CAPÍTULO 9

27 8 0
                                    

Como había prometido, Georgia se negó rotundamente a revelar el paradero de Aura. Y así es que sus padres, ambos destrozados por su desaparición, pensaron que su verdadera madre había tenido algo que ver.

Trataron de buscarla, el dinero es algo que puede allanar caminos pero en este caso en particular no fue posible, puesto que era como si la hubiese tragado la tierra. En cuanto a Georgia, ella también tenía dinero y tal como se lo había pedido su amiga, nadie la encontraría.

-¿Qué haremos? -preguntó desesperanzada la señora Madison-. Puede estar en cualquier lado. Ya han pasado 2 semanas desde que se fue, creo que debemos involucrar a la policía.

-¡¡¡No!!! Bajo ningún punto de vista.

El señor Madison estaba destrozado y ni hablar de Amanda Madison cuyo corazón latía sólo porque en el fondo tenía la seguridad de que encontraría a su hija sana y salva.

-Si no la encontramos pronto solo nos queda llamar a las autoridades Ben. Es la única solución. Georgia sabe dónde está y con una orden del juez nos lo dirá.

-Eso implicaría poner a su familia en nuestra contra y sabes lo poderosos que son Amanda. No nos conviene en una situación como esta y no nos conviene en ningún otra situación. Fin de la discusión.

Benjamin Madison salió de la habitación con su rostro rojo por la acalorada discusión, mientras que Amanda se hundía en la tristeza de no tener a su hija consigo.

Mientras tanto, en la casa de campo de Georgia, todo iba viento en popa. Aura y Aiden se habían convertido en grandes amigos, aunque la realidad era que los dos habían comenzado a sentir algo más que amistad uno por el otro.

-¿Sabes algo? -preguntó pícaramente Aura.

-¿Qué? -dijo el joven Aiden.

-Acabo de recordar que mañana es mi cumpleaños. Cumplo 16.

La alegría que embargaba a la muchacha era inmensa. Estaba en el esplendor de la vida, compartiendo momentos encantadores con un chico que le agradaba en demasía. Sin embargo, una tormenta se avecinaba a romperlo todo, solo que todavía ella no lo sabía.

-¿Cómo puede ser que recién lo recordaras? Esto no puede quedar así. Hoy después de las 12 prometo que tendrás un pastel para tu cumpleaños y pedirás un deseo.

-Eso es tan dulce de tu parte Aiden. Es que estas semanas las vengo pasando tan bien que mi cumpleaños no se me cruzó por la cabeza ni por un instante.

-Entonces me siento feliz de haber sido parte de tu alegría Aura.

En ese momento, ambos quedaron mirándose como quien mira al ser deseado. Y de hecho, los dos lo hacían pero ninguno tomó el coraje necesario para dar el paso inicial.

-Bien -dijo el joven Aiden-. Debo ir a darle de comer a los caballos, mientras tanto te dejaré sola un rato. Y más tarde prometo hornear ese pastel de cumpleaños.

Aura le sonrió y le agradeció. Ella se encontraba embelezada por la compañía del joven Aiden y ni en un millón de años hubiese sabido lo que se avecinaba.

Durante el tiempo que pasó sola se le ocurrió que podía llamar a su amiga Georgia. Hacía tiempo que no tenía noticias de ella y quería saber cómo estaba. Marcó su número de celular desde el teléfono que había en la casa. No era necesario preguntarse cómo era que recordaba ese número si no tenía su teléfono celular a mano, el número de su mejor amiga era uno de los primeros números que había memorizado hacía varios años atrás.
Esperó pacientemente mientras el teléfono sonaba y sonaba, hasta que del otro lado escuchó su voz.

-¿Hola?

-¡Amiga! Soy Aura.

Desde el otro lado la emoción era inmensa pero Georgia sabía que sus padres estaban monitoreando cada uno de sus pasos, así que intentó mantenerse tranquila y fingir.

-Hola Sam. ¿Cómo estás?

-¿Sam? No, habla Aura. ¿Me escuchas bien?

-Sí, claro que sí. Mis padres están muy bien. Gracias por preguntar. Están aquí de hecho.

Inmediatamente Aura se dio cuenta de que Georgia le estaba hablando en código. La conversación no duró mucho más, no podía permitirse que la encontraran por una llamada de teléfono; pero lo que sí sacó en claro era que sus padres la estaban buscando y podían encontrarla en cualquier momento. Hasta llegó a preguntarse por qué no habían involucrado a la policía, pero rápidamente descartó esa idea puesto que su padre no querría que ninguna controversia pudiese arruinar su buen nombre de la familia.

Dejando eso de lado, Aura fue a buscar al joven Aiden y lo encontró en la cocina. Estaba, tal y como había prometido, haciendo un pastel.

-No deberías haberte molestado -pronunció Aura sorprendiendo al joven.

Aiden estaba lleno de harina en su rostro, lo cual hizo que Aura comenzara a reírse con muchas ganas.

-¿Qué pasa? ¿Acaso tengo un mono en la cara?

-No - siguió diciendo mientras reía-, pero tienes harina.

Rápidamente Aiden comenzó a tocar su cara para sacarse el harina pero sólo consiguió llenarse más y más la cara de la misma, logrando que Aura se hiciera un festín de risas.

Hacía mucho tiempo que la joven no se divertía tanto como en ese momento, y todo había sido gracias a Aiden, el cual nunca hubiese conocido si ella no se hubiese escapado. Se preguntaba si las cosas hubiesen sido distintas si ella se mudaba a dónde sus padres querían llevarla y lo más seguro hubiese sido que sí, hubiese dejado atrás su vida, a Georgia, a Aiden. Su corazón latió rápido cuando pensó en él. Algo había cambiado cada vez que lo veía, estaba con él o pensaba en él. Comenzaba a enamorarse o, quizás, ya lo estaba.

A la noche, después de una comida sustanciosa y exquisita que Aiden había hecho especialmente por el cumpleaños de Aura, y que habían compartido los dos bajo la luz de las velas, Aiden trajo el pastel del cumpleaños.

-Por favor ten piedad de mí, es la primera vez que hago un pastel. Pero creo que se ve bastante decente.

En realidad el pastel de chocolate que Aiden había horneado se veía estaba quemado por partes y ni siquiera lucía como un pastel, mas bien parecía una cara deforme con mousse de chocolate encima y una vela en el medio.

-Ya son las 12. Tienes que pedir un deseo.

Aura sabía exactamente lo que quería, lo venía pensando dese hacía unos días. Así que sopló inmediatamente la vela y todo quedó en la oscuridad. Y ahí, en la oscuridad de la habitación fue que pasó. Los dos jóvenes se entregaron al deseo que tanto que venían conteniendo y se besaron apasionanadamente. Aura se sentía en las nubes, se sentía enamorada y que por fin el chico del cual estaba enamorada también sentía lo mismo. Estaba extasiada. Y quizás las cosas hubiesen ido más allá si alguien no hubiese encendido las luces.

-¡Pero qué haces muchacho! ¿Acaso has perdido la cabeza? -Se trataba del padre de Aiden-. Tu novia acaba de llegar de viaje y te está esperando en los establos. Por suerte me le adelanté y vine a buscarte yo, sino no sé cómo hubiese reaccionado ella.

-¿Novia? -preguntó tímidamente Aura, al tiempo que pequeñas gotas empezaban a juntarse en sus ojos.

-Espera puedo explicártelo -dijo Aiden.

Pero no hubo tiempo para hacerlo, pues para cuando quiso pronunciar la primera palabra la joven Aura ya estaba en el suelo, hundida en un sueño profundo. Muestra de lo que un corazón roto puede hacer.

Aura ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora