Capítulo 1

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Las luces dentro de aquella carpa de circo se apagaron, dejando la pista principal completamente a oscuras

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Las luces dentro de aquella carpa de circo se apagaron, dejando la pista principal completamente a oscuras. Pudo escucharse algo de ruido mientras se movían las rejas que servían para protección durante los espectáculos con los leones. Un murmullo expectante había iniciado por entre la poca concurrencia del lugar que no alcanzaba a ver mucho más.

De pronto sonó la voz del maestro de ceremonias, reforzada por los amplificadores del lugar.

—¡Damas y caballeros! ¡Gente ilustre de esta ciudad! Sean bienvenidos a este espectáculo, único en su clase. Tan impresionante que solo unos pocos son dignos de observar.

Una única luz se encendió entonces justo en el centro de la pista, iluminando una pequeña jaula. Los susurros incrementaron mientras comenzaba a verse el movimiento dentro de la jaula, más aún cuando la figura de un jovencito fue el que quedó a la vista.

Su cabello rojo brillaba con intensidad gracias a la luz, al igual que sus agrandados ojos cafés, aunque apenas y levantó el rostro hacia los espectadores. Vestía solo una gran playera negra, que aunque sucia y rota servía para cubrir parte de su piel blanca.

—Ahora, estimados espectadores, están a punto de presenciar un milagro de la naturaleza, les aseguro que todo está cuidado y protegido así que no corren peligro, así que les pedimos que guarden la calma.

La luz se extendió un poco y por fin pudo verse al maestro de ceremonias, un hombre alto y delgado vestido con la típica chaqueta roja y el sombrero de copa, llevaba un látigo enrollado que colgaba a un lado de su cintura y en su mano un extraño aparato largo y negro. Su función quedó clara cuando el maestro oprimió un botón en él y el sonido vibrante de la electricidad llenó el lugar.

El muchachito pelirrojo retrocedió asustado, algunas quejas de empatía sonaron entre el público pero nadie dijo ni hizo nada, el maestro de ceremonias llegó hasta la jaula y colocó el teaser encendido justo contra los barrotes de metal.

El sonido de la electricidad se multiplicó y se le sumó el grito lastimoso del chico, hubo un par de espectadores que iban a levantarse a decir algo al respecto cuando el grito se convirtió en un gruñido más bien animal.

Los asustados ojos cafés pronto se convirtieron de un amarillo salvaje, el cabello rojizo creció a lo largo de todo su cuerpo mientras éste se contorsionaba dolorosamente no sólo a causa de la electricidad. Las luces comenzaron a parpadear entonces, la oscuridad sólo iluminada por las descargas azules del teaser.

Para cuando las luces se restablecieron, en lugar del pequeño humano pelirrojo había un gran lobo de color cobrizo. El público aplaudió sorprendido por el cambio aunque el lobo furibundo se lanzaba contra los barrotes de su pequeña jaula.

El maestro de ceremonias tomó su látigo y lo hizo restallar contra la jaula, logrando golpear al animal por entre los barrotes. Esto en lugar de domarlo enfureció aún más al lobo y potenció sus ataques, aunque la jaula parecía inamovible, comenzaba a percibirse un ligero olor a quemado y solo los espectadores de la primera fila alcanzaron a notar que el lobo parecía quemarse al entrar en contacto con el metal de la jaula, aunque no tardaron en correr la voz al resto.

El lobo gruñía y ladraba, mostrando sus colmillos al maestro de ceremonias quien sin piedad volvió a golpearlo. De pronto una segunda luz se encendió, dejando a la vista a un arlequín en blanco y negro que hacía pantomimas hacia el lobo.

El arlequín levantó entonces una larga cerbatana negra en una mano y un pequeño dardo rojo en la otra. Sin quitar su tétrica sonrisa el arlequín acomodo el dardo en la cerbatana y la apuntó directamente al lobo antes de disparar.

El proyectil dio en el blanco, se escuchó el quejido lastimero del lobo mientras las luces volvían a parpadear hasta apagarse por completo. Solo unos instantes después las luces en general volvieron a encenderse en toda la carpa, en la jaula del centro se podía volver a ver al chico pelirrojo, profundamente dormido y con la playera negra caída de manera descuidada sobre su cuerpo.

El arlequín rio bastante fuerte y comenzó a hacer cabriolas alrededor de la jaula, recibiendo los aplausos y las risas del público, luego de lo cual tomó la pequeña prisión para llevarla fuera de la pista.

***

Jiyong despertó varias horas después, con todo el cuerpo adolorido y la mente ofuscada por la droga. Se arrebujó lo mejor que pudo con la tela de su playera, intentando mitigar el frío que sentía, simplemente se quedó hecho bolita justo en el centro de la jaula para evitar tocar los peligrosos barrotes.

Era de noche, lo podía decir gracias a la temperatura, además el movimiento indicaba que ya estaban viajando, la caravana del circo siempre viajaba de noche. Aunque a él solían ponerlo dentro de aquel vagón completamente cerrado así que no podía ver nada más que oscuridad.

Dejando que su instinto lo dominara, el pelirrojo echó la cabeza hacia atrás y aulló todo el dolor que sentía, todo el miedo y la confusión que lo oprimían desde que aquella pesadilla había comenzado.

Dejó que su lobo interno llorara con él, aunque aún no sabía cómo contactarlo o utilizarlo, simplemente lo sintió e hizo lo que le pedía, al menos hasta que un fuerte golpe en la parte de afuera y un amenazador "¡Silencio!" lo obligaron a parar.

Eso, y el segundo aullido que había contestado al suyo, aunque tan a la distancia que los humanos que lo rodeaban no llegaron a escucharlo, el lobo interior de Jiyong sí que lo hizo y algo en su pecho se llenó gracias a aquella respuesta, aunque su mente humana consciente no supiera por qué.

Sólo volvió a acomodarse y durmió hasta que llegaron a la nueva ciudad, donde la rutina volvió a repetirse al igual que en los otros lugares donde había estado: durante toda la mañana lo dejaron bajo el sol mientras los trabajadores levantaban las carpas donde se presentaban las diferentes atracciones de aquel circo ambulante.

Una vez que terminaron se prepararon todos para comer, a él le dejaron un plato de la misma comida pero se la dejaron en el suelo cerca de la jaula, los muy sádicos esperaban que Jiyong se quemara con la plata de los mismos mientras lo alcanzaba.

Cuando todos terminaban cada uno se iba a hacer sus distintos trabajos o presentaciones, mientras que a él lo volvían a encerrar en el vagón sin ventanas hasta que fuera de noche y su espectáculo iniciara.

A causa de las drogas y del esfuerzo físico de convertirse en lobo, Jiyong pasaba la mayor parte del tiempo durmiendo, así que apenas se daba cuenta del tiempo que transcurría entre una presentación y otra, pues ni siquiera estaba seguro que todos los días lo despertaran para comer o para limpiar sus necesidades.

De nuevo llegó la tarde de su presentación, otra vez la tortura con la electricidad hasta que su lobo interior explotaba y salía para intentar defenderlo, para escapar. Entonces aparecía el dolor y el miedo que provocaba aquella transformación, por más que intentara evitarla jamás lo lograba.

Todo se volvía furia ciega y animal, no podía pensar en nada coherente, como si su mente racional quedara atrapada en una muy pequeña parte de su cerebro que no podía controlar nada de lo demás. Y así seguía hasta que aparecía la inyección de droga que lo volvía a sumir en un profundo sueño.

Esa vez, sin embargo, hubo un pequeño cambio que en un inicio no significó casi nada para él: cuando el maestro de ceremonias se acercó con su taser, hubo un gruñido bajo que se coló por entre los murmullos de expectación. Por algunos momentos a Jiyong le pareció ver un par de ojos amarillos que brillaban de furia en medio del público, sin embargo entonces llegó el choque eléctrico y cualquier pensamiento racional desapareció.

***

Lo prometido es deuda, así que comenzamos con la tercera y (tentativamente) última entrega de la saga de lobos. Aún estoy pensando si sale la precuela de De naturaleza salvaje, que es el primer libro, pero no estoy muy segura si salga, primero acabaré este.

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