CAPÍTULO 10

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Ira.

"La cólera no nos permite saber lo que hacemos y menos aún lo que decimos."

Hay ciertas veces en la vida, en la que una mínima experiencia puede llenarte de millones de sentimientos, ya sean positivos o negativos. Pará Aurora experimentar la bioluminiscencia fue más que observar millones de microorganismos liberando electricidad. Fue más que observar una playa con un resplandor azul extremadamente hermoso. Su madre hizo parte de la experiencia, y pudo sentir esa sensación que había olvidado desde la muerte de ella.

Aurora yacía acostada en su cama, la fiebre comenzaba a bajar un poco, el doctor asignado del pueblo de San Jacinto diagnosticó una leve infección por la cortada. La herida había sido nuevamente curada, 6 puntos de sutura fueron suficientes para cerrar la herida. Debido a los deberes del doctor, el padre de Aurora había sido citado por  los comportamientos cometidos  delante de una menor de edad, sería obligado a asistir a rehabilitación por condena.

Caía la tarde y Aurora se encontraba sola en casa, su mano seguía adormecida y un pequeño mareo agitaba su cabeza, tenía pocos recuerdo de lo último sucedido, pero un inolvidable recuerdo de lo vivido en la costa. Risas y carcajadas salieron de la nada, e inundaron el vacío que había en su habitación. Aurora sentía como había un poco de luz en su alma, la presencia de su madre fue tan notable que decidió visitarla en el cementerio, aprovechó la soledad de su hogar para salir sin ser interrumpida. Pero justo en la salidas se encontró con el señor Paúl, quien le traía frutas, comida y medicinas.

—¿para donde vas?— preguntó con seriedad.

—eh...— Aurora miró su mano vendada.
—iré a visitar a mi madre— dijo Para luego caminar esquivando al panadero.

El Señor Paúl la toma de un brazo y la devuelve. Pará  Aurora esto fue un a to desagradable así que lo miró con mal ojo.

—debes guardar reposo, anoche te encontré tirada aquí al frente— exclamó el panadero mientras la tomaba de la mano haciéndola caminar a casa.

Aurora en desespero logra soltarse de mala manera.

—Gracias— dijo Aurora con firmeza.
—pero ya debes dejar de protegerme, tu no eres mi familia— nuevamente comenzó a caminar.

El Señor Paúl  repite la acción que había cometido hace poco. La tomó del brazo y le devolvió el paso.

—tenemos que hablar de la costa— dijo el panadero con un tono oscuro.

Aurora se impactó de manera instantánea, su mirada hacia el panadero estaba llena de miedo, el señor Paúl parecía estar muy enojado, su mirada reflejaba una pequeña decepción, como si Aurora estuviera haciendo algo ilícito. Ella solo se echó andar con prisa, corrió lo más fuerte que podía hasta alejarse del panadero, no cambiaría sus planes de visitar a su madre.

Entre la prisa olvidó buscar de alguna manera flores, sintió pena por que llegaría con las manos vacías a la tumba de su madre.

—Se que anoche estuviste conmigo— dijo Aurora a la lápida de su madre. Todavía parecía estar recién hecha, sin ningun rasguño o apariencias de desgaste físico, brillaba de igual forma que la primera vez, el epitafio se leía de manera fácil. A casi un mes de la muerte de Amanda, era la primera vez que Aurora visitaba la tumba, su cuerpo  comenzó a temblar un poco leve, pero sus risas de emoción comenzaban a notarse.

—¿es chistoso no?— preguntó a la tumba.
—tu epitafio me parece absurdo— continuaba con sus risas.
—"La luz de San Jacinto"—.
Aurora cayó acostada en el césped del cementerio y miró el cielo que se oscurecía por la caída del sol.
—la señora Carmen dice que Dios te necesitó— Aurora seguía mirando las nubes correr.
—pero no entiendo como pudo asesinarte de una manera tan horrenda— un pequeño silencio se posó en el cementerio.
—...odio a Dios— Aurora comenzó a llorar repentinamente.
—pero amo en la luz que te convertiste— entre lágrimas, risas se asomaban para acompañar la tristeza con un poco de felicidad.
—se que estuviste ahí, se que fuiste tu. Realmente si eres la luz que ilumina a San Jacinto—  la lágrimas aumenentaron su causé hasta el césped del cementerio. Aurora soltó un llanto incontrolable.
—paso el día pensando en ti— exclamó con la voz quebrada, las palabras fueron casi aliento.

LA COSTA DEL SILENCIO. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora