Capítulo 2

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Una luz cegadora que pasaba a través de las rendijas que había en la persiana fue la culpable de despertarme, pero como no quería enfrentar los problemas de hoy y se estaba tan bien en la cama no me quería levantar, sólo por eso fue que me di media vuelta y seguí durmiendo.

— Venga dormilona— gritaban en mi oído mientras me quitaban las sábanas de un tirón— tenemos exactamente...Mm— me la imaginé mirando el reloj de mi mesilla— ...10 horas y 4 minutos para estar juntas y despedirte de tu ciudad, ¡vamos!

Como no le hice caso seguramente se hubiese rendido pero lo que me hizo abrir los ojos totalmente fue un líquido frío recorrer mi cuerpo, ya estaba claro, mi amiga estaba loca. La miré interrogante a lo que ella me sacó la lengua... Infantil.

— ¿Era necesario?— pregunte un pelín enfadada; ya de por sí mi humor no era el mejor por las mañanas, y si me tiran un cubo de agua helada para despertarme el peor día de mi vida y encima en pleno otoño, pues incrementaban las razones.

— Totalmente— sonrió

— Si tuviese más tiempo no salias viva.

— Si claro, pero no tenemos tiempo ¡qué pena!– dijo fingiendo tristeza– venga levanta ese culo y dúchate yo te elijo la ropa no te preocupes— dijo con una sonrisa que no se cómo no se le salía de la cara. Mi amiga se dio media vuelta y se fue para dejarme que me duchara, pero claro yo por mi parte me quedé mirando un punto fijo de la pared mientras me rascaba el brazo, siempre me pasaba esto por las mañanas y por culpa de esto pierdo también mucho tiempo.

—Tierra llamando a Bella... ¿Hola, hay alguien ahí?— dijo tirándome un cojín en toda la cara. Creo que pasaron unos 5 minutos en los que me quedé mirando la pared imaginando caras en el gotelé de esta.

— Nop, no hay nadie, llame en otro momento— dije sonriendo; y me fui a la ducha, no sin antes oír su risa.

En cuanto terminé de ducharme salí y me encontré con un conjunto demasiado femenino para mi, ¿de dónde saco esta falda de encaje, y esos tacones? La verdad es que no tenía idea de donde había sacado esta ropa, de mi armario seguro que no.

Me miré en el espejo de cuerpo completo que estaba al lado de mi armario, y cuando me vi debo reconocer que no estaba nada mal: una camiseta sin mangas blanca metida por dentro de una falda de encaje azul marino, con un cinturón marrón que tapaba la unión de estos, y por último unas sandalias de taco color rosa palo.

— ¡Anna! ¿Dónde estas?— dije gritando todo lo alto que mis pulmones podían permitirlo.

— Aquí idiota, me has dejado sor...— en cuanto entro por la puerta manoseándose los oídos por haberla dejado "sorda" y me vio se quedo impresionada. – ¡Estas genial! Por favor déjame maquillarte— pidió juntando las manos y mirándome con una cara de cachorrillo indefenso.

— Vale— dije pesadamente alargando la 'a'. Me daba igual lo que me hiciese no iba discutir con ella en mi ultimo día eso estaba claro.

— Yupi— dijo con voz de niña a la vez que daba palmaditas y pequeños saltos— siéntate ahí— dijo señalando mi tocador que habré usado un par de veces.

— No te pases— le lancé una mirada avisándole.

— No prometo nada, ahora cierra los ojos y luego me dices.

Me empezó a toquetear por todos lados y decidí echarme una mini-siesta...

Unos interminables minutos después terminó de arreglarme "sutilmente".

— !Ya!— gritó, haciendo que abra rápidamente los ojos—¡vamos mírate!— dijo dándole la vuelta a la silla en la que me encontraba para que me pudiese ver.

Maldito destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora