Cariño, baila conmigo.

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"¿Dónde estás?" Levi susurró, recorriendo los pasillos de la gigante mansión en la que se encontraban, evitando hablar con cualquier asqueroso rico que se le cruzara, pretendiendo que lo conocía más allá de su título del "más fuerte de la humanidad", ofreciéndole un trago y una mujer con la cual pasar su noche.

Estaba asqueado, ¿de verdad creían que podían comprarlo con alcohol barato y una zorra?

Quizás podrían si se ofrecieran un nuevo producto de limpieza, o un súper raro y nunca-antes-visto té, rogarle por que lo acepte, o quizás-

Concéntrate, Levi.

Cierto. Encontrar a Hange.

Era extraño. La forma en la que Erwin se les acercó ni bien vio a Hange y, sin una palabra o pregunta, solo una mirada y Hange le siguió. "Regreso en un momento." Le dijo, "Podemos bailar cuando vuelva." La sonrisa que le dedicó rápidamente se desvaneció en el momento en el que vio a Erwin de nuevo, ambos perdiéndose entre la multitud, Levi apenas pudo verlos entrando a uno de los muchos corredores de la casa.

Mentiras. Ella jamás regresó.

Esperó. Y esperó. Fueron casi dos horas desde eso y ni ella o Erwin habían regresado.

Estaba cansado, harto de todo, al menos la compañía de esa cuatro ojos hacía que el tiempo pasara más rápido.

Levi esperaba que este fuera el último pasillo. Todo lo que necesitaba era a su Hange de vuelta, así podrían hablar mal del idiota al que se le ocurrió hacer esa maldita fiesta, quizás se embriagarían y bailen en frente de todos, meterse un poco en problemas y luego dejar que Erwin se encargue de todo.

Si, sonaba como un excelente plan.

Pero primero tenía que encontrarla.

Fue puerta tras puerta sin suerte, solo quedaban dos al final del pasillo, él sabía que uno de ellos era donde guardaban todo lo necesario para el mantenimiento y el otro era una habitación común y corriente, era muy probable que estuviese vacío, aún así, fue hacia ese último, sus pasos perdiéndose entre el ruido del salón principal.

Levi abrió la puerta, demasiado distraído con el inmundo aroma de tabaco combinado con alcohol barato.

"Si, sigue así."

"Ella es la mejor, ¿no te parece?"

¿Qué-qué fue eso?

Hange.

Su Hange. Rodeada de al menos cinco hombres. Cada uno de ellos desnudo o bebiendo o simplemente-

Levi no quería ni pensar en lo que le estaban haciendo. Y Hange...

Ella estaba sobre su estómago, sus manos atadas dolorosamente tras su espalda, gruesas lágrimas recorriendo su rostro, cerrando fuertemente sus ojos mientras uno de esos cerdos la profanaba, golpeando su trasero con demasiada fuerza. Levi se sintió enfermo, las ganas de vomitar subían por su garganta.

Esto...esto no podía ser real. Tenia que ser una pesadilla. Esto no estaba pasando.

Y luego...Hange abrió los ojos, mirándolo directamente. Miedo. Vergüenza. Tristeza. Podía ver todo eso reflejado en esos hermosos ojos color marrón. Hange pedía a gritos su ayuda. Pero también rogaba que Levi se fuera.

Dejarla ahí, sola, ¿en un terror en vida? De ninguna maldita manera.

"No se supone que estés aquí."

"¿Y tú?"

"Levi, vete, por favor."

"Como si fuera a hacerlo."

En el momento que decidió hacer algo al respecto, ayudarla, matar a esos bastardos, fue el mismo momento en el que un brazo grande y fuerte se interpuso en su camino, bloqueando su vista de Hange dentro de ese cuarto.

"No lo hagas." Era la voz de Erwin la que hablaba detrás de él, su mano en el hombro de Levi. "No lo hagas, Levi." Su voz era casi un susurro, demasiado baja y débil como para que otra persona en el pasillo le escuchara. "¿Qué estás haciendo aquí?"

Levi bufó, "¿Qué mierda estás haciendo, Erwin?", le respondió, mantener su voz calmada y baja se sentía como una tortura. "¿Qué no ves que estoy a punto de matarlos?", fue cuando al fin se dio la vuelta para encararlo. Y fue el momento en el que vio la expresión en su rostro.

La impotencia recorría cada una de las líneas de su rostro, estaba tenso, igual o más que Levi, a pesar de eso, sus manos temblaban, como si estuviera tratando de detenerse a sí mismo. "No se supone que esté aquí, Capitán." Le repitió.

Y al fin lo entendió. Parecía ser que era algo de lo que sus superiores no le pueden hablar, la razón del porque Hange está haciendo esto, un secreto compartido entre tres personas, lo que tanto murmuraban cuando Levi dejaba la oficina de Erwin, por qué Hange desaparecía a la mitad de la noche con Erwin y algunas veces Mike, el porque de esas veces ella regresaba entre lágrimas con él, añorando un poco de calma y conforte. Esas veces era cuando le preguntaba que estaba mal, que era lo que estaba pasando, su respuesta siempre era la misma: que Levi aún era nuevo en la Legión para saberlo. Él se limitaba acariciar su cabello, mecerla suavemente en sus brazos hasta que ella cayera dormida.

"Vamos, Levi." Mike finalmente habló.

Solo se limitó a asentir lentamente. Antes de seguir a Erwin para salir de ahí y dejando a Mike que cerrara la puerta, Levi volteó una última vez para ver a quién se encontraba atrapada en ese lugar. Sus ojos parecían gritar lo que no podía decir en ese momento, prometiendo que la salvaría, que estaría a su lado cuando todo esto terminara. Hange solo le dedicó una leve sonrisa. La más triste y desamparada que Levi pudo alguna vez imaginar.

"Lo siento." Susurró, esperando que Hange pudiera oírlo.

Con eso, Mike cerró la puerta, limpiando las lágrimas que amenazaban con caer. Levi se preguntó si eran por impotencia o enojo, quizás eran por ambas.

En lo que único que Levi podía pensar era en Hange. Animada, energética y carismática Hange, ahora atrapada, muriendo por dentro poco a poco, bajo las garras de esos monstruos.

Levihan One-shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora