Papi, papi... ¡Papi!
Ohm alzó a Ingfah en brazos, emocionado.
-¡Esta es mi chica favorita! -exclamó, ebrio de gozo.
Padre e hija se miraron, examinándose con detenimiento. Fluke casi se echó a reír mientras los contemplaba. Sus rostros no se parecían mucho, pero sus gestos, la
manera que tenían de echar hacia atrás la cabeza, eran idénticos.
Ohm bajó suavemente a Ingfah al suelo y se volvió hacia Fluke, con los brazos abiertos. Mientras lo estrechaba contra su pecho, le murmuró al oído:
-No has podido aparecer en mejor momento.
Por encima del hombro de Ohm, Fluke descubrió a Dominique y lo comprendió todo.
- Fluke, amor mío -le dijo cuando lo soltó-, te presento a Dominique... un amigo.
Dominique, este es Fluke, la persona de la que justamente te estaba hablando hace unos minutos.
A Fluke no se le escapó el menor detalle, sobre todo la ligera tensión que pareció experimentar el chico cuando Ohm sé refirió a el como «una amigo». Llevaba la bata ligeramente abierta, lo suficiente para que pudiera ver que no llevaba nada debajo. Le tendió una mano exquisitamente manicurada, mirando a Fluke de una
forma que obviamente pretendía resultar intimidante. Sin dejarse amilanar, este le devolvió la sonrisa.
-Será mejor que te vistas -le sugirió Ohm, rodeándole los hombros con un brazo y guiándolo hacia la puerta-. ¿No tienes una cita dentro de una hora?
-Resulta que es dentro de tres horas - repuso el modelo con tono glacial.
-Bueno, pero no querrás llegar tarde, ¿verdad? - Ohm se volvió hacia Fluke e Ingfah -. ¿Dónde tienen su equipaje?
-En el hotel del aeropuerto.
-No van a quedarse en ningún hotel - declaró, ofendido-. Mi familia se queda en mi casa. Dentro de un minuto les tendré preparada la habitación de invitados. Les
encantará.
-Gracias -contestó Fluke, y se volvió hacia Dominique-, siempre y cuando no vayamos a echarte de...
-En absoluto -lo interrumpió el modelo, para añadir deliberadamente-: Como te puedes imaginar, yo no estaba durmiendo en la habitación de invitados.
-Estoy seguro de que no -repuso Fluke, sin bajar la mirada.
Ohm se había ausentado un minuto para hablar con Bertha, la mujer que le limpiaba la casa y que acababa de llegar en aquel preciso instante. Dominique bajó la voz, señalando la fotografía en la que aparecía Fluke con su hija.
-¡A mí no me engañas, cariño! Antes de hoy, esa foto no existía. Jamás la había visto en esta casa.
-¿De verdad? Entonces es que Ohm ha debido de verse obligado a sacarla
urgentemente... hoy mismo.
-¡Qué gracioso eres! Puedo reconocer a un estafador como tú de un solo vistazo.
-Seguro que sí. Para eso tienes que haber estafado mucho, ¿verdad?
Dominique se retiró, demasiado astuto como para dignarse a contestarle. Fluke se dio cuenta de que podría haber sido mucho peor. Ohm regresó entonces, sonriente, y
le puso las manos sobre los hombros.
-Déjame mirarte bien... Oh, Fluke, qué alegría verte.
-Puedo imaginarme por qué lo dices.
-Ah, no se trata de eso. Después de tanto tiempo...
-Eh, ¿y qué hay de mí? -protestó Ingfah, indignada.
-Tú eres mi chica favorita -se volvió hacia la pequeña, abrazándola con ternura-.
Y ahora, lo primero es lo primero. Antes que nada el café; luego, el hotel.
-Tengo hambre -apuntó Ingfah.
-¡Ingfah! -le recriminó Fluke -. ¡Esos modales!
-Por supuesto que tiene hambre -terció Ohm -. ¿Qué te parece una ensalada de frutas con un vaso de leche?
-¡Estupendo!
Mientras Ohm le servía un vaso de leche, Bertha volvió para anunciar que la habitación de invitados ya estaba lista y Fluke se marchó con ella.
-Es una especialidad de «Ohm del Ritz» -le explicó a su hija al tiempo que alineaba una selección de frutas sobre la mesa-. ¿Quieres ayudarme? Necesito yogur. Mira, está en ese armario.
Ingfah se lo alcanzó con rapidez, sin equivocarse.
-Y ahora un poco de miel. Ese frasco.
Después de repetir el gesto, la niña le preguntó:
-¿Quién es «Ohm del Ritz»? ¿Tú?
-No, pero estuve a punto de serlo. ¿Me puedes abrir esa puerta de al lado del fregadero, por favor? -cuando ella lo hizo, Ohm sacó una batidora eléctrica.
-¿Por qué estuviste a punto de serlo?
-Porque tu papi pensó que, si me ponía ese nombre, la gente se moriría de risa. Y tenía razón -lavó las fresas y fue cortándolas por la mitad.
-Yo puedo hacer eso -se ofreció Ingfah, tomando un cuchillo.
- ¡Eh, no! Ese es demasiado afilado para ti -pero no insistió más al ver la eficiencia con que se dedicaba a la tarea-. Ya lo has hecho antes, ¿no?
-En casa suelo ayudar en la cocina. Papi me dice que no toque los cuchillos afilados, pero yo lo hago porque sé manejarlos bien.
-Desde luego que sí -murmuró Ohm, observándola admirado. Le recordaba a otro niño que había hecho exactamente lo mismo que ella, sin hacer caso de las órdenes de su madre: él mismo-. ¿Y qué dice tu padre de eso?
-Bueno... - Ingfah se detuvo por un instante para reflexionar-... se pone a decirme cosas como: «Haz lo que te digo», o: « Ingfah, ¿me has oído o no?». Pero luego Earth asoma la cabeza por la puerta y dice: «Eh, Fluke, hoy empiezo turno muy pronto. ¿Ya está listo eso?». O Prem se enfada porque ha perdido algo importante. Prem siempre está perdiendo cosas que dice que son importantes. O Boun aparece cubierto de grasa, o Korn...
- ¡Oye, espera! ¿Quiénes son todos esos tipos?
-Son los huéspedes de nuestra pensión, solo que también son amigos nuestros.
Quieren muchísimo a papi. Ya he terminado con las fresas. ¿Qué hago ahora?
-Dale un buen lavado a la lechuga.
Mientras ella se aplicaba a esa tarea, Ohm pasó una parte de las fresas por la licuadora.
-Ahora dame miel, menta y nata agria - le pidió con un cómico gesto teatral, tal y como solía hacer en sus apariciones televisivas.
Pero en esa ocasión no estaba actuando para la cámara, sino para una risueña chiquilla que lo miraba divertida, con esa manera tan particular de ladear la cabeza...
exactamente igual que su padre cuando era un jovencito, años atrás. Aquel detalle lo conmovió profundamente, de una manera extraña.
De hecho, todo era extraño aquel día. Solamente habían transcurrido unas pocas horas desde que se despertara aquella mañana al lado de un hermoso modelo. Y, de repente, se convertía en padre. Ciertamente llevaba ya varios años siéndolo, pero
hasta aquel preciso instante no se había sentido como tal. En ese momento, sí. Y la sensación era muy agradable. Todo hombre debería tener una hija, reflexionó, sobre todo cuando esa hija tenía un cabello castaño tan largo y lacio, una sonrisa tan adorable y expresión tan despierta y vivaz...
Nuevamente, Ohm Thitiwat volvía a tener suerte. Los placeres y dones del mundo parecían acudir directamente a sus manos sin que él tuviera que pedir nada, tal y como siempre solía suceder. Y nuevamente, como siempre, se sentía agradecido por
ello.
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APRENDIENDO A AMAR
FanfictionAños atrás, Fluke Natouch y Ohm Thitiwat habían vivido una intensa aventura. Posteriormente, el destino los separó cuando Fluke ya estaba embarazado, pero había llegado la hora de que Fluke se reencontrara con Ohm. Por el bien de su hija, por supue...