—Sentaos —le dijo Antón al comendador de Segura—. Como podéis comprobar, es una casa humilde —señaló Antón mirando en ese instante a su padre— pero no puede decirse que en esta mesa falten viandas que ofrecer a tan ilustre visita.
El anciano que se encontraba fuera de lugar ante la imponente presencia de don Rodrigo, ayudaba a Elvira y miraba nervioso a los soldados que acompañaban a su hijo.
—No tenéis por qué molestaros. Podríamos haber buscado un sitio donde comer. Al fin y al cabo, es posible que la estancia se prolongue varios días —aseguró don Rodrigo.
—No es molestia. En cuanto saciemos el hombre, os llevaré a la posada del pueblo y...
—¡Primero iremos al ayuntamiento! —ordenó don Rodrigo—. Tengo prisa por tratar este asunto.
—Como dispongáis —le contestó Antón.
Elvira observaba casi con temor reverencial al comendador. Las manos, heladas, le temblaban solo de pensar que don Rodrigo intercedería a favor de ellos y nerviosa, solo podía pensar en la precipitada boda que la esperaba. El matrimonio con Antón estaba a punto de ser un hecho consumado, si no se torcía nada. Un ligero traspiés, que no fue detectado por los hombres, la sacó de su ensimismamiento. Y aligerando, terminó de colocar sobre la mesa, el pan y la carne, mientras el padre de Antón se apresuraba a llevar una jarra de vino.
—Probad este vino, señor. Os aseguro que es de una de las mejores cosechas de estos últimos años —aseguró el anciano.
—Gracias. Pero, ¿no os sentáis con nosotros a comer? —preguntó el comendador.
Juan se quedó mudo de repente, sin saber qué decir. Jamás hubiese imaginado que una persona tan ilustre lo invitase a comer a su lado.
—Este anciano desayunó hace rato, señor —contestó el anciano con los ojos iluminados—. Comed tranquilos.
Estaban a punto de terminar, cuando los pasos de varios hombres se escucharon por el pasillo. Los miembros del Concejo miraron hacia la puerta y cuando ésta se abrió, se quedaron sorprendidos al contemplar al mismísimo comendador de Segura.
—¡Don Rodrigo! ¡Qué grata sorpresa! No esperábamos su visita —se aventuró a decir nervioso el alcalde.
—¡Señores! Espero no importunarles con mi presencia... —respondió don Rodrigo mirando los rostros de las personas que se hallaban reunidas.
—¡Cómo habría de molestarnos, comendador! —respondió Pedro Ortiz.
Rodrigo asintió, mirando al hombre que había hablado.
—¿Debería conoceros...? —preguntó don Rodrigo al hombre, que acababa de hablarle.
—No, señor. No me he presentado como es debido. Soy Pedro Ortiz, corregidor de Alcaraz.
—Luego es con usted con quién debo solucionar el asunto que me trae hasta aquí.
—Bueno... en realidad, incumbe también al resto de los miembros del Concejo, señor.
—Don Antón me puso al tanto de vuestra petición, y no es asunto baladí el que hay que tratar. Si hubiese podido subsanarlo con una misiva, lo hubiese hecho. Pero mucho me temo, que el tema es espinoso y peliagudo, y que no es tan sencillo de resolver.
Los hombres miraron preocupados al comendador.
—Si gusta sentarse, podremos hablarlo tranquilamente, señor.
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FALSO JURAMENTO DE AMOR # 3 SAGA MEDIEVAL (completa)
Historical FictionElvira García de Llerena sobrevive a duras a penas tras la caída en desgracia de su familia. Descendiente de una judía conversa hereje, vive apartada de la vida con la única compañía de su hijo Gabriel. Sin embargo, los últimos acontecimientos surgi...