CAPÍTULO 4

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─Padre Adams, tiene que ayudarnos. Por favor haga para salvar a mi hija. ─La voz de Amanda resaltaba la angustia y el temor propios de una madre quien ve amenazado el bienestar de su hija.


El padre Adams era un anciano de unos ochenta años, tenía poco cabello y el poco que tenía era canoso, arrugas recorrían su rostro curtido por los años. El anciano sacerdote miró a Amanda, que aún seguía con Aura en brazos, y su mirada traspasó el corazón de Amanda con desesperanza.


─Mi niña querida... ─El padre Adams tenía en su mirada rastros de tristeza.─ En todos mis años como sacerdote he visto tantas cosas que para el resto de los mortales son inimaginables que esto que acaba de suceder no me sorprende demasiado; sin embargo, tengo que confesarte que no hay mucho que pueda hacer. Esa mujer, no es cualquier mujer. ─Un silencio recorrió la sala. No se sentía la respiración de ninguno de los presentes, era como si todos estuvieran conteniendo su aliento, a la espera de las palabras del padre Adams.─ Esa mujer emitía una oscuridad que pocas veces he visto. Es una suerte que Aura no haya quedado en sus manos. ─Hizo una pausa que pareció eterna.─ No tengo forma de revertir la maldición que le ha echado, tan solo puedo contrarrestarla y evitar que la niña muera al bautizarla.


─Entonces... Ella no morirá, pero ¿qué le hará la maldición? ─La pregunta de Amanda recorrió cada una de sus extremidades, penetrando hasta sus huesos.


─Ella caerá en un sueño profundo, dormirá y dormirá, pero no morirá. ─Amanda sabía algo que el anciano sacerdote estaba omitiendo.


─Pero hay algo que no me está diciendo padre Adams. Por favor, sea honesto conmigo.


─Es verdad. Hay algo que no te he dicho Amanda. ─Tanto Amanda como Benjamin escucharon atentos, expectantes.─ Solo hay una cosa en el mundo entero que podrá despertarla y traerla de nuevo a la vida. Solo una. El beso del ser que la ame con cada poro de su corazón.

─Entonces proceda a terminar con el bautismo. ─El señor Madison se caracterizaba por ser introvertido, y rara vez se lo escuchaba hablar en reuniones donde había tanta asistencia, pero este momento, en el cual la vida de su hija corría peligro, él sentía que debía protegerlas, de la manera que fuese. Haría lo posible para levantar ese hechizo de

El padre Adams procedió a echar el agua bendita sobre la cabecita de Aura, mientras pronunciaba una oración de protección.

─Esto es todo lo que puedo hacer. Ahora solo queda esperar a que pasen los años, y que lo que tenga que suceder, suceda.

Y con esas palabras, el destino de Aura estaba escrito... Por lo menos, por ahora.

Aura ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora