CAPITULO 24

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<<Amad la justicia los que juzgáis la tierra, pensad del Señor con rectitud, buscadle con sencillez de corazón. Porque se deja hallar por los que no lo tientan, se manifiesta a los que no le niegan su confianza>>. El libro de la Sabiduría. 1 /2.

—¡Por todos los santos, Antón! ¿Qué forma es esa de recibir a vuestro hermano? Sé que me consideráis importante, pero tanto como para que os caigáis de culo al verme... —sonrió Juan con ironía—. Con que os arrodillarais ante mí, sobraba...

Diego de la Cueva no pudo evitar reírse también ante la sorna de Juan.

—¡Mal dolor os de...! —exclamó Antón—. ¿Teníais que presentaros así? Nos habéis dado un susto de muerte.

—Sois tan insensato que ni siquiera os habéis dado cuenta que os seguimos desde que dejasteis Úbeda —dijo Juan cambiando el tono de broma por otro más serio—. ¡Dadme esa mano y os ayudaré a levantaros!

Mientras Elvira contemplaba atónita el intercambio de palabras entre los dos hombres, suspiró aliviada al darse cuenta que era el hermano de Antón. Cuando Juan le cedió el brazo para que se agarrara y Antón se levantó de un impulso, ambos hermanos se abrazaron.

—¿Pensabais que os dejaría solo en esto? —susurró Juan.

—¿Por qué no me avisasteis?

—Porque estabais tan decidido a hacer esto solo, que no me dejasteis otra alternativa. Sois bastante terco en lo que a algunas cosas se refiere. Estabais tan decidido a salvar a vuestra dama, que hubieseis hecho caso omiso de cualquier propuesta que os hubiese dado. ¡Menos mal que padre y madre me hicieron un poco más sensato! —sonrió Juan.

—¡Qué bien me conocéis! —respondió Antón agradecido y aliviado de que fuese su hermano y no otro el que los hubiese seguido.

Cuando ambos se separaron, Antón saludó a Diego de la Cueva.

—¡Diego! Os ha tocado de nuevo acompañar al bromista de mi hermano.

—No podía dejaros de lado. Estabais en peligro y siempre acudiré cuando un amigo me necesite... —contestó Diego abrazando a su vez a Antón.

Dándose mutuamente dos fuertes palmadas en la espalda, Antón se separó de Diego.

—Parece que habéis estado entretenidos... —señaló Juan mirando la criatura que abrazaba Elvira.

Los tres hombres contemplaron la exhausta madre, con la criatura en sus brazos.

—Como mi hermano no termina de presentarnos, ya habréis deducido que soy Juan, vuestro cuñado...

—¡Hola! —dijo Elvira con una sonrisa y con lágrimas en los ojos—. Yo soy Elvira, se supone que vuestra cuñada...

—Se supone, no, lo sois... —afirmó Antón con rotundidad acercándose a ella—. Y él es...

—Diego de la Cueva para serviros, señora. Y como habréis imaginado, el mejor amigo de estos dos.

—Encantada, don Diego. Antón me habló muchas veces de vos y vuestra esposa —respondió Elvira.

—Es un placer conoceros, aunque sea en estas circunstancias... —aventuró Diego.

—Sí, gracias a Antón que consiguió llegar a tiempo.

—Apenas hice nada. Lo logró todo ella sola... —respondió Antón orgulloso de su esposa.

—No me imagino a vos empujando y pariendo —se burló Juan.

Antón sonrió ante la nueva chanza de su hermano y en vez de contestar, volvió a abrazarlo para sorpresa de todos.

—¡Cómo me alegro de teneros aquí!

FALSO JURAMENTO DE AMOR # 3 SAGA MEDIEVAL (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora