Capítulo 3

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Jiyong dormitaba dentro de su jaula, luego de los choques eléctricos y de la droga era poco más lo que podía hacer

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Jiyong dormitaba dentro de su jaula, luego de los choques eléctricos y de la droga era poco más lo que podía hacer. Aún así podía sentir a su lobo interno debatiéndose, como si esperara algo con ansias, era a causa de eso que no podía terminar de dormir profundamente.

Apenas pudo prestar atención cuando escuchó que alguien se acercaba, ni siquiera cuando las cadenas sonaron y la puerta se abrió, supuso que solo era alguno de los brutos que querían molestarlo así que los ignoró.

Aún así, al percibir el aroma fresco de uno de los recién llegados su lobo interior pareció exaltarse aún más, por lo que volteó al fin. Se sorprendió al encontrarse entonces con dos hombres totalmente desconocidos: uno de ellos, el más alto, era el que olía diferente, delicioso, el otro olía como el resto de los humanos que lo molestaban.

—Date prisa Seungri, debemos sacarlo de aquí —ladró el mayor, su voz grave ocasionó un cierto revuelo en el vientre del pelirrojo.

El humano llamado Seungri se acercó a su jaula, lo que ocasionó que por instinto Jiyong se alejara, no fue tan buena idea pues tocó los barrotes de plata detrás de sí y se quemó con ellos.

—Shh, tranquilo, está bien, estamos aquí para ayudarte —habló el humano de manera suave.

Pero Jiyong no podía dejar de temblar, tenía miedo de aquello.

—No te preocupes, vamos a sacarte de aquí ¿de acuerdo? Y podrás venir con nosotros, ser libre como su naturaleza se los pide —seguía hablando Seungri mientras peleaba contra el grueso candado que cerraba la jaula de plata.

—Apúrate, las cosas se están poniendo ruidosas allá afuera —le instó Top, vigilando la puerta.

—Eso intento hyung, ¡Pero este estúpido candado está demasiado trucado! No puedo abrirlo con facilidad.

El más alto soltó un bufido de desesperación.

—Debemos irnos, ¡ahora! —y se acercó para apartar a Seungri a un lado.

Por algunos momentos Jiyong gimoteó, pensando que lo abandonarían allí luego de prometerle que lo sacarían, sin embargo el otro se colocó justo enfrente de la jaula y tomó con ambas manos el candado plateado.

—¡Seunghyun! —exclamó Seungri asustado, pues de inmediato la piel del alfa comenzó a sisear, quemándose al contacto con la plata.

Jiyong vio aquello, entre asustado e impresionado: la plata también lo quemaba ¡era igual a él! Aunque no tuvo mucho tiempo para pensar en ello, con un gruñido de dolor Seunghyun jaló el candado hasta romperlo por completo, luego de lo cual dejó caer los trozos humeantes que tintinearon contra el suelo.

—Listo, llévalo a la camioneta, y a la cabaña, llegaré ahí.

Justo en cuanto terminó de dar la orden, la puerta del carromato se abrió con estrépito, apareciendo del otro lado un hombre del circo que les apuntó con una gran escopeta. De inmediato Seunghyun se colocó enfrente del hombre y antes de que alcanzara a reaccionar se lanzó sobre él, cambiando a su forma de lobo a medio salto.

El pelirrojo se quedó impresionado ante lo que veía, el lobo era enorme, de color entre gris y negro, no hubo rastro de miedo o de duda mientras se arrojaba contra el hombretón que los amenazaba y ambos se perdieron fuera del lugar, aunque Jiyong pudo oler con cierta facilidad la sangre humana derramada.

Mientras el joven lobo veía aquello, Seungri se apresuró a abrir la jaula lo más que pudo para que pudiera salir sin quemarse más.

—Listo, ven anda, hay que darnos prisa.

Por algunos momentos Jiyong solo lo miró con sus enormes ojos confundidos y aterrados. Seungri le hizo varios gestos con la mano para apresurarlo.

—Vamos, no hay tiempo. No te haremos daño, ellos son como tú, te cuidarán, anda.

Jiyong suspiró antes de tomar la mano que lo llamaba, a fin de cuentas no podría haber nada peor que aquella tortura diaria en la que vivía. Además, quería conocer un poco más de aquel lobo gris.

Fuera del lugar, podían escucharse algunas peleas, además de que sonaron algunos disparos aunque estos estaban lejos. El cielo ya comenzaba a tener un ligero tinte anaranjado.

—Ven, vamos por aquí —le instó el humano sin soltar su mano, prácticamente jalándole.

Jiyong corrió lo más rápido que su cuerpo entumecido le permitía, tenía demasiado miedo de morir o de que sus recientes rescatistas salieran heridos.

Este último temor se confirmó cuando estaban por salir del terreno del circo, pues uno de los cirqueros impactó a Seungri y lo tiró a un lado.

—¿A dónde mierda creen que van, malditos ladrones? —gruñó el hombre, apuntando a Seungri en el suelo.

Antes de que Jiyong supiera qué hacer, cómo ayudarlo, dos enormes lobos cayeron sobre el atacante, el castaño pudo reconocer al lobo gris que lo había sacado de la jaula, incluso notó que dejaba algunas huellas sanguinolentas al caminar.

Aun mientras los lobos sometían al agresor, Seungri ya se había vuelto a poner de pie, sujetó otra vez a Jiyong y lo jaló para salir corriendo del lugar. Avanzaron por un par de cuadras lo más rápido que podían hasta llegar a un oscuro callejón, el humano lo jaló hasta subir a una camioneta que parecía algo destartalada.

No bien se subieron las puertas de atrás se abrieron de golpe y dos hombres desnudos entraron también a la carrera, logrando que Jiyong soltara un jadeo asustado, aunque Seungri lo tranquilizó con un gesto.

—Tranquilo, una vez que estemos seguros en casa haremos las presentaciones pertinentes, pero ellos son miembros de nuestra manada así que todo está bien —habló al castaño mientras encendía el motor, luego volteó hacia los otros—. ¿Y Top?

—Dijo que llegará allá, atraerá la atención hacia otro lado —explicó el humano más musculoso, que tenía algunas manchas de sangre en su piel aunque no parecía realmente herido.

—Típico de él. Bien, vámonos entonces, —arrancó el auto y salió a una velocidad moderada para no llamar la atención.

Los otros dos que se habían subido en la parte de atrás comenzaron a vestirse. Salieron del pequeño poblado y se internaron en el bosque sin que hubiera mayor señal de que eran perseguidos. Jiyong se quedó recargado en la ventana, el sueño volvía a hacer presa de él, demasiado cansado como para tener más miedo simplemente se sumió en el estado de duermevela que su cuerpo le pedía.

Por algunos momentos logró abrir los ojos, viendo los árboles que pasan a tal velocidad que se difuminaban, pero aún entre ellos le pareció ver al lobo gris que corría a la par del automóvil, aquello lo tranquilizó lo suficiente para sumirlo en un profundo sueño reparador. 

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