Un paso después del otro

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— ¿Sabes? Mis vacaciones ya no suenan tan interesantes después de escuchar las tuyas. — comentó Mukago mientras le daba un gran trago a su bebida.

— ¿Qué hiciste tú? — inquirió Akaza.

— Fui a la playa. Tú peleaste con tu suegro, eso ya es extremo. — jugueteó ella.

El pelirrosa hizo una mueca de disgusto que hizo reír a la peliblanca. Pero se relajó un poco cuando la joven le ofreció, como compensación, una galleta. Luego le dio otra a cambio de un poco de pastel de chocolate que pidió a Akaza, aunque le dolieron un poco los dientes cuando notó que tenía algo de helado.

— ¡Estás loco! — le reprochó tantito, cubriendo sus labios con la mano. — ¿Pastel helado con este frío?

El pelirrosa se encogió de hombros.

— Tu tomas café en verano. No lo entiendo tampoco.

Mukago puso los ojos en blanco antes de desviar la mirada hacia la ventana. El cielo se mostraba nublado a pesar de que en el pronóstico no se advertía de alguna nevada, pero el frío parecía indicar que sí habría, al menos, alguna clase de precipitación. A pesar de estar a nada de regresar a la escuela, la ciudad se notaba bastante tranquila, y bastante nostálgica. Bueno, siempre se veía así durante esas vísperas.

— Oye, — lo llamó Mukago. — ¿ya sabes qué quieres para tu futuro?

Akaza frunció el ceño, incómodo ante la pregunta.

— No. ¿Por qué? — respondió a la defensiva.

— Bueno, al regresar será el examen de aptitudes, después vendrán las entrevistas con los tutores, y después de todo eso será la graduación. ¿No sientes que el tiempo se está yendo demasiado rápido? — comentó en voz baja, regresando su mirada a su reflejo sobre el café. — Quizá es la fecha, pero siento como si de repente mi vida estuviera a punto de terminar. ¿Estoy siendo muy exagerada?

— No, conozco el sentimiento. — dijo el alfa.

De repente sintió un vacío en su interior al reconocerlo. Ahora que veía las cosas de ese modo, con las fechas tan puntuales, fue imposible no compartir aquella sensación con su amiga. Ese ciclo escolar se había sentido tan lento, pero al mismo tiempo tan malditamente rápido con tantos cambios en su vida, que se sintió mareado al saber que pronto terminaría. Era ridículo preocuparse demasiado por eso, pues no es como si su vida fuera a acabar a principios de Marzo con la graduación, él mejor que nadie sabía que a pesar del dolor la vida continuaba; y su salida de la escuela sólo significaba que tanto él como Kyojuro podían entregarse por completo a su romance. Pero, se sentía aterrador.

— Creí que estarías seguro del siguiente paso. — comentó Mukago con una ligera sonrisa, buscando sus ojos.

Akaza frunció los labios con algo de incomodidad.

— No realmente.

— Podrás estar con el profesor Rengoku. — agregó bajito.

— Sí, pero... ¿después?

Aquello sorprendió a la peliblanca.

— ¿Después? Bueno, pensé que seguirías trabajando con la señorita Kanroji. — comentó ella. — ¿O te ves en otro lugar?

Él apretó los puños con algo de frustración. Ese era el problema. Su futuro no existía para él. Desde muy joven se había dado cuenta que el futuro asustaba, y esa incertidumbre era una carga mucho más pesada que la idea de la muerte rondando por ahí; con ese pensamiento en mente fue que consiguió sobrevivir sin demasiadas preocupaciones hasta ese día. En otras palabras, nunca se preocupó por el futuro, porque no creyó que lograría vivir tanto, y sobre todo, nunca esperó encontrar a alguien con quién quisiera atar su existencia por el resto de sus días.

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