13 Celos

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Draco notó con algún asombro la impresión que causaba en su prima la llegada de él y de su amigo, pues no parecía sino que la hermosa joven era una tímida niña de doce años, no acostumbrada aún al trato social. Se hallaba turbada visiblemente.

Alargó su mano pequeña y fina, primero a Malfoy y después a Diggory, y se conmovió al sentir la blanda presión de los dedos de éste, sus labios se agitaron procurando balbucir algunas palabras de saludo, se desprendió más ruborizada todavía, y salió ligeramente del salón, diciendo a los oficiales:

—Voy a avisar a mamá: tomen ustedes asiento.

—¿Serán aprensiones mías—dijo Draco —o Hermione se ha puesto encendida, y luego pálida, al vernos llegar? ¿Ha notado usted?

—Es natural—respondió Cedric —no está usted en Gran Bretaña; las provincianas son siempre tímidas.

—Pero ayer no observé yo esta emoción.

—No pondría usted cuidado seguramente. Pero, chico, usted es quien está ahora notablemente pálido y conmovido; parece usted un delincuente delante de su juez.

A esta sazón llego la señora con Hermione. La primera cambió con los jóvenes los cumplimientos de costumbre, después de lo cual, Cedric, fiel a su promesa de no hacer la corte a la prima y de proporcionar a Malfoy la oportunidad de consagrarse enteramente a ella, entabló con la señora una conversación interesante, como lo sabía hacer el galante oficial, muy acostumbrado al trato de las mujeres de toda edad, cuyo gusto y propensiones adivinaba luego para poder lisonjearlas con más seguridad.

Jean, así se llamaba la señora, que sea dicho de paso rayaba en los cuarenta años y que era mujer distinguida y de una educación superior, conservando todavía una belleza fresca y notable, pareció encantarse con Cedric. Las numerosas relaciones de éste en Gran Bretaña, le permitían informar a Jean, que había vivido allí algún tiempo y que conocía perfectamente el mejor círculo, acerca de las novedades ocurridas durante aquellos últimos años en todas las familias.

Cedric hacía la descripción del estado de la sociedad inglesa en aquella época de guerra, retrataba con habilidad sin igual a las hermosuras en boga, refería la historia de los matrimonios recientes y de los amores célebres; pero todo esto con tal tino; con tal donaire, con un tacto tan exquisito, que Jean acabó por creer que aquel joven era adorable.

La señora reía frecuentemente, demostrando el mayor placer al escuchar los dichos agudos, los epigramas delicados, las observaciones picantes que salían a cada momento de los labios de Cedric, y aun se volvía para decir a su hija, llamándole la atención:

—Pero ¿oyes esto, Hermione?

Y entonces la joven dejaba de escuchar la pobre conversación de Draco para oír a Diggory, que acababa por interesar a ambas vivamente en su relato.

Entretanto Draco murmuraba algunas frases tímidas para entretener a su prima, que no estaba atenta sino a Cedric, a quien miraba por largos intervalos sin poner cuidado a sus palabras. Cedric le parecía más hermoso, más interesante que el día anterior.

Ni siquiera reparaba en que su primo Malfoy parecía más triste, más pálido y más sombrío. Y como éste notó que Hermione apenas le respondía en monosílabos y apartaba de él sus miradas para fijarlas en el gallardo militar, acabó por quedar en silencio, disimulando con un aire de distracción el sentimiento que comenzaba a punzar su corazón como un puñal.

Tenía celos ya. Era seguro que Hermione amaba a su amigo o, por lo menos, sentíase dispuesta a amarle.

De repente se detuvo un carruaje en la puerta.

El joven oficial 1 (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora