo creía ya me veía caminando hacia algo nuevo y desconocido, pero antes de pasar a la cabina que da al avión miré hacia atrás y me despedí con la mano de las personas que mas quería en este mundo; me emocionó ver abrazados y llorando a mi padre y a mi amiga, y supuse que esto iba a ser más difícil de lo que pensaba.

En cuanto entré al avión me puse en busca de mi asiento pero no lo encontraba, una azafata que pasaba por allí se ofreció a ayudarme al verme tan perdida y para cuando lo encontramos yo estaba cansada de esquivar personas por el pequeño pasillo porque claro, yo estaba buscando mi asiento en la otra punta de donde de verdad estaba, pero lo que no me esperaba era que mi acompañante fuera un chico de más o menos mi edad y guapísimo, me tuve que ordenar a que la verguenza y la locura no pudiesen conmigo cuando hablase con él, si es que hablaba.

– Perdón, ¿te pasa algo?– me preguntó extrañado y lo único que pude hacer fue sonrojarme por este momento vergonzoso que pasé diciéndole a mi cuerpo lo que hacer y cómo reaccionar con este chico a mi lado.

– Mm... No, estoy bi-bien– tartamudeé haciendo que él tuviese que taparse la cara con su mano izquierda para que no lo viese riese, fue cortés por su parte porque supongo que no es la primera vez que le pasa.

– Me llamo Alejandro pero llámame Alex, es bueno tener a alguien con quien hablar en este vuelo tan largo, ¿no crees?– dijo tendiéndome la mano que yo acepté segundos después de quedarme embobada.

– Encantada, yo me llamo...– pero me interrumpió.

– Isabella, un nombre precioso– empezó a reírse por mi cara de desconcierto supongo– lo pone en tu maleta..

– Ah, ahora todo esta más claro pero yo solo te digo que por favor no me llames Isabella– dije mientras me sentaba después de poner la maleta en el estante de arriba.

– Entonces como se supone que tengo que llamarte ¿Isa?– dijo desconcertado.

– No, uw- hice un sonido de desagrado- ese es peor, sólo llámame Bella ¿si?– dije ya harta de esta conversación absurda sobre mi nombre.

– Vale Bella..


Abróchense los cinturones por favor, vamos a despegar.


Después de toda la larga explicación de las azafatas para algún caso de emergencia, me estaba quedando dormida cuando mi acompañante me empezó a hablar.

– Por cierto, ¿puedo saber a dónde vas?– preguntó mirándome.

– A ¿California?– dije un tanto perdida.

– Eso lo sé listilla, pero digo a qué parte.

–Si te digo la verdad no lo sé, lo saben mis padres, pero a mi no me dijeron dónde, supongo que es una ¿sorpresa?– dije triste.

– ¿Por qué esa cara? California es genial, ya verás.

No sabía si decirle todo lo que me pasaba pero de alguna manera me siento agusto con su presencia, como si pudiese confiar en él aunque lo conozca de dos minutos.

– ¿Puedo confiar en ti?–le pregunté mirándole.

– Sí– asintió con la cabeza mientras que me sonreía con confianza.

– Bien pues... Aquí va– eché todo el aire y empecé a contarle todo. Cuando terminé se me quedó mirando con una cara de comprensión.

– Te entiendo, es decir, no me ha pasado pero me pongo en tu piel y tiene que ser horrible por lo que estás pasando.

Maldito destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora