ꗃ Hoseok y Hosuk son gemelos pero mientras uno prefiere una tarde tranquila con un café helado, otro quiere irse a las Vegas y gastar por montones.
Esta historia está centrada en un hermano y como sin saberlo, y por culpa del destino (y de su gemel...
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Hoseok miraba al mayor con deleite mientras se movía por el dormitorio. Yoongi nunca dejaba de maravillarlo, vestido o sin vestir. Con su traje oscuro, Min Yoongi tenía un aspecto fuerte y poderoso y estaba completamente recuperado del traumático accidente sucedido meses antes.
Necesitaba un corte de pelo, pensó Hoseok.
Su cabello oscuro era un poquito demasiado largo. Aunque a el menor le gustaba que cayera un poco sobre el cuello de la camisa, no iba bien con la imagen profesional que a Yoongi le gustaba dar de hombre incisivo e indomable. Lo que Hoseok no le había dicho nunca era que su boca desprendía una sensualidad que chocaba directamente con esa imagen. El menor conocía muy bien el fuego que llevaba dentro y estaba siempre dispuesto a atizarlo.
Cuando estuvo vestido del todo, Yoongi volvió a su lado y se sentó al borde de la cama. Con una sonrisa de complicidad le robó el aliento, mientras acariciaba sus mejillas y sus labios.
—Si no tuviera que ir al despacho, me volvería a meter ahí dentro contigo —dijo el pálido.
— ¿Puedo tentarte?
—Eres una amenaza. Sabes muy bien que voy a estar pensando en ti en lugar de preparar mi caso.
—Debes irte~
—Me voy —dijo el mayor firmemente pero se detuvo lo suficiente para besarlo dulcemente en los labios.
Ya en la puerta, lanzó una mirada hacia la cama.
— ¡Venga, arriba! Cada día te levantas más tarde. No te olvides que tienes que llevar un negocio— advirtió antes de irse.
Unos minutos más tarde, Hoseok oyó cerrarse la puerta de la calle y una sonrisa satisfecha se dibujó en sus labios de corazón. La felicidad era como una burbuja que se hinchaba en su interior. Ahora que Yoongi se había ido a la oficina, tenía todo el día para llevar adelante sus planes. No pensaba ir al pequeño despacho de abogados que había abierto en cuanto llegaron a Seúl porque tenía cosas más importantes que hacer. Su socia, una mujer con los hijos ya mayores, había estado de acuerdo en que Hoseok se tome el día libre.
Se dio la vuelta en la cama y enterró su cara en la almohada de Yoongi, respirando el agradable aroma del mayor. Hacía poco menos de una hora habían hecho el amor lenta y apasionadamente. Su sonrisa se amplió recordándolo. Le había dicho que era su regalo de aniversario porque ese día hacía ocho meses que estaban casados.
Ocho meses maravillosos y absolutamente felices.
Él había sabido que podía hacerlo feliz y había comprobado que tenía razón. Nunca sentiría las cosas que había hecho por Yoongi porque ambos se amaban apasionadamente y, esa noche, cuando le diera el auténtico regalo, su felicidad sería completa.
