Capítulo III

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Capítulo III

Reino Soberano de Baskerville

Pueblo de Aubragon

Srtas Whickan y Lawrence.

—Te ves hermosa Aubrey —Susurraron dos pares de voces al tiempo que suspiraban.

Los ojos ámbar recorrieron nuevamente el atuendo y fue casi imposible retener las lágrimas, su pecho se oprimía de solo pesar lo que aún le esperaba.

La señorita Whickan inhaló profundamente hasta que pudo contener el nudo en su pecho y carraspeó su garganta para llamar la atención.

—Nunca pensé que me vestiría tan elegante...—Sonrió tensa— y mucho menos para mí funeral en vida.

—¡Aubrey! —Chillo la voz de su compañera, justo desde la otra repisa, con una mano se abanicaba y con la otra mantenía un puño de su falda.

Quizás, tratando de parecer serena, cuando por dentro, estaba a punto de una crisis.

—¡Snichp, snichp! —Escucharon a sus espaldas.

De momento ambas giraron y vieron como sus madres se daban palmaditas mutuamente, mientras aspiraban por la nariz junto a un pañuelo.

Aubrey enarco una de sus cejas e hizo una mueca en sus labios.

—¿Dime qué no soy así de dramática? —Inquirió en dirección a su amiga.

Anastasia espero pacientemente hasta que sacó cada pelusa de su cinturón y respondió.

—No...

Whickan suspiró.

—Es un alivió —Exclamó

Estaba a punto de continuar cuando oyó;

—Eres mucho peor —Añadió Lawrence mientras giraba de nuevo hacía el espejo.

Aubrey estaba a punto de contraatacar cuando la puerta fue abierta suavemente por los dos hombres que más respetaba.

Su papá y su padrino.

Anastasia sonrió cuando vió la figura paternal en la puerta.

—Están completamente hermosas —Susurraron ambos, mientras las admiraban.

Aubrey esbozo un suave gesto, sonrojándose:

—Para algo a de servir este martirio...

—¡Hija! —Reprendió su padre.

—Ella solo dice la verdad, padrino.

El señor Lawrence miro con profundo pesar a las jóvenes y se acercó para acariciar el cachete de su pequeña, dejo un suave beso en su frente, antes de agregar;

—Abajo están los muchachos —Murmuró inseguro— Quieren verlas por última vez...

—Los haré pasar —Opino ahora el señor Whickan.

—No creo que...—Intervinieron las adultas al mismo tiempo, dejando así, de lloriquear por unos segundos.

—Mamá... —Suplicó— Madrina...—Se giró Aubrey— Solo por está vez.

Ambas señoras suspiraron con resignación, y salieron dando un portazo, no sin antes lanzarle a su respectivo marido, cada pañuelo.

Los señores sonrieron al mismo tiempo y negaron, ya tan acostumbrados al comportamiento de sus esposas, Don Whickan, fue el primero en reaccionar.

—Princesa...—Dudo y miro en dirección a su ahijada— princesas, aún están a tiempo de cambiarlo, podemos irnos.

—Y criar cerditos...—Secundó el Señor Lawrence.

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