rosas

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Sentir que la persona que conoces siempre fue hermosa, dulce y perfecta  contigo, pero en realidad  al comienzo no tenía la genuina intención  de amarte. Pretendía atraerte con sus dulces y suaves pétalos pero lastimarte con sus espinas cuando te atrevas a tocarlo.

Zayn era un extranjero en noruega, pero ya llevaba años ahí. El ambiente, la tranquilidad  que le generaba la gente y los hermosos paisajes, lo inspiraban un montón. Su arte comenzó a tomar mucha más fuerza desde que conoció noruega.

Le gustaba explorar con su lienzo pinturas y pinceles las colinas hasta encontrar un lugar digno para que dar nacimiento a una nueva obra.  Casi siempre hacia un mapa a medida que avanzaba para no perderse y esa vez  no fue excepción.

Estaba sentado cerca de un precipicio que mostraba un hermosos valle lleno de colores que necesitaba plasmar. No me mal entiendan, él  no pintaba lo que veía si no que con lo que veía se inspiraba a hacer algo nuevo.

Ahora dibujaba una mujer de perfil tratando de usar los mismos colores que veía en el paisaje. Cuando hacía eso solía centrarse en su mundo y su alrededor que no sea lo que le llamó  la atención para pintar, no existe.

Así que no sintió  al hombre que estaba cerca hasta que pisó una rama que sonó  bastante juegue a sus espaldas. Se dio vuelta y lo vió.

Era castaño, pálido, cabello corto y ojos oscuros sin brillo. Esos ojos los recordaría toda la vida.

El hombre tenía lo que parecían rasguños en sus brazos y su cabello estaba húmedo. Habían señales,  las espinas de las rosas siempre son visibles, solo que uno las ignora.

— Hola, soy Zayn— al azabache  se le notaba el asunto británico aunque llevara años en noruega. Solía  llamarla atención  y el trabajo de un artista es llamar la atención. No por nada era de los artistas más reconocidos  de ese país.

— Hola, ¿que pintas?— el castaño cambió su lenguaje corporal, parecía más relajado y amable. Su sonrisa era cálida, sus ojos no.

Sus ojos si llegaron a ser amables en algún punto, actualmente  eran más que amables con él.

Ese día el castaño llamado Liam, se quedó junto a Zayn durante toda la  tarde hasta que se puso oscuro y no pudo seguir pintando.

Hablaron tomando confianza con facilidad, el azabache era bastante tímido a menos que este tratando de impresionar a un comprador. Con Liam no fue así, solo le habló de colores, inspiración, arte y pasión; sin tratar de convencerlo  de nada.

Solo quería mostrarle lo libre que lo hacía sentir el arte.

El castaño lo invitó  a tomar en un pequeño bar del pequeño pueblo donde vivía Zayn.

Descubrió que el castaño era un abogado bastante bueno y conocido, tenía una carrera formada. Su padre también había sido un abogado muy famoso, por lo que lo llevaba en la sangre.

El azabache no entiende porque nunca le preguntó  porque estaba en el bosque esa noche. Ni por los rasguños.

Para zayn fue relativamente  fácil enamorarse del castaño, nunca  fue por su atractivo  físico, ni su amabilidad, ni la complicidad sexual que tenían.  Era más como que ambos eran igual de amantes de la inspiración y la impulsividad que genera las cosas que aman.

Aunque cuando descubrió lo que amaba Liam, no supo que hacer ni como digerirlo.

La casa del castaño le generaba un nudo en el estómago, era todo frío. Parecía simplemente  dormir ahí,  la palabra hogar no estaba en ese lugar.

Era una casa lujosa y hermosa, pero le faltaba sentimiento, no había televisión, sillones, nada. Solo una cama, dos asientos en una isla de mármol blanco y una oficina.

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