Tal y como lo había dicho la verdadera madre de Aura hacía 16 años, la maldición se había cumplido y la joven cayó en un sueño profundo víctima de un corazón roto. Nada más ni nada menos.
Al presenciar esta situación, el joven Aiden entró en preocupación puesto que no podía reanimar a la joven. Llamó a su padre para pedirle ayuda y ni siquiera el hombre, con mas experiencia de vida, pudo hacer algo por la chica. En vistas de que ninguno de los dos podía hacer algo por la joven, acordaron que llamarían a la señorita Georgia para avisarle de la situación en la que se encontraba su amiga.
La llamada fue corta. Georgia entró en pánico cuando escuchó esas palabras del otro lado del teléfono. Supo inmediatamente que el destino de su amiga dependía de decirle la verdad a sus padres y que eso no los pondría para nada contentos. Sin embargo, era la única opción, ya que su amiga era lo más importante para ella.
Llamó a sus padres al living diciéndoles que debía comunicarles algo.
-Muy bien. ¿De qué se trata esto Georgie? -Así era como su madre llamaba a Georgia desde pequeña. Apodo que odiaba con toda su alma.
-Bien... Papá, mamá... Tengo algo que decirles, pero por favor esperen a que termine antes de enojarse porque no hice nada de esto con malas intenciones. Ella solo quería escapar porque sus padres querían llevarla lejos y quería ayudar...
Su padre no dejó que terminara. De inmediato levantó la mano en señal de que debía callarse y así lo hizo Georgia. Sabía muy bien que en su casa no debía contradecir las reglas de su padre, cosa que de hecho siempre lograba darle vueltas para hacerlo. Al ser la única hija mujer, su padre tenía predilección por ella por sobre su hermano mayor, y así era como siempre Georgia terminaba haciendo lo que le plazca. Solo que en este caso, Georgia ya había anticipado que no podría evadirse de lo que sea que viniese.
-¿Estás diciendo que escondiste a Aura todo este tiempo?
-Sí padre -respondió en apenas un susurro la joven.
-¿Y se puede saber por qué no nos lo dijiste antes? Sus padres están destrozados buscándola, incluso piensan que alguien la raptó. ¿y tú supiste durante todo este tiempo que ella estaba a salvo?
De más estaba por decir que el señor Winchester, estaba sumamente dececpionado y enfurecido con su hija. La obligó a confesar todo y contárselo a los padres de Aura y como castigo, no podría salir con sus amigas durante seis meses, lo cual para Georgia era una tortura.
Apenas los Maddison se enteraron de lo que había pasado con su hija, fueron hacia la casa de campo de los Winchester, llevando con ellos una ambulancia. La congoja que invadía a Amanda era tan grande que tuvo un pequeño ataque de ansiedad durante el viaje hasta la casa de campo.
-Tranquila amor. La encontramos, eso es lo importante. -Benjamin Maddison trataba de reconfortar a su esposa mientras iba manejando, la ambulancia siguiéndolos por detrás.
-No puedo creer que esa malcriada de Georgia retuviese información tan importante, después de que le rogáramos en numerosas oportunidades que nos dijera dónde estaba. -Amanda se puso a inhalar y exhalar, inhalar y exhalar, y se tomó unas pastillas para calmar su ansiedad.
-No hay nada que podamos hacer al respecto Amanda. Al menos ahora ya sabemos dónde está.
-Sabemos dónde está pero no sabemos cómo está. Mira si la maldición que le puso su verdadera madre se cumple Ben, no sé qué haría si la pierdo. Simplemente no lo sé.
Mientras mantenía una mano en el volante, con la otra tomó la mano de su esposa en señal de que comprendía exactamente lo que estaba pasando y para darle su apoyo. Al menos uno de ellos debía mantener la calma en esta situación tan complicada. El resto del viaje se hizo en silencio, puesto que Amanda había logrado descansar debido a las pastillas que había tomado.
Cuando llegaron a la casa de campo de los Winchester fueron recibidos por Aiden y su padre. El equipo médico los siguió y constató que Aura tenía signos vitales. Inmediatamente pusieron a Aura en una camilla y luego en la ambulancia. Amanda no se despegó ni un segundo de su hija, razón por la cual la acompañó en la ambulancia mientras su padre las seguía en el auto.
El camino de regreso a New York fue igualmente largo y tenso que de ida. Los paramédicos le informaron a Amanda desde un principio que los signos vitales de su hija estaban en perfectas condiciones y que no parecía tener nada malo. De igual modo, al llegar a la clínica, una de las más importantes de la ciudad, como era de esperarse, el médico que la atendió pidió toda una serie de análisis para descartar cualquier tipo de condición que pudiese estar aquejando a la joven.
Dos días después y con análisis en mano, el doctor Kent les informaba que su hija estaba en perfecto estado y que no había nada que hacer por ella. Aparentemente se encontraba en un estado que estaba mucho más allá de cualquier explicación científica.
Tal fue la decepción de sus padres que decidieron llevarla a su hogar para Aura estuviese más cómoda. La pusieron en su cuarto, con sus pijama favorito y la arroparon para que no tuviese frío. Habiendo abandonado todo tipo de esperanza, Amanda se recostó al lado de su hija, pidiendo al cielo por un milagro. Acarició el cabello de su hija que seguía suave y brillante como el sol, igual como cuando era pequeña. Casi antes de dormirse le dio un beso en la coronilla y luego el cansancio le ganó.
Un movimiento fuerte la despertó de repente. Era Aura.
-¡Mamá! ¿Qué haces aquí?
No hubo tiempo para explicaciones, tampoco palabras que pudieron cumplir con esa tarea. Lo único que Amanda Maddison atinó a hacer fue a abrazar y besar a su hija, como si fuese la primera vez que la sostenía entre sus brazos.
-Te amo hija y quiero que lo sepas. Además, tengo que confesarte algo...
Era el momento que Amanda Maddison tanto había temido: confesarle que era adoptada. Pero antes de que pudiera hacerlo, ella la interrumpió.
-Lo sé mamá, siempre lo supe.
-¿Lo sabes? Pero... ¿Cómo es posible?
-Por alguna extraña razón siempre lo supe, pero nunca me importó.
Amanda estaba a puro llanto. Se lo pensó un momento y dijo:
-No quiero que nunca dudes de mi amor ni por un segundo.
-Nunca lo dudé mamá. Yo te llevo en el corazón.
Así, madre e hija se fundieron en un abrazo interminable. Dos caras de una misma moneda, aun sin compartir la misma sangre.
Y eso, demuestra que el bien siempre triunfa sobre el mal. Y sobre todo, el amor de una madre hacia su hija.
FIN

ESTÁS LEYENDO
Aura ©
ContoDicen que el dinero puede comprarlo todo, incluso la felicidad, y eso mismo pensaba el joven matrimonio de Benjamin y Amanda Madison. Rodearse de lujos siempre había sido suficiente para ellos. Pero cuando una noticia los golpea duramente, se dan cu...