“Que día tan pesado” pensaba, todo este tiempo había comenzado a pensar con el pito, debía de empezar a razonar con mi cerebro. Todo era confuso, el hecho de que tan solo escuchar tu voz me hiciera correrme ya era bastante. ¿Qué parte de tu cara arrogante o de tu fuerte ego había hecho que me sintiera así de estúpido? Solo te quería para mí. Coloqué ambas manos detrás de mi cuello y miré hacia el techo vacío de mi habitación, decidí dormir un rato.
-Ugh, que odioso, cállate. – aquel ruido incesante no dejaba de sonar, caí en cuenta por los ligeros rayos del sol que entraban por mi ventana que ya era el día siguiente. “¡MIERDA!” pensé levantándome rápido, mareándome y cayendo de golpe contra el frio suelo. Cómo pude me saqué la ropa que usaba para dormir y me puse mi uniforme, tomé mi mochila y salí corriendo directo al colegio.
Llegué y las miradas de todos se posaron en mí, me invadió un calor interno, que vergonzoso. Aquel lindo chico rubio ya estaba ahí, me miro e inmediatamente se giró hacia su banca, supongo que, si la había cagado, caminé hacia mi lugar con una sonrisa de nervios en mi rostro, me senté y suspiré casi inaudiblemente.
Había tomado una decisión, hoy le hablaría, me llenaría de valor y al menos le daría un saludo. Se que era extraño pues el día de ayer, lo más seguro es que me hubiera escuchado correrme en el baño, pero aun así llegué a pensar que si no le hablaba nunca lograría nada. Nunca sería mío. Estaba decidido, pero con eso y todo yo era un manojo de nervios.
Llegó el profesor, decidí salir de mis pensamientos y poner atención, tampoco podía dejar de prestar atención a las clases solo por un problema casi precisamente hormonal.
Tomé mi mochila y me dispuse a salir del salón, las clases ya habían terminado. De pronto lo recordé, se suponía que me había mentalizado toda la noche para poder hacerlo. Esperé justo a un lado de la puerta a que él saliera. El tiempo pasaba lento y mis manos volvían a tener ese temblor por ansiedad, estaba realmente nervioso, ¿podía siquiera ver tu cara de cerca sin morir de la pena? ¿me ignorarás? Otra vez las dudas me carcomían el cerebro.
- ¿Qué haces ahí como idiota, pelo de mierda? - levante la vista hacia él, tenía su mochila sostenida por encima del hombro y una mano dentro de su pantalón. Cuando la trayectoria de mis ojos llegó a los suyos desvío la mirada, era una reacción por sobre todo adorable. No podía no pensar en eso, tampoco podía dejar de ver el ligero puchero que se comenzaba a formar en sus labios.Definitivamente él no era lo más adorable que existía, pero aun así, justo en ese momento se había convertido en algo que definitivamente quería que fuera mío, quería protegerlo. Esta era la primera vez que pensaba en el y mi pene no se elevaba.
Tomé su mano inconscientemente y le miré a los ojos, rápidamente me dio una mirada de confusión, un sonrojo asalto sus mejillas. Lo solté y reí nervioso.
-Solo q-quería saber como estaba tú mano, ya sabes, por eso de la otra vez… - me excusé, realmente soy un idiota, pero aún no terminaba de comprender todo. ¿Por qué se había sonrojado? Me sacudí mentalmente al momento en que comencé a sacar conclusiones en las cuales el sentimiento era mutuo, en las cuales él también sentías algo por mí.
-Tch, da igual. Mi mano está bien. – me miró y dio la vuelta, decidí seguirle, está era mi oportunidad para acercármele. - ¿Qué mierda crees que estás haciendo? – dijo sin voltear, sonreí divertido. Quería molestarlo un rato.
-Nada, solo que vamos por la misma dirección. – me adelante poniéndome justo a un lado suyo, casi íbamos hombro con hombro.
-Que vayas a la misma dirección que yo no significa que debas ir conmigo. – me dijo en tonó serio. No era la primera vez que no le gustaban mis chistes, de todas formas, quería molestar un poco más.
-Oye tengo hambre, ¿vamos a comer algo? Yo invito. Bakugouuu~ – entre el puchero que estaba haciendo se detucvo y me miro, estaba casi seguro de que diría que no. Casi.
De repente sonrio burlón.
- ¿Sabes qué, idiota? También tengo hambre, vamos a comer. – me quedé sin palabras mientras que Katsuki seguía caminando por el largo pasillo de la U.A.
De pronto todo eso que le estaba haciendo se me regresó, como una especie de karma instantáneo. Todo eso que me había dado las fuerzas para molestarle se había esfumado, con todo y eso me volví a armar de valor para comer juntos.
Llegamos a un restaurante de comida rápida, pidió una hamburguesa con papas, pedí lo mismo que él. Nos sentamos en la única mesa libre que había, estaba cerca de las ventanas así que no era lo peor del mundo. Quería hablarte pues el silencio que se había comenzado a hacer era incómodo.
Le miré unos segundos, sus ojos casi brillaban al abrir cuidadosamente el empaqué de la hamburguesa, era terriblemente lindo. Mi corazón latió fuerte. Antes de darle una mordida a su hamburguesa volteo a verme y alzó la ceja.
- ¿No qué tenías hambre, pelo de mierda? – me sobresalte un poco, me sacó de mis pensamientos abruptamente.
-A-aah, sí. Ya voy a comer – le dije dispuesto a comer, una risa salió de sus arrogantes labios. Me miró y rio aun más fuerte. No lo comprendía, ¿por qué reía? Lo miré extrañado y él trató de ahogar tu risa, pero su esfuerzo fue en vano.
-Eres demasiado obediente, si no quieres comer no lo hagas. – dijo secando una pequeña lágrima que salía de su ojo por tanto reír. Era demasiado lindo. -No siempre tienes que hacer lo que te digan. – se puso más serio y volvio a dar una mordida a tu comida.
Me confundía, quedé perplejo pues jamás le había visto reír así, tenia una risa demasiado linda. Dejé de pensar tanto y comencé a comer. -Aún tengo hambre. – le dije y sonreí, giró los ojos.
Terminamos de comer en silencio, la única diferencia es que esta vez el silencio no me resultaba incomodo. Salimos del restaurante y decidí acompañarle hasta su casa. Se que se podía cuidar solo, pero de todas maneras quería hacerlo.
Pasamos por un puesto de helados, se detuvo y camino hacia el. Lo seguí.
-Elijé uno. – me dijo señalando dentro del carrito. Lo mire, mire el puesto y lo volví a mirar. -Tú pagaste la comida, yo pagó el postre. – mi cara no podía ser de más sorpresa. Mis ojos se iluminaron al ver mis paletas heladas favoritas, supongo que él lo notó. - ¿Quieres esa, no? – asentí con la cabeza, pidió dos. Pagó, no sin antes discutir conmigo por quien las pagaba, está claro que perdí.
Caminábamos, mi paleta la terminé rápido, la mordí por lo cual recibí una mirada de desaprobación por parte de Bakugo. Él por su parte comia lento. Giré a verlo, le iba a decir algo sin sentido hasta que mi vista se detuvo en sus labios.
Katsuki lamia la paleta, un torrente de calor invadió mi cuerpo. ¿Por qué justo ahora? Mi polla volvía a estar dura, me detuve. Pero él no, metió la paleta a su boca y la saco. Eso no ayudaba en nada a mi mente caliente. Tenía que dejar de pensar en eso, acomode mis pantalones disimuladamente, así ya no se notaba tanto mi erección.
Camine más rápido, haciendo que él me siguiera el ritmo. No me di cuenta que lo llevaba del brazo. Tropezó, casi a nada de tocar el piso puse mi cuerpo por debajo de él, haciendo que mi espalda recibiera el mayor daño. Katsuki calló justo encima de mío.
-¡¿ESTÁS BIEN?! – me apresuré a preguntar. Sus manos estaban sobre mi pecho y su cara estaba justo en medio de sus manos, la pierna de Bakugo tocaba mi entrepierna. Escondió su cara entre sus manos, aún así por sus orejas podía notar que estaba bastante rojo. “Rayos, mi erección” pensé.Continuara...
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