Juntos hasta el final...

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El destino puede ser dulce y bondadoso, pero también puede ser cruel y espantoso. Un día puedes estar viviendo feliz sin ninguna preocupación, pero al siguiente, te encuentras peleando para intentar sobrevivir, por eso la expresión: "Después de la tempestad, viene la calma" no es del todo cierta, ya qué a veces la calma no dura para siempre.

Era lo que pensaba Harriet mientras amamantaba a su hija, pensaba en lo que pudo haber pasado si las cosas hubieran sido diferente. ¿Qué hubiera pasado si su hermana o ella se hubieran convertido en Vampiros?¿Si hubiera aceptado convertirse en Aurora? Si nunca hubiera pasado nada de eso, ¿Hubiera conocido a su esposo?

- ¿Te encuentras bien? Luces algo pálida - pregunto Tom cuando entro a la habitación.

- Si, solo pensaba - se acomodo su Vestido y soltó un suspiro pesado - Amor, estoy algo preocupada.

- ¿Sobre qué? - se sentó junto a ella.

- Pues... Tengo miedo de que algo malo te pase - también pensó sobre eso y era un pensamiento que rondaba por su cabeza constantemente - Estas en constante peligro por tu labor como Ministro y ayudas a los aurores y yo, tengo miedo de que un día... - en sus ojos empezaban a surgir las lagrimas - Puedas morir y... Nos dejes solas...

- Querida... - la abrazo, con una mano limpio aquellas lagrima - No te preocupes por eso, peleo y me esfuerzo en sobrevivir por el simple hecho de que al regresar, ustedes seguirán aquí - beso la frente de la peli-burdeo y la del bebé - La verdad, llevo algo de tiempo considerándolo, pero por lo que acabas de decir, ya he tomado mi decisión - suspiro y sonrió - Renunciare al ministerio y dejare el cargo a alguien mas.

- ¡¿E-Enserio?! - pregunto sorprendida, aunque espanto a su Hija y esta comenzó a llorar - Perdón pequeña - comenzó a arrullarla.

- Si, se podría decir que seria algo egoísta, pero... - veía con total cariño a sus dos mujeres favoritas - Hay que serlo de vez en cuando, ¿No crees?

- Si, tienes razón - sonrió mientras veía a la pequeña, la cual ya se había dormido.

Pero no todo se podría mantener en calma por siempre, antes de que Tom presentara su renuncia, los preparativos para la batalla final acababan de comenzar, siendo solo cuestión de tiempo a que sucediera. Lamentablemente no tuvieron que esperar demasiado.

Mientras trascurría la batalla, Harry estuvo en la Mansión, rezando para que nada malo le pasara a su hermana o su esposo, tenia miedo y su único consuelo por el momento era su hija, la cual solo dormía. El destino aquella vez les tuvo piedad, varios perdieron la vida y la mayoría de los que sobrevivieron, no les quedaba mucho tiempo para vivirla.

- ¡Tom! - apenas lo vio entrar, corrió para abrazarlo - Me alegra que estés bien.

- Si, también me alegro por eso - correspondió el gesto, pero había cierto detalle que no paso por desapercibido por la chica, el azabache había perdido el brazo - Lo lamento, no podre estar con ustedes por mucho tiempo.

- Lo dices por lo que me informaron, ¿Verdad? - asintió, ella suspiro - No pensemos en eso por favor, ya todo termino, no hay que preocuparnos por eso nunca mas - se rehusaba a tocar el tema, la guerra acabo, no hay necesidad de seguir pensando en eso.

- Como tu digas querida - si así lo quería su esposa, no volvería a hablar de eso.

Y es que no podrían vivir felices por siempre, Tom no viviría por mucho tiempo, solo le quedaba tres años de vida. Solo tres años para poder disfrutar con su esposa y para ver crecer a su hija, después de eso, moriría y las dejaría solas. 

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- Mamá - una pequeña de ojos Verdes y de cabellos de Negros entraba a su casa, dirigiéndose hacia donde una mujer adulta se encontraba cocinando.

- ¿Pasa algo hija? - dijo mientras dejaba lo que hacia para prestarle atención a la menor.

- ¿Por que últimamente te ves algo enferma? - pegunto la menor con inocencia, haciendo que la mayor se pusiera tensa.

- P-Pues... - afortunadamente para ella, no tuvo que responder, ya que el sonido de la puerta abrirse evadió la atención de la niña.

- ¡Ya llegaron! - la de ojos Verdes salió emocionada del lugar.

- Por poco... - suspiro con alivio mientras tocaba su vientre.

La siguió, viendo como abrazaba a un niño y una niña, sus hermanos, ella por su parte sintió un brazo rodeando su cintura y un par de besos en su nuca.

- Regresamos - sonrió y sintió un pequeño escalofrió al sentir el aliento en su cuello.

- Bienvenido cariño - se volteo y beso los labios de su esposo - ¿Cómo se portaron los niños?

- Bien, Regulus como siempre se mantiene calmado, lo contrario a Astoria, estuvo inquieta todo el camino - respondió mientras los veía - ¿Qué tal se porto Merope?

- Me estuvo haciendo varias preguntas toda la tarde - rio mientras ponía las manos en su vientre - Creo que ya esta sospechando - dijo en voz baja.

- Entonces es momento de decirles - también dijo en voz baja y se dirigió a los mas pequeños - Niños vengan, les tenemos una noticia.

¿Esperaban un final triste? Pues, no, esta vez no, el destino quiso que ambos siguieran siendo felices. Contrario a lo esperado, Tom vivió mas tiempo, permitiéndole estar con las personas que amaba y que su pequeña familia creciera mas.

Merope ahora tenia cinco años y tenia otros dos hermanos, mellizos de apenas tres años, el niño era prácticamente igual a Harriet y la niña a Tom, físicamente porque en personalidad eran todo lo contrario.

- ¿Qué paso padres? - dijo la mayor de los hijos.

- ¿Qué opinarían de que alguien mas se uniera a nuestra familia? - hablo la peli-burdeo.

- Y que llegara en unos pocos meses - ahora hablo el Pelinegro.

Los tres pequeños analizaron la información, abrazando a sus progenitores, abrazándolos cuando entendieron a que se referían.

- Me alegra seguir aquí con ustedes - le susurro Tom a Harriet.

- A mi también - respondió mientras acariciaba el cabello de sus hijos.

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La esposa secreta del ministroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora