1. El Plan

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Kosse

Escribo esta carta desde el lugar en el que estoy, no sé si algún día volveré a veros, familia.

Conseguí escapar de una espantosa ciudad para aparecer en otro sitio siniestro, donde un hombre deforme me escoltó contra mi voluntad a una habitación solo para mí.

Trabajamos para este lugar y solo tenemos permiso para ir a nuestros puestos o para ir al comedor, sorprendentemente nos dejaron bien claro que debíamos comer mucho, no sé la razón, pero eso me ha dado excusas algunas noches para salir a pasear e intentar averiguar algo del sitio en el que me encuentro.

Me obligaron a ponerme un uniforme negro con un número, yo soy la número 997.

La ropa que llevaba la dejé guardada en mi habitación y solo llevamos calzado que nos dan para trabajar, el resto del tiempo tenemos que ir descalzos.

Si tuviera que comparar esto con algo sería parecido a una prisión, cuando salgo hay más puertas que llevan a más habitaciones. Todas ellas individuales, menos una, en la que descansan hasta veinte en la misma, desconozco la razón.

He escrito esto sabiendo que no tengo manera de enviarlo, pero quiero que quede constancia de lo que he pasado por si consiguiera algún día salir.

Suena la puerta.

-997, a trabajar.

Guardé el papel y el bolígrafo en un cajón y salí de la habitación. Fuera me espera un guardia, iban encapuchados y todos ellos de color blanco.

Muchos guardias iban llamando a todos por su número y los trabajadores iban saliendo de su habitación, no sé cuántos pisos había en este lugar.

Todas las personas eran normales y corrientes entre los reclusos, a diferencia de en aquella extraña ciudad.

No teníamos permitido hablar entre nosotros mientras un guardia se encontrara cerca.

Bajamos todos al piso inferior donde nos abrieron una puerta por la que accedimos a nuestros puestos, empezamos a recoger bolsas de carbón para llevarlas a un sitio donde las quemaban.

No sabíamos con qué propósito, simplemente seguíamos las órdenes a cambio de seguir con vida.

A todo esto, una chica se acercó a mí mientras me agachaba a recoger una de las bolsas.

—Chica —me dijo, ella tenía el pelo corto y de color negro.

La miré unos segundos, también alrededor, para corroborar que me hablaba a mí.

—¿Sí?

—¿Estás asustada? -

—No. —Dije mirándola fríamente.

—Pues no te tomes tan en serio el trabajo, escaquéate. Los guardias no dan para tanto.

Me quedé callada unos segundos.

—¿Cuál es tu nombre? —le pregunté.

—Hana, dime el tuyo.

—Kosse.

—Bien, Kosse, he hablado contigo porqu...

Se acerca un guardia e intentamos disimular, cargamos una bolsa y la llevamos a la zona del fuego, después volvemos al almacén.

—Pareces espabilada, cuando acabe nuestro turno y cenemos estate en tu puerta. —Dice Hana.

—¿Qué planeas? —susurro.

—Te va a gustar seguro —sonríe.

La miro fijamente sin decir nada.

—Nos vemos luego. —dice ella y se aleja.

Signal Interference IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora