4. Tienes fiebre

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— Gané — jadeó Katsuki cansado tirándose al piso. Realmente se había llevado una gran sorpresa con el pecoso, pues había estado a punto de ganarle. Al menos ahora estaban empatados otra vez.

El peliverde había resultado ser un buen estratega, se adelantaba a sus movimientos casi como si lo leyera y hacía planes sobre la marcha para evadirlo. Le había logrado lanzar nieve a la cara más veces de las que podía contar, ni Kirishima había podido lograr eso aún emboscándole con el resto de sus idiotas. Fue...realmente tenía que admitir que se había divertido.

Izuku por su lado solo había quedado maravillado con esa competencia. Había pensado que fácilmente podría usar la ira del rubio en su contra y hacerle perder rápido, pero sorprendentemente el rubio había podido seguirle el paso controlando su temperamento y poniendo la cabeza fría para idear planes para contrarrestar los suyos rápidamente.

Podrían haber seguido un buen rato más en esa competencia si no fuera porque se distrajo con un pensamiento: Nunca había tenido ese click con alguien antes... Todo era mil veces más divertido, sentía que podrían seguir así durante mucho tiempo y nunca se aburriría.

Nunca nadie había podido seguirle el paso cuando se ponía en ese plan. Incluso de pequeño muchas veces los otros niños lo habían dejado de lado por sacar esa faceta tan "nerd" de él, ganando usando solo estrategia en lugar de fuerza. Pero con el rubio se complementaban bien...

— Con lo que pasó con la carne seca no esperaba que tuvieras tan buenos reflejos — admitió el rubio reincorporándose y haciéndole una seña al pecoso para que se siente a su lado.

— ¡Estaba distraído! — se defendió el pecoso sentándose frente al cenizo — Para que veas que si estoy concentrado soy bueno en esto — mencionó mirándole retador. 

Al mirarle directamente a los ojos, recién había podido notar lo realmente rojos que eran. Es decir, ya sabía que eran rojos, eran demasiado llamativos como para pasarlos por alto, pero no era lo mismo mirarlos con la luz de candelabros y antorchas a verlos con la claridad del día. Eran de un rojo muy brillante, hasta casi parecían dos rubíes. 

Su escrutinio fue interrumpido por Bakuhatsu, quien lo había derribado a manera de juego. Izuku entre risas se levantó y acarició al lobezno con cariño y le siguió el juego empezando a perseguirlo. 

Katsuki los miraba aún sentado en el piso y se reía cada que el peliverde volvía a ser derribado. Sin embargo pese a las burlas del cenizo, el peliverde no se daba por vencido hasta que al final logró atrapar al lobezno y derribarlo también. 

Después de eso el peliverde estaba muy exhausto, por lo que dejó al lobezno con sus hermanos y se volvió a sentar junto al cenizo para descansar. Ambos miraron a los lobos seguir jugando entre ellos y con la nieve que estaba empezando a caer. El sol también se estaba empezando a ocultar mostrando un bonito atardecer de fondo.

¡EL SOL! se alarmaron ambos al notar que se había olvidado por completo del viaje en el que estaban.

— ¡Mierda! — exclamó el pecoso sin poder evitarlo.

— ¡Carajo! Vámonos, aún alcanzas Deku— respondió el cenizo levantándose rápidamente y sacudiéndose la nieve.

El pecoso se levantó de inmediato sacudiéndose la nieve también y buscando a Charlie. O bueno, esa era su intención antes de que un pequeño mareo lo detuviera.

— Kacchan...— murmuró sintiendo que se le empezaba a nublar la visión.

— ¡Por qué mierda tardas...! — el cenizo se detuvo a la mitad del grito al darse la vuelta y darse cuenta que el pecoso seguía en el mismo lugar donde lo había dejado y parecía a punto de desmayarse.

Bajo la aurora borealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora