—Harry ¿qué te parece mi sobrino? —preguntó la señora al hermoso moreno.
—Me parece un joven instruido y bueno, algo encogido.
—Draco debe estar enfermo—añadió Hermione con cierta compasión—su palidez no es natural, y además ¿no has notado mamá? sus manos tiemblan.
—Será nervioso—observó Harry.
—Es un muchacho raro—volvió a decir la tía—y en su vida debe ocultarse algún misterio. Hemos estado en Inglaterra y en Escocia, hemos visitado con frecuencia su casa: jamás le hemos visto. Al preguntar por él, pues sabíamos que a más de los tres hijos de mi primo que allí vimos, había otro, siempre se nos contestó que estaba ausente; pero yo observaba cierto desagrado al hablar de él, lo que, por otra parte, se hacía de una manera breve y seca. Su familia, rica y de carácter alegre, daba fiestas a menudo, ya en sus salones de Inglaterra, ya en sus haciendas del Estado de Escocia, pero jamás parecía extrañar en ellas la falta de un hijo, jamás sus hermanas, que son muy lindas, le consagraban un recuerdo, jamás los amigos de la casa le nombraban: había cierto cuidado en evitar las conversaciones que pudieran recaer sobre su ausencia. En fin, yo supongo que este pobre joven debe haber causado a sus padres, hace tiempo, algún profundo disgusto, o ha cometido alguna gravísima falta; y que, a consecuencia de eso, ha incurrido en el desagrado de la familia y ha sido arrojado del hogar paterno. Tanto más probable es mi suposición, cuanto que su familia pertenece a un partido mortalmente enemigo de éste en cuyas filas anda sirviendo mi sobrino. Verdaderamente estoy admirada de ver a Draco con el uniforme auror, cuando su padre es uno de los más notables conservadores y ha prestado servicios a su partido, de gran consideración, lo cual ha hecho que se le vea en él con mucho respeto. Esto no puede explicarse sino existiendo una profunda división entre el padre y el hijo, pues de otro modo, creo que mi primo habría preferido matar a su hijo antes que verle de oficial en el ejército. Pero, como ustedes supondrán, cualquiera que sea el origen de semejante división entre Draco y su padre, no puede uno tener buena idea de un hijo así, y hay que sospechar acerca de su conducta.
—Mamá—dijo la dulce Hermione—yo le confieso a usted que veo en mi primo algo que me causa antipatía; y por Dios que mis ojos nunca me engañan, y que todo aquello que me disgusta a primera vista, resulta malo.
—Bien puede ser—replicó la señora—pero entretanto que averiguamos todo lo que hay en el asunto, tenemos que tratar a Draco como a un pariente nuestro y que ocultarle nuestras sospechas, que bien podrían carecer de fundamento.
—Tal vez le condenan ustedes demasiado pronto—objetó Harry con aire de lástima—. Yo no le veo nada de repulsivo, como Hermione. No es agraciado, no es simpático y, además su encogimiento, que no parece ser propio de un inglés, le perjudica mucho. Es muy serio; tal vez su carácter se haya agriado con alguna enfermedad, porque en efecto está muy pálido, muy delgado, y ahora nos lo pareció más, porque le comparábamos con su amigo que está brillante de salud y de frescura.
—¡Oh! en cuanto a ese—dijo Hermione, ruborizándose ligeramente—¡qué simpático es! ¡Qué guapo!
—¿Te agrada, Hermione? —preguntó Harry con una imperceptible malicia.
—Sí, tiene mucha gracia, es muy fino.
—Es un joven distinguido, y no hay duda que pertenece a una buena familia—observó la señora.
—No hay muchos oficiales así—dijo Harry—éste es un modelo de elegancia y de caballerosidad. ¿Viste qué ojos tiene, Hermione?
—Y ¡qué bien habla!
—Y ¡con qué garbo lleva su uniforme!
—Mi pobre primo Draco, la primera vez que nos hizo una visita nos habló de la atmósfera de Escocia, de los árboles y del Lago Negro. Ya tú comprenderás, Harry, que esto sería muy bueno, pero que no era oportuno ni tenía chiste. Mi primo será un observador, pero no es nada divertido ni galante; creo que nunca ha estado en sociedad, pues tartamudea y se avergüenza, y se queda callado como un campesino. Diggory es diferente, ya lo has visto.
Harry se puso pensativo, y después dirigió a su amiga una mirada escrutadora y profunda.
Hermione, casi avergonzada de haber dicho tanto; y poniéndose roja como la grana, al sentir la mirada maliciosa de su amigo, repuso luego, como para chancearse:
—¿Y tú, querido, has encontrado bien a mi primo? ¿Te has enamorado de él?
—Sí; encantador es tu primo, por vida mía.
Hermione sintió algo como un leve dolor de corazón, al oír hablar así a su amigo. Comprendió que el gallardo Cedric había causado una impresión grata en el ánimo de Harry, lo mismo que en el suyo, y tal vez presintió que iba a tener un rival, y rival temible, pues Harry, por sus encantos y por su talento, era más peligroso que ella para los hombres.
Pero ¿qué pasaba? ¿Hermione estaba enamorada ya y tan pronto? No tal; pero sucedía entonces lo que sucede siempre que dos beldades se encuentran por primera vez con un hombre superior. Se establece entre ellos una rivalidad momentánea, cada uno procura atraer la atención de aquel amante en ciernes, y cada uno teme verse pospuesta a su antagonista.
Hermione y Harry eran un hombre y mujer bastante lindos para que carecieran de adoradores. Los tenían en gran número en Hogwarts, y estaban acostumbrados a dominar como reyes, alternativamente o juntos, en todas partes.
Así, pues, no era el deseo de ser amado por el primer venido, el que los hacía disputarse en aquel instante la preferencia del hermoso oficial, sino el amor propio, innato en el corazón de la mujer, y mayor en el corazón del hombre bello, que quiere conquistar siempre, vencer siempre y uncir un esclavo más al carro de sus triunfos.
Además, ya he dicho cuáles eran las ventajas físicas y sociales de Cedric, y será fácil comprender cuán superior le hallaron los lindos jóvenes a todos los rendidos amantes que hasta allí les habían rodeado. Ser amados también de aquel gallardo y brillante joven de Inglaterra ¡qué placer y qué orgullo!
Harry estaba invitado a almorzar en casa de Hermione. Pusiéronse a la mesa y almorzaron alegremente; pero cualquiera habría podido notar en el semblante y en la conversación de los hermosos, que una preocupación oculta los agitaba y los ponía, a ratos, pensativos.
Iban a ser rivales o, más bien dicho, ya lo eran.
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El joven oficial 1 (Adaptación)
Hayran KurguDraco era un alma solitaria y triste que solo sabía servir como militar. Harry era un joven de la aristocracia protegido y educado para servir a la alta sociedad. El día que conocen más del otro, el corazón de Draco no deja de estar inquieto. Advert...