Capítulo 11

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Frank, Elly —murmuró Fluke  —. Qué... qué alegría verlos.
—Estábamos preocupados por ti —dijo Elly, abrazándolo —. Querido, tenemos que hablar...
—Después —se apresuró a interrumpirla Fluke —. Primero entremos.
Ohm abrió la puerta y, cuando todos entraron, se volvió hacia Frank y a Elly, forzando una sonrisa.
—Ya nos conocemos —pronunció, tendiéndole la mano a Frank—. Estuve en su boda. Elly —la abrazó—, me alegro de verte tan bien.
—Lo cierto es que todos estamos perfectamente —comentó Fluke —. Yo, por lo menos, no me he sentido mejor en toda mi vida. Admitanlo, ustedes dos: ¿tengo algo que ver con la pálida criatura que se marchó de Londres? —estaba hablando
demasiado rápido y con escasa naturalidad, pero tenía que evitar a toda costa que la conversación tomara un rumbo peligroso.
—Tienes buen color —concedió Frank, a regañadientes.
—¡Buen color! —exclamó Ohm, indignado—. Está estupendo —lo besó en una mejilla—. Cariño, ¿quieres preparar un café mientras yo...? —pero, nada más mirarlo, se corrigió—. Perdona, será mejor que vaya a prepararlo yo.
—Querido, ¿te has vuelto loco? —le preguntó Elly a Fluke tan pronto como Ohm se hubo marchado—. Quedarte aquí cuando tu operación...
—Por supuesto, pienso volver a casa para la operación. Pero no antes de que termine esta semana.
—Deberías descansar bien para estar preparado —le dijo Frank, alzando la voz.
—Frank, por favor... tú sabes por qué he venido.
—Claro que lo sé —dijo con amargura—. Por la estupidez de hacer que Ingfah conociera a su padre... que no demostró el menor interés por ella desde que nació.
—Eso no es cierto. Él contribuyó a mantenerla.
—Pero nunca se molestó en conocerla personalmente, ya que en ese caso tú nunca habrías necesitado hacer este viaje, arriesgando tu vida.
—¿Qué significa todo esto?
Todos se volvieron para mirar a Ohm, que estaba en el umbral. Se había puesto unos vaqueros pero todavía llevaba el torso desnudo. Respiraba aceleradamente. «¡Oh, Dios mío!», exclamó en silencio Fluke. «No. Lo último que quería era que lo
descubriera de esta forma».
—¿Qué has dicho? —le preguntó a Frank, mortalmente pálido.
—He dicho que Fluke está enfermo, y que probablemente ya estaba muriéndose... antes incluso de venir aquí.
—Eso no es cierto —se apresuró a negar Fluke  —. El médico me dijo que tenía muchas posibilidades...
—Te dijo que tenías un cincuenta por ciento de posibilidades si te operabas
rápidamente y no cometías ninguna estupidez —gruñó Frank—. Estaba lejos de imaginar que decidirías hacer un viaje tan largo como este, cruzando el Atlántico en uno y otro sentido. ¿Tienes idea de lo peligroso que es esto?
Fluke apenas lo escuchaba. Sus ojos estaban fijos en el rostro de Ohm, que se había vuelto hacia el con expresión estupefacta.
—¿Fluke? —¿De qué diablos está hablando este hombre? ¿Es que está loco?
—No lo está, Ohm. Solo está exagerando las cosas. Últimamente me he sentido algo mal y...
—Sí, ya me lo dijiste. Que tenías asma y...
—¡Asma! —explotó Frank—. Tiene estenosis ventricular. ¿Sabes lo que es eso, Thitiwat? Es una disfunción de una válvula cardiaca. Es algo mortal. Ya mató a su madre.
Y lo está matando a el.
Ohm seguía con la mirada fija en el rostro de Fluke. En sus ojos se leía una
aterradora pregunta.
—Sí —pronunció desesperado —. Es verdad.
—Pero... no lo entiendo. No puedes estar enfermo. Te he visto todos los días y te encuentras bien.
—Querrás decir que Fluke te ha engañado, haciéndote creer que se encuentra bien —intervino Frank—. Supongo que resulta duro admitir que te han engañado cuando loque está en juego es tu propia conveniencia.
—Por favor, Frank —le susurró Fluke —. Esa no es la manera.
—¿Y cuál es la manera? ¿Facilitarle las cosas como tú has hecho siempre? ¿Durante todos estos años en que le has dejado ejercer de padre de la manera más fácil del mundo, porque era eso lo que le convenía?
—¡Frank, silencio! —protestó Elly —. Puede que Ingfah esté por aquí.
—No, está con mis padres —la informó Ohm.
—Qué bien —exclamó Frank, con tono desdeñoso—. Menuda adquisición, ¿no?.
—¿Qué quieres decir? —le preguntó Ohm.
—Quiero decir que he visto tu página Web. Aprovechándote de tu propia hija para mejorar tu imagen... —se volvió hacia Fluke — . ¿Cómo has podido consentirlo?
—Fue Ingfah la que quiso hacerlo, Frank. Le encantó.
—No se le da a un niño algo que le perjudica simplemente porque lo quiere. Ingfah necesita adultos que la protejan, y no que la exploten por intereses tan mezquinos.
—Si no fuera por Fluke, ahora mismo te haría tragar esas palabras —lo amenazó Ohm con voz áspera—. Yo quiero a mi hija.
—¡Tu hija! Qué gracioso, viniendo de ti. ¿Qué tipo de padre has sido para ella? Claro, la has mantenido económicamente, pero regalar dinero es fácil. ¿Cuándo has hecho algo que te haya costado realmente?
—No estoy discutiendo contigo. Ya te lo he dicho, quiero a mi hija y quiero a Fluke.
Vamos a casarnos. El pasado es el pasado. Si Fluke  e Ingfah pueden perdonarme, entonces todo esto ya no es asunto de nadie. Ni siquiera tuyo.
—¡Estúpido! — Frank ya había perdido completamente los estribos—. ¿Es que no lo comprendes? ¡Se está muriendo! Si lo hubieras tratado adecuadamente durante todos
estos años, el no habría corrido el terrible riesgo de venir a buscarte ahora.
—Frank... — Fluke y Elly intentaron acallarlo al mismo tiempo, pero fue inútil.
—Esa operación es su última oportunidad —gritó—. ¿Qué vas a hacer cuando muera, eh? ¿De qué servirán todas esas bonitas palabras cuando esté muerto?
Observando a Ohm,  Fluke se dio cuenta de que hasta aquel preciso momento no había tomado plena conciencia de la situación. No hablaba, pero era como si su rostro estuviera envejeciendo por momentos. Fluke sintió que la cabeza le daba vueltas.
—Frank, basta ya. Creo que debes irte ya.
—No me iré sin ti.
—Me marcharé cuando esté listo para ello. No debiste haber hecho esto. Solo dime dónde puedo encontrarte.
—En el hotel del aeropuerto —contestó Elly.
Pero Frank no estaba dispuesto a renunciar.
—Sigo pensando que deberíamos esperar a que...
—Vete —le ordenó Fluke sin alzar la voz.
Elly lo sacó de la casa. Una vez solos, Fluke no se atrevía a mirar a Ohm. Estaba respirando aceleradamente, como un hombre que acabara de recibir una herida mortal.
—¡Dios mío! —murmuró.
—Iba a decírtelo anoche.
—¿O mañana? ¿O al otro día?
—Sí, lo he estado retrasando. Pero habría tenido que ser esta noche, porque tengo que irme a casa. Oh, Ohm, siento tanto que lo hayas descubierto de esta forma... Yo no quería que pasara esto... —lo tocó. Estaba temblando.
—¿Desde cuándo lo sabes? —le preguntó al fin.
—Desde hace unas semanas. No sabía qué hacer. De repente tenía que pensar en demasiadas cosas, y todas a la vez...
—Pudiste haberme llamado por teléfono. Yo habría ido en seguida a Inglaterra.
—¿Lo habrías hecho? —le preguntó, entristecido.
—Por supuesto que sí. No había ninguna necesidad de esto. Habría ido de inmediato. Habría podido ayudarte con todas esas cosas que has mencionado —lo miró fríamente—. Pero tú ni siquiera pensaste en recurrir a mí, ¿verdad?
—No —admitió.
—Bueno, supongo que solamente yo tengo la culpa de eso —admitió con un tono de profunda amargura—. No hace falta que me lo digas.
—No iba a decírtelo.
Tenía lágrimas en los ojos. Descargó un puñetazo sobre la barra de la cocina antes de atraer a Fluke hacia sí y abrazarlo con desesperación.
—¡Dios mío! —sollozó—. ¡Fluke, Fluke!
—Todo va a salir bien —intentó consolarlo Fluke —. Tendrá que salir bien. No podemos perdernos el uno al otro ahora.
—¿No podemos? —inquirió con voz ronca—. Frank parecía estar muy seguro.
—Frank está aterrorizado.

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