Las dos mujeres y el bebé

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— ¡¿Por qué hiciste eso?!

— Le diste una victoria gratuita a Akaza.

Una vez solos, los hermanos Shabana no perdieron el tiempo para abordar a Douma con preguntas, mientras él se mantenía callado y pensando sobre su trono hecho con costales de arena. Todavía los ignoró unos momentos más, mordíendo una de sus largas uñas en silencio. Entonces miró con firmeza a sus apadrinados, quienes retrocedieron un poco ante la seriedad del rubio.

— Ah, perdón por asustarlos. No estoy molesto. — murmuró ahora más amable. — Es solo que pensé que habían dicho que ese profesor no tenía interés alguno en Akaza.

— N-no debería. — empezó Daki. — Lo rechazó y empezó una relación con otro profesor.

— Pudo haber sido porque no es correcto para un profesor mantener una relación amorosa con un alumno. — opinó Gyutaro.

— ¿Pero es correcto arriesgar su vida por alguien como Akaza?

Los hermanos se miraron nerviosos entre ellos.

— ¿Es un buen profesor...? — murmuró con algo de inseguridad la peliblanca.

Douma le sonrió amable, como si estuviera hablando con un niño de dos años que estaba por completo convencido de que la luna era de queso. No dijo nada pues se perdió de nuevo en sus pensamientos, sin poder olvidar la fiereza en los ojos del profesor y la preocupación cuando sintió a Akaza ceder ante el cansancio y las heridas. Pero, si lo quería tanto, ¿entonces por qué romperle el corazón?, ¿por sus valores?, ¿para no tomar riesgos? La idea le arrancó una sonrisa.

— Voy a necesitar de su ayuda mañana para entrar a la escuela. — murmuró mientras se levantaba de su lugar y estiraba sus brazos, recordando entonces que tenía uno roto.

— Pero... Akaza pidió...

— Algo divertido de Akaza es que se deja llevar por sus emociones y no escucha cuando está enojado. — comentó el rubio. — El trato que le propuse fue no ir a molestar. Si no causo problemas, entonces no estaré rompiendo el trato, ¿no es cierto?

— ¿Y qué planeas hacer? — preguntó Gyutaro.

— Hablar.


Debido al incidente del día anterior, se llevó a cabo una junta con todos los profesores y la señora Amane, siendo la profesora Kocho y el profesor Shinazugawa los más afectados, mientras que Rengoku jugaba con sus manos con nerviosismo.

— Insisto en que debemos expulsarlo. — gruñó Sanemi. — ¡Ambos se conocían, era obvio que él fue quien lo guió!

Se sentía por completo indefenso ante la discusión, pues no podía confesar dónde había estado la noche pasada, lo que había visto, y lo que había conseguido Akaza a costa casi de su vida.

— Nadie nos garantiza que no va a volver. — murmuró la mujer. — Quizá sea mejor aumentar la seguridad y mantener sobre aviso a Soyama.

Había escuchado de Hakuji que las peticiones que el pelirrosa hizo fue mantener a Douma lejos de la escuela y el dojo, pero tampoco estaba seguro si esa persona seguiría al pie de la letra lo que habían acordado. A su lado, Tomioka lo golpeó con cuidado con su pie para llamar su atención, y al levantar la vista encontró a todos mirándolo.

— Perdón, me distraje.

— Sólo queríamos saber si no buscarás agregar algo. — murmuró Iguro. — Después de todo siempre saltas a defenderlo.

El rubio suspiró ante las agresivas palabras de su compañero. ¿Qué podría decir? Aun estaba un poco en shock por lo que había visto la noche pasada, y lo que ese sujeto era capaz de hacer. Claro que estaba preocupado por la seguridad de la escuela y todos sus alumnos, y no confiaba en Douma para nada. Pero tampoco podía juzgar tan duro a Akaza.

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