Capítulo Seis

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Los años volaron tan rápido como las hojas en primavera. Sin embargo, los momentos que Katsuki compartió con Deku fluyeron como el agua de un estanque; lentos, sin prisa. Incluso era capaz de recordar el olor del barro en sus zapatos, esos que quedaban irreconocibles luego de correr junto a Deku en las profundidades del frondoso bosquecillo.

Su amistad con Deku se volvió una de las cosas más importantes en su mundo, ¡incluso más importante que la edición limitada de El Caballero De Los Mil Mundos! Se la pasaban juntos a diario; día, tarde y noche, con Aizawa siempre detrás de ellos para que Katsuki hiciera sus deberes e Izuku estudiara.

Siempre los dos, Katsuki como el líder de sus aventuras y Midoriya como su fiel compañero. Katsuki por fin sentía que había encontrado a alguien que no tenía miedo o repudio por su actitud volátil, y Midoriya al fin tenía a alguien a quien pudiera llamar amigo.

Eran felices, demasiado felices.

A la edad de once años, algo extraño empezó a brotar en los sentimientos de Katsuki; una mutación de emociones desconocida aparecía cada vez que estaba con Deku. Al principio no le prestó mucha atención, el problema no era tan grave, pero esos sentimientos y reacciones incoherentes de su cuerpo se volvieron cada vez más presentes en su día a día.

A sus doce años, Katsuki seguía sin descifrar qué demonios sucedía con él.

Aunque su ego se negara a admitirlo, tenía miedo de cambiar algo en su relación con Deku. Temía que empezara a cuestionarle por qué lo observaba tan a menudo, o por qué se quedaba estático cuando lo tomaba del brazo para no perderse en el bosque. Tal vez su actitud al acercarse mucho a Deku era un poco más tosca de lo normal, pero esos extraños subidones de temperatura que generaba su cuerpo al invadir Deku su espacio personal eran demasiado peculiares.

¿Qué era ese revoltillo de sentimientos? El quedarse embelesado, atraído hacia la presencia de Deku, el sudor en sus manos cuando realizaba algún contacto con él, los nervios repentinos, y lo que sea que se atrevía a atacar a su estómago cuando oía a Deku leer alguna historia dentro de esa gran biblioteca polvorienta, con esa armoniosa melodía que era su voz.

Esa emoción tan inmensa por volverlo a ver cuando se despedían para ir a dormir o para tomar sus clases… Katsuki estaba asustado, en un estado de incertidumbre sobre lo que le sucedía a sí mismo. Y lo peor de todo, es que no tenía a nadie a quién contárselo, no confiaba lo suficiente en alguien además de Deku, y por obvias razones no iba a preguntarle.

«¿Qué carajos sucede conmigo?».

Su respuesta llegó una tarde de primavera. El sol rozó la tierra y pintó los alrededores con colores naranjas, rosas y violetas, y tintó con suavidad la piel de las personas en todo Bibury.

Ese día salió con Deku a visitar al Padre All Might. El corpulento hombre siempre contaba entretenidas historias, con protagonistas y antagonistas que te volarían la cabeza. Aunque, la que terminó por llevarse toda su atención, fue la última historia que les relató el Padre.

—Las emociones de Emily estaban entremezcladas; por una parte estaba la felicidad de saber que sus sentimientos eran correspondidos, mientras que por otra, se hallaba la melancolía de tener que despedirse de quien se los proclamaba con tanto esmero. Sus mejillas se tornaron de un rojo intenso, sus manos sudaron y las mariposas en su estómago revolotearon inquietas hasta evaporar se en el abismo. Tomó una bocanada de aire y de un solo movimiento plasmó en la mejilla de Richard un beso que esperaba expresara ese amor que por tanto tiempo ocultó en su corazón. Deseó limpiar las lágrimas que brotaron incesantes de los ojos de su amado, que lloraba sobre su cadáver marchito, pero no podía, no en ese estado. Con una promesa de verse en la otra vida, Emily extendió sus nuevas alas, y voló hacia las planicies. Hacia el reino de Dios. 

◤Cantarella◢ [Bakudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora