Tres días después Hermione vino a casa de Harry y se precipitó sonriendo en los brazos de su amigo, a quien halló pensativo y triste:
— ¡Qué feliz soy, hermano mío, que feliz soy! —le dijo.
—Lo veo en tu semblante, Hermione, lo creo... ¡Conque te aman!...
—Y amo como una loca, como nunca he amado, como nunca pensé que podría amarse.
—Vamos, di ¿qué ha pasado? Cedric te ha dicho...
—Que me adora, que no ama a nadie más que a mí; que no ha dejado a nadie en Inglaterra, y que la guerra no será un obstáculo para que yo sea su esposa.
— ¿Tan pronto así va?...
—Y ¿qué menos pronto podría ir? ¿Pues acaso no se ama uno para eso, para no separarse jamás?
—Pero, niña ¿es que se conoce uno hoy, para casarse pasado mañana?
¿Ese caballero cree que se da una palabra de matrimonio como se dice una galantería?
—Pero, Harry, tú me entristeces; si me ha declarado su amor antes de ayer ¿te parece monstruoso que me hable de unión eterna cuando se ha convencido de que le amo también? ¿Qué tiene eso de particular? Más bien dicho ¿por qué no había de ser así?
—No digo yo que sea monstruoso, pero me parece el caballero Diggory demasiado calavera, para aventurar una promesa tan pronto, con intención de cumplirla. Eso, si no una suma vulgaridad, sería una cosa muy rara. Hay hombres como él, que emplean esa palabra en todos sus galanteos, y esos decididamente son libertinos vulgares, muy vulgares. Si Cedric la usa por costumbre, es preciso convenir en que no es tan superior como yo le había creído. Si no es así, es preciso que esté muy enamorado, y entonces hay que creerle; pero te lo repito, es extraordinario, es prodigioso.
—Harry, me haces mal con tus palabras ¿por qué estás tan cruel hoy?
—No, niña, no quiero hacerte mal, quiero precaverte: estás enamorada, tienes una confianza ciega, y yo te digo: Hermione, no creas tan fácilmente... nada engaña más que el corazón enamorado... por eso es preciso dejar que hable un poquito la cabeza. Tú eres una niña inocente y buena, nunca has amado, no conoces a los hombres, y menos a los hombres como Cedric. Si tú das entero crédito a sus promesas, corres el peligro de comprometer demasiado el corazón en un juego terrible: después te morirías al primer desengaño, y esa alma tan feliz hoy, tan tranquila, se convertiría en un instante en un infierno de tormentos... Ama, hija mía, porque esa es la dicha, y sobre todo, porque no amar no depende de ti; pero piensa un poco y no concedas tu amor sino con muchas reservas; más tarde irán desapareciendo, pero será después de que te hayas convencido de la sinceridad con que te aman. ¿Conoces acaso a Diggory? ¿Sabes tú si no es lo que te figuras, un hombre caballeroso y leal, sino un seductor afortunado que sabe hacer la comedia del amor perfectamente? Si fuese Malfoy, te diría yo: Querida mía, no tengas miedo; he ahí la sinceridad, se le conoce en su mirada y su modo de hablar. Los hombres encogidos como él, cuando se deciden a declararse, tiemblan, sus ojos se llenan de lágrimas, tartamudean algunas palabras torpes... pero puede creérseles... toda esa timidez revela la pureza de un sentimiento que no saben fingir... Pero los hombres como Cedric, son abismos en los que es difícil adivinar lo que hay.
Hermione palidecía y lloraba.
— ¡Calla, Harry! ¿No ves que me estás matando? ¡Y yo que creía encontrar en tus palabras animación y esperanza; yo que creía que ibas a gozarte en mi dicha, que tu corazón iba a responder con sus palpitaciones cariñosas, al mío que se siente enfermo de amor... te encuentro así, cruel, amargo y lleno de sospechas! ¿Es que me aborreces ya? ¿Es que no quieres que yo le ame?
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El joven oficial 1 (Adaptación)
Fiksi PenggemarDraco era un alma solitaria y triste que solo sabía servir como militar. Harry era un joven de la aristocracia protegido y educado para servir a la alta sociedad. El día que conocen más del otro, el corazón de Draco no deja de estar inquieto. Advert...