CAPITULO 4

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¡Porque nada hay encubierto que no haya de descubrirse, ni oculto que no haya de saberse! Lucas 12: 2.

<<Todavía me importa lo que os ocurra...>>. Elvira no podía dejar de darle vueltas en la cabeza a esas palabras que no parecían propias del hombre que las había dicho. No comprendía por qué después de tanto tiempo y a pesar de despreciarla, la defendía cuando años antes se había burlado de sus sentimientos; cuando aprovechándose de su inocencia, la había humillado y ahora, en un alarde de honor, la defendía... o a lo mejor era la conciencia lo que lo corroía por dentro.

     —Juan, tengo una conversación pendiente con vuestro hijo... —dijo Elvira mirando al anciano.

     Juan la miró preocupado.

     —Quizás, no sea el mejor momento —le aconsejó el anciano.

     —¿Y cuándo lo será?

     —Cuando se apacigüe su carácter... —le aseguró Juan.

     —Mucho me temo que cuando quiera tranquilizarse, mi hijo y yo nos encontraremos lejos de aquí... —le advirtió Elvira.

     —¡Madre! Habéis escuchado a esos hombres. Si nos marchamos de aquí, os cogerán de nuevo y os matarán —gimoteó de repente Gabriel agarrándose a las faldas de su madre.

     Elvira que ya no podía más, miró con pena a su hijo y se agachó hasta ponerse a su altura.

     —Gabriel, no podemos quedarnos más en este lugar. Es solo cuestión de tiempo que entren en la casa de Juan y me lleven de nuevo. Debemos huir... si queremos salvar la vida y no poner en peligro a esta familia.

     —Pero Antón es un caballero, sabe luchar y puede defendernos —aseguró el niño que empezaba a idolatrar a Antón—. No dejará que nos pase nada...

     Elvira cerró los ojos e inspirando hondo, tomó las fuerzas que necesitaba para desilusionar a su hijo.

     —Y le estaremos siempre agradecidos por habernos acogido en esta casa. Sin embargo, no podemos continuar más en Alcaraz... —le aseguró Elvira al pequeño.

     —¿Por qué? —gritó Gabriel.

      Juan escuchaba la conversación desde un rincón de la casa. La mujer no iba desencaminada en sus suposiciones. Antón solo era un hombre frente a cientos y no podría sujetar a todos los vecinos si decidían entrar en su hogar.

     —Debemos buscar a vuestro padre —insistió Elvira.

     —¿Por qué? —volvió a gritar Gabriel—. ¡No le importamos nada! ¡Nos dejó aquí!

     —Gabriel, eso no es justo...

     —Madre, sabéis que llevo razón. Esa gente os quiere matar por culpa de él. ¡Lo odio, lo odio, lo odio...! —gritó Gabriel desesperado ante la decisión de su madre de abandonar el único refugio seguro que tenían.

     Elvira intentó abrazar a su hijo, para poder calmarlo a pesar del cabestrillo que llevaba.

     —No habléis así de vuestro padre...

     —¡Ese hombre no es mi padre! —gritó Gabriel de repente dejando atónito a Juan.


Antón escuchó con claridad, los gritos del hijo de Elvira. Sin embargo, nada lo preparó para la inocente confesión infantil.

     <<¡Ese hombre no es mi padre!>>

     Atónito ante las palabras de Gabriel, Antón se quedó blanco sin que él lo supiese y levantándose del lecho donde se había sentado unos minutos para serenarse, se dirigió en dos pasos hacia la puerta y la abrió.

FALSO JURAMENTO DE AMOR # 3 SAGA MEDIEVAL (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora