1. Entre leggings pegados

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Los pasos que resonaban con fuerza en la escuela eran del único ser que llegaba tarde al inicio de clases, definitivamente nada podía ser más ridículo que llegar lejos de un horario adecuado para presentarse normalmente con sus compañeros de curso. Vaya día, empezaban con el día izquierdo, desde la alarma que no sonó de su celular a las 6:00 a.m hasta lo que se veía llegar un mal comienzo. Atsushi Nakajima, así se llamaba este pobre individuo, su suerte es sin dudas algo inexistente, además el estómago sonando como si no hubiera un mañana era lo que daba a relucir el efecto de no levantarse a desayunar. Ahora debería esperar unas 2 horas o más. Terrible.

Respiró pausadamente, recuperando el aire que perdió por la gran carrera que se metió para no interrumpir cuando asignaran tareas, y tocó con sus nudillos la puerta de metal, color gris, notando por la ventana que el profesor se acercaba exhausto, como si lidiar con niños a tal hora fuera lo peor, de cabellos castaños y ojos verdes, incluso un poco más bajito que él. El maestro le abrió, sin esperar una clase de excusa señaló el asiento hasta el final, en medio de todo, entre una chica pelirroja y un chico de cabellos negros.

— Una disculpa —murmuró, pasando con la cabeza gacha entre la gente, gente que estudiaría con él.

— No llega tan tarde, Nakajima. Imaginé que algo así sucedería, siempre sucede —dice, cantarina voz y aguda. — Estábamos por presentar al compañero Akutagawa —el menciona siente un escalofrío, presentarse frente a todos era una burla horrorosa.

— ... Akutagawa Ryuunosuke, 18.

— Bien, excelente. Conciso y breve, como me gusta —ríe en un tono extravagante, sentándose sobre la mesa de mármol que usaría como docente, señalando a Atsushi, que dejaba su mochila colgada detrás suyo. — Nakajima.

Atsushi entrecierra los ojos, de alguna manera ver al chico que estaba a su lado le provoca cierta distracción, de pestañas tupidas, bien negras, muy alto, muy flaco, y muy pálido. Espabila unos instantes, pues sabe que los demás esperan que finalice esa estupidez de presentarse unos con otros.

— Atsushi Nakajima. Soy nuevo, 17. Mis padres eran de China, aunque mi papá es japonés. Volvimos por su trabajo —. Logra escuchar un suspiro aburrido, definitivamente era el peor día de su vida. Toma asiento, al ver que su profesor asiente y continúa con los demás, la chica pelirroja y otros más.

Sus ojos intentan volver a ver a Akutagawa, que hace poco se presentó sin ningún ánimo, ¿hacía calor o por qué estaba sintiendo la necesidad de quitarse la camisa? Empieza a darse cuenta que esos instintos hormonales son llamados: Pubertad. Y tenerle ganas al chico que se sienta a tu lado en la escuela, por supuesto, eso jamás faltaría. Aún recordaba la frase de un amigo suyo en china: Nunca nadie de tu salón. Pero vamos, Akutagawa se ve realmente inofensivo, si quitábamos esas cadenas en su cuello o esa muñequera de picos metálicos.

Totalmente su tipo. Honestamente, Atsushi no tenía mucho interés en hacer novios o novias, más no es idiota, le trae demasiadas ganas desde que le vio, es decir, flaco, alto... y ustedes saben lo que le sigue. ¿Por qué no comprobarlo? Tampoco estaba en sus planes llegar como si nada a decirle "hey, ¿puede cogerme?" Obviamente, ese no era su plan. Era demasiado mediocre para un chico punk o gótico aesthetic como lo era Akutagawa. 18 años, ¿sera virgen? Se regaña mentalmente.

— Eso es una construcción social, Atsushi —se susurra, la pelirroja a su lado alza una ceja intrigada por la manera en la que su compañero albino no para de babear por Akutagawa. Porque ser disimulado no se veía como su mejor área.

— Hey —murmura, esperando que el profesor se voltee a escribir los parámetros de su clase, tocando con su dedo índice la banca de Atsushi. Los ojos bicolores pasan rápidamente al fino dedal de su compañera, cabellos rojos, algunas pecas y de un delineado sacado de película, incluso tenía brillos rojos con dorado.

Flaco, alto, desnalgado...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora